‘Gato’ Araya desde la cárcel: “Son una tortura extra las visitas restringidas a nuestros hijos”

Junto a otros 50 presos de Almafuerte presentó un habeas corpus por mejores condiciones de encierro. Ven el sol durante 3 horas cada 15 días.

Los reclusos de la cárcel de Cacheuta afirman que en los patios no hay luz natural ya que se trata de galerías techadas. / Archivo.
Los reclusos de la cárcel de Cacheuta afirman que en los patios no hay luz natural ya que se trata de galerías techadas. / Archivo.

Unos 50 internos que estaban en un pabellón de “máxima seguridad” de la cárcel de Almafuerte -entre los que se encuentra el célebre Marcelo “Gato” Araya (45) con dos condenas a perpetua y otra por 15 años- presentaron un habeas corpus colectivo porque desde hace más de un año –desde antes de que comenzara la pandemia- se encuentran alojados en un pabellón de admisión y sus condiciones de detención se han agravado.

Si bien este pabellón no tiene problemas de hacinamiento -son 49 personas distribuidas en 22 celdas con dos camastros cada una- los reclusos afirman que tienen problemas con la alimentación, pasan largas horas sin poder ver la luz solar y los baños no se pueden usar.

Además, se quejan de las visitas restringidas, de la falta de actividades recreativas, culturales, laborales, religiosas y espirituales.

A modo de ejemplo, en cuanto a las horas que pueden tomar sol, sostienen que de 360 horas que les corresponderían sólo pueden acceder a tres.

Otro ejemplo: para los 26 presos que han empezado a estudiar este año, sólo han recibido 11 lápices de colores, cuatro lapiceras, cuatro gomas de borrar y hojas, según se puede ver en el habeas corpus presentado por la abogada María Elena Quintero.

Uno de los internos que ha visto que el régimen de encierro ha acentuado su patologías respiratorias de base es, justamente, Araya quien fue atendido el 3 de marzo pasado en el hospital Central debido a un agravamiento en el cuadro asmático que padece, originado en la falta de ventilación en el lugar de alojamiento, falta de exposición solar y falta de luz natural.

“Me llevaron al hospital por problemas respiratorios crónicos que tengo desde hace cuatro años. El médico me dijo que esta situación, sin ventilación, sin ventanas, afecta mi situación”, afirmó ayer Araya durante una conversación telefónica con Los Andes.

En relación al restringido régimen de visitas, Araya explicó que tiene dos hijas -una de 9 años y la más chica de 2- y que debido al actual régimen de visitas (cada 15 días) debe pasar un mes para verlas a ambas ya que sólo se permite que ingrese un mayor y un hijo en cada visita.

“En otras provincias hubo disturbios por el corte de visitas durante la pandemia y acá no hicimos nada pero ahora los condiciones no son las de antes y esto no sólo afecta a los detenidos sino también a los chicos que pueden ver a sus padres”, explicó el interno.

Y agregó: “Hemos estado nueve meses sin ver a nuestros hijos. Es una tortura extra seguir restringiendo las visitas”.

Además, Araya enumeró que en el módulo donde se encuentra, “las celdas son pequeñas, lo mismo que los patios donde no hay sol sino que son galerías techadas, sin luz natural”. “La alimentación es deficiente, poca y de mala calidad”, criticó.

El lunes pasado, la jueza Érica Sánchez visitó Almafuerte a propósito del habeas corpus presentado por la abogada Quintero, recorrió el módulo de admisión y se entrevistó con Araya. “Creo que le pareció una locura que gente como yo, que tiene buena conducta y tendría que estar con beneficios de fase tres, no tengamos nada en la práctica”, sentenció el conocido reo.

La situación

Todo comenzó en enero de 2020, cuando estos detenidos fueron traslados de modulo V del ala IV al sector de Admisión II por orden de la dirección del complejo penitenciario Almafuerte II, ubicado en Cacheuta.

En principio el traslado iba a ser transitorio pero lo cierto es que llevan allí 65 semanas, por lo que la mudanza parece ser permanente, “agravándoles en forma evidente las condiciones de detención”, según reza el documento jurídico.

Almafuerte tiene cinco módulos y dos aéreas de admisión, creadas para los internos que van ingresando y cuyas condiciones edilicias son distintas a la de los módulos: tienen celdas de 2,90 x 2,20 metros y cuentan con un patio interno de 2,70 x 5,80 metros, que “cumplen con un estándar mínimo en cuanto al tamaño, pero al no tener luz natural, perímetros ni patios abiertos, incumplen las condiciones de habitabilidad permanente”, dice el escrito.

Antes

Antes, cuando estaban en el módulo V de máxima seguridad, con doble perímetro manejado por grupos especiales, tenían 17 celdas con un camastro por celda y un patio abierto donde podían estar 12 horas por día.

Allí tenían terapia laboral, salidas grupales a un espacio abierto sin custodia, podían criar pequeños animales de granja y cultivar hortalizas y verduras. Allí también habían construido ellos mismos una cancha de fútbol donde jugaban los martes por la tarde.

Las visitas eran los miércoles de 9 a 17, tenían taller de carpintería e iban a la capilla, entre otras actividades que realizaron durante los últimos años hasta que fueron cambiados de lugar. Esto consolidó al grupo humano en beneficio de todos ya que no registraron problemas ni peleas entre ellos ni con los penitenciarios.

Ahora

En el último año todo cambió. Ahora no cuentan con patio con luz solar ni espacios de esparcimiento al aire libre. Y todas las actividades que tenían ya no las pueden realizar.

Ahora tienen una hora de sol cada 15 días y los miércoles cuando realizan deportes, es decir, tres horas de sol cada 15 días. Esto les ha traído consecuencias para la saluda los internos: trastornos oculares, faltantes de vitamina D y problemas respiratorios, entre otros.

También sostienen que la alimentación es escasa y deficiente: el desayuno es una tortita “de ayer”, un sobre de leche en polvo y dos de azúcar. El almuerzo -por lo general guiso de arroz, tallarines, empanadas y una fruta- se produce a las 12 y llega a las 14, en manos de los propios internos.

Las visitas

Antes de la pandemia los reclusos podían ser visitados una vez por semana por dos adultos y por todos sus hijos. Luego de pasar nueve meses sin visitas por el coronavirus, ahora el régimen es el siguiente: una visita cada 15 días pero sólo para un mayor y un solo hijo. Estos desvincula a las familias y va en contra los derechos de los niños y niñas. Por ejemplo, si un interno tiene tres hijos, para verlos a todos tendrán que pasar 45 días.

En cuanto a las celdas, unas 15 tienen problemas con el agua y los inodoros no funcionan y tienen problemas de electricidad, de acuerdo al habeas corpus.

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