El café ocupa un lugar especial en la rutina de los argentinos, es compañero de charlas, excusa para una pausa en la jornada laboral y ritual de las mañanas. Incluso, muchos disfrutan salir a tomarlo en una cafetería, donde la textura de la espuma y el equilibrio de sabores parecen imposibles de reproducir en casa.
Sin embargo, existe un secreto simple y poco conocido que puede acercar ese resultado de barista a la cocina propia. Se trata de agregar una pizca de sal antes de batir la espuma.
Aunque parezca extraño, la sal potencia el sabor natural del café, reduce la acidez y ayuda a que la espuma quede más estable y cremosa. No se trata de salar la bebida, sino de sumar una mínima cantidad que realza las notas del grano y transforma la experiencia.
Este truco, usado en algunas cafeterías de manera discreta, demuestra que no siempre es necesario un equipamiento costoso para lograr una taza memorable. Lo importante es la precisión, ya que una pizca de sal de más puede arruinar la preparación, mientras que la cantidad justa transforma la bebida.