El Hotel Gran Brizo no funcionó como cábala para el peronismo bonaerense, ni mucho menos para el país. Allí se reunió la militancia local, que arribó con banderas, carteles y cantaron canciones alusivas, pero todo ese escenario no alcanzó.
La euforia de septiembre quedó en el pasado para el peronismo. Hoy, en su bunker, la derrota se tradujo en silencio y decepción.
El Hotel Gran Brizo no funcionó como cábala para el peronismo bonaerense, ni mucho menos para el país. Allí se reunió la militancia local, que arribó con banderas, carteles y cantaron canciones alusivas, pero todo ese escenario no alcanzó.
A diferencia del 7 de septiembre, la oposición ahora se quedó con sabor a poco. Cuando todavía no habían cerrado los comicios, ya se agolpaba una multitud de periodistas y reporteros gráficos para cubrir un evento que todo el tiempo sonó distinto a las legislativas provinciales.
Mientras algunos voceros deslizaban, con cautela, que en la provincia de Buenos Aires “se ganaba”, por los pasillos del mismo hotel sobrevolaba una posible derrota. Así de cambiante fue el espíritu con mientras aguardaban por los resultados
El frente del hotel platense, que se volvió a transformar en una peatonal peronista, pantallas gigantes proyectaban la frase: “Gracias por sumar fuerzas”. Además se observaban imágenes del gobernador Axel Kicillof y la expresidenta Cristina Kirchner.
Sin embargo, el tan esperado festejo nunca apareció. Aunque la militancia pobló el lugar desde muy temprano, las miradas siempre fueron de incertidumbre y desconcierto hasta muy entrada la noche platense.
Frente a este panorama, la derrota devolvió al peronismo a su punto de partida: la búsqueda de una unidad real detrás de los nombres. Para el peronismo, la derrota significa una necesidad de reconstrucción que por ahora tiene más preguntas que respuestas.