Cuando pensamos en salud uno se enfoca en la dieta, el ejercicio o el sueño, pero un pilar silencioso e imprescindible es la salud intestinal que impacta no solo la digestión, sino el sistema inmune, el ánimo y muchas funciones del cuerpo.
El Dr. Fabio Nachman alertó sobre los hábitos que uno debe adquirir para tener una buena salud intestinal, que ayudará al bienestar general.
Cuando pensamos en salud uno se enfoca en la dieta, el ejercicio o el sueño, pero un pilar silencioso e imprescindible es la salud intestinal que impacta no solo la digestión, sino el sistema inmune, el ánimo y muchas funciones del cuerpo.
El gastroenterólogo Dr. Fabio Nachman, jefe del Servicio de Gastroenterología de la Fundación Favaloro, habló en una entrevista con Infobae y destacó que “el bienestar general se fragua en el intestino”. Para cuidar ese mundo interno, no hacen falta fórmulas milagrosas sino constancia y pequeñas elecciones diarias.
La fibra -presente en frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y semillas— alimenta a la microbiota, regula el tránsito intestinal y ayuda a eliminar toxinas. El Dr. Nachman señala que una alimentación rica en fibra es una de las bases del cuidado intestinal.
La hidratación es esencial para que el bolo alimenticio avance con normalidad y se eviten obstrucciones o constipación. Llevar una botella contigo puede marcar la diferencia.
Mucho del trabajo digestivo comienza con la boca. Tomarte tu tiempo para masticar bien cada bocado reduce el estrés del estómago y favorece una digestión más eficiente.
Yogur natural, kefir, chucrut, kimchi u otros fermentados aportan bacterias vivas beneficiosas. Estas “ayudas microbianas” pueden favorecer el balance interno del intestino.
Los alimentos muy refinados, ricos en azúcares simples o grasas trans pueden alterar la microbiota y promover inflamación intestinal. Según Nachman, “los extremos no son buenos” —ni la rigidez ni el descontrol alimentario.
El ejercicio no solo beneficia al corazón o los músculos: también estimula la motilidad intestinal y promueve mayor diversidad microbiana. Caminar, trotar o hacer rutinas leves 30 minutos casi todos los días es una herramienta poderosa.
El intestino y el cerebro están estrechamente conectados (eje intestino-cerebro). El estrés, la falta de sueño o las emociones no reguladas pueden alterar la flora intestinal. Incorporar prácticas de relajación, meditación o respiración profunda ayuda a sostener el equilibrio.
Los antibióticos destruyen bacterias, no solo las malas sino también las beneficiosas. El uso indiscriminado puede provocar desequilibrios persistentes. En caso de recibir tratamiento antibiótico, reforzar con fibra + alimentos fermentados puede facilitar la recuperación microbiana.
Aunque parezca sorprendente, el Dr. James Kinross (gastroenterólogo del Imperial College) subraya que las relaciones humanas, compartir comidas y el contacto social enriquecen la diversidad microbiana. La exposición moderada al entorno también “entrena” al sistema inmunitario.
Un cambio persistente en el ritmo intestinal, dolor abdominal, sangrado o pérdida de peso no deben ignorarse. Nachman advierte que muchas personas automedican síntomas digestivos, pero esa práctica puede enmascarar afecciones serias. Siempre vale consultar a un gastroenterólogo.
Adoptar estos hábitos no significa transformar la vida de un día para el otro, sino cultivar una rutina amigable con tu intestino. Como resume el Dr. Nachman, no se trata de seguir dietas restrictivas eternamente, sino de construir un estilo sostenible, que incluya comida nutritiva, actividad, descanso y atención a tus señales corporales.
En última instancia, la salud intestinal no es un tema menor ni exclusivo del aparato digestivo: es una clave para potenciar tu bienestar integral. Con estos diez hábitos diarios tenés una hoja de ruta práctica para empezar a nutrir ese mundo interno invisible, paso a paso.