El laurel es un clásico de la cocina argentina, un ingrediente que no falta en el guiso, la salsa o el estofado del domingo. Pero más allá de su aroma inconfundible, esta hoja verde tiene un poder que va mucho más allá del sabor.
Hervir hojas de laurel es uno de esos trucos caseros que combinan lo natural, lo sensorial y lo simbólico capaz de transformar el ambiente del hogar.
El laurel es un clásico de la cocina argentina, un ingrediente que no falta en el guiso, la salsa o el estofado del domingo. Pero más allá de su aroma inconfundible, esta hoja verde tiene un poder que va mucho más allá del sabor.
cuando se hierve, libera propiedades que pueden transformar el ambiente del hogar. Desde purificar el aire hasta relajar el cuerpo y la mente, hervir hojas de laurel se convirtió en un ritual sencillo que muchos eligen incorporar en su rutina cotidiana.
El procedimiento es muy simple. En una olla mediana, colocar entre cinco y ocho hojas de laurel y cubrir con un litro de agua. Llevar a hervor durante 10 a 15 minutos y luego dejar que el vapor se disperse. Puede repetirse una o dos veces por semana.
Para un efecto más duradero, se puede dejar enfriar el líquido y colocarlo en un pulverizador, usando esa infusión para limpiar superficies o rociar el ambiente.
El vapor del laurel actúa como un purificador natural. Cuando se calienta, libera compuestos volátiles que ayudan a neutralizar olores fuertes de la cocina, el humo o el encierro. También tiene propiedades antimicrobianas que reducen la presencia de bacterias en el ambiente.
Una buena forma de aprovecharlo es hervir unas cuantas hojas en una olla con agua durante diez minutos y dejar que el vapor se expanda por la casa. El aroma es cálido y herbal, ideal para renovar el aire sin recurrir a aerosoles o fragancias sintéticas.
Otro de los motivos por los cuales muchos recomiendan hervir laurel es su efecto descongestionante. El vapor que desprende contiene eucaliptol, un compuesto natural que ayuda a abrir las vías respiratorias y aliviar la congestión nasal leve.
Si hay resfrío o sensación de pesadez por alergias, bastan unas hojas de laurel hervidas para sentir alivio. Algunas personas incluso colocan la olla en una habitación y dejan que el vapor actúe mientras descansan o se relajan.
El aroma del laurel tiene un efecto calmante. Cuando se inhala, estimula zonas del cerebro vinculadas a la relajación y el bienestar. Por eso, hervir hojas de laurel después de un día largo o durante una tarde tranquila puede convertirse en un pequeño ritual antiestrés.
Muchos lo comparan con encender una vela aromática o usar aceites esenciales. La diferencia está en que el laurel es completamente natural, económico y fácil de conseguir. Además, puede combinarse con otras hierbas, como lavanda o manzanilla, para potenciar su efecto relajante.
Un beneficio menos conocido, pero muy útil: el olor del laurel resulta desagradable para mosquitos, moscas y cucarachas. Hervir sus hojas o simplemente dejar que el vapor se extienda por los ambientes ayuda a mantener alejados a estos visitantes indeseados.
También se pueden colocar hojas secas en rincones estratégicos, dentro de cajones o cerca de ventanas. Es una forma ecológica y sin químicos de proteger la casa de los insectos, sobre todo en los meses cálidos.
Más allá de lo físico, muchas personas recurren al laurel para una limpieza energética. Según las tradiciones populares, hervir sus hojas y dejar que el vapor recorra los ambientes ayuda a eliminar “energías pesadas” o estancadas, aportando una sensación de equilibrio y renovación.
No se trata de magia, sino de un momento simbólico: el acto de hervir las hojas, respirar su aroma y abrir las ventanas puede funcionar como una pausa consciente para renovar el ánimo y el espacio.