Lo que comenzó como un reclamo doméstico terminó derivando en el comienzo de expediente penal: dos heridos, acusaciones cruzadas, intervención médica y una causa que ahora cae sobre tres integrantes de una misma familia. El episodio ocurrió en una finca de Medrano, en calle Varillas Blancas, y dejó al descubierto esa frágil línea donde los conflictos económicos se mezclan con viejas tensiones y explotan con la fuerza de una olla a presión.
Según consta en la denuncia y en el parte policial, la historia se desarrolló en dos actos casi consecutivos, separados apenas por un intervalo que no alcanzó para que la calma se instalara en el hogar del principal damnificado, un hombre de 30 años. Todo sucedió al caer la tarde, cuando él regresaba a su vivienda en compañía de su esposa, de 33 años. Nada hacía prever que ese regreso cotidiano derivaría en un estallido familiar.
Apenas ingresaron a la finca, se toparon con la hermana del hombre, que los esperaba exigiendo una respuesta concreta por un préstamo de 20 mil pesos que le había hecho tiempo atrás a su hermano. No era la primera conversación sobre el tema, pero sí la primera que escalaba de esta manera.
La discusión, al principio verbal, trepó rápidamente en intensidad. El hombre reiteró su negativa a devolver el dinero en ese momento y fue entonces cuando su hermana tomó un caño y, sin más preámbulos, comenzó a golpearlo varias veces en la espalda. El ataque fue sorpresivo y tan breve como contundente. Luego, la mujer abandonó el lugar sin decir demasiado, dejando tras de sí el eco de un conflicto que, lejos de cerrarse, estaba recién empezando.
El silencio que quedó en la finca duró muy poco. Minutos después, arribaron los padres del dueño de casa. Lejos de manifestarse como mediadores, llegaron con la intención de reclamar lo mismo: la devolución del dinero prestado. La conversación se reanudó con mayor tensión, como si lo ocurrido momentos antes hubiera abierto la puerta a una escalada inevitable.
Fue entonces cuando la situación se volvió directamente violenta. Según relató la pareja luego ante la fiscalía, la madre del joven tomó una piedra y se la arrojó a su nuera. El proyectil impactó directamente en la sien de la mujer, provocándole un corte profundo que comenzó a sangrar de inmediato. Pero la agresión no quedó allí: la suegra la tomó del pelo y la zamarreó en medio del caos, mientras el padre del hombre, sumándose al conflicto, golpeaba a su propio hijo con un palo.
La escena duró algunos minutos, los suficientes para que todos terminaran con algún tipo de lesión y para que la convivencia familiar —ya complicada— se quebrara definitivamente. Finalmente, el matrimonio mayor se retiró de la finca, dejando a la pareja herida, aturdida y con el temor de que la violencia pudiera reanudarse.
La mujer fue trasladada al hospital Perrupato, donde los médicos constataron el corte en la sien y otras contusiones derivadas del forcejeo. Allí también se certificaron las lesiones del hombre, que presentaba golpes en la espalda y en otras partes del cuerpo. Ambos fueron atendidos y dados de alta.
Apenas recuperados, la pareja se dirigió a la fiscalía para formalizar la denuncia. El Ministerio Público avanzó rápidamente con la causa y ahora investiga a los padres y a la hermana del dueño de casa por lesiones y otros posibles delitos vinculados al episodio.
Lo que para algunos podría ser apenas un conflicto económico menor —una deuda modesta, un problema aparentemente cotidiano— terminó exponiendo una trama más profunda: relaciones familiares deterioradas, violencia normalizada y una chispa que, en cuestión de minutos, se transformó en incendio. En Medrano, una deuda de 20 mil pesos derivó en tres heridos y una familia partida. Y ahora será la Justicia la que deberá ordenar lo que, puertas adentro, se desbordó sin control.