Patrimonio y Turismo Cultural - Por Pedro Delheye

Patrimonio y Turismo Cultural - Por Pedro Delheye
Patrimonio y Turismo Cultural - Por Pedro Delheye

En octubre de 2019, se cumplieron veinte años del surgimiento de un documento internacional señero en relación al patrimonio y desarrollo sostenible: la Carta Internacional sobre Turismo Cultural, adoptada durante la 12ª Asamblea General de Icomos, en México, en octubre de 1999.

El tiempo transcurrido y el encanto que tienen los números redondos, nos invitan a promover balances, a reflexionar sobre la actualidad de este texto doctrinario y sobre el contexto social y económico de fines del siglo pasado y su comparación con los tiempos actuales.

La Carta Internacional de 1999 modificó profundamente un documento anterior y esto respondió al cambio de perspectiva, en relación al desarrollo, establecido pocos años antes; la sostenibilidad como abordaje explota en Río de Janeiro en 1992 e impregna con su criterio ético al turismo.

En la histórica Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo del ’92 se establece el papel central que  corresponde a los ciudadanos/as y el derecho de estos a un entorno saludable.

La tensión entre el patrimonio cultural, el desarrollo turístico y el papel de la comunidad, fue el eje de los temas que se desarrollaron y se debatieron en Salta, entre el 2 y el 4 de octubre pasado, en el Seminario Internacional de Patrimonio, Desarrollo y Turismo Cultural y el VI Foro de Estudiantes y Jóvenes Profesionales.

El encuentro fue organizado por el Comité Argentino de Icomos, la Universidad Católica de Salta (UcaSal) junto al Colegio de Arquitectos de Salta (CAS) y  resultó un importante ámbito de reflexión entre especialistas, investigadores/as, docentes, gestores/as culturales, profesionales, y miembros de la comunidad en general.

Se propició un espacio de intercambio de conocimientos y experiencias en torno al patrimonio y al turismo cultural desde una perspectiva contemporánea, siempre considerando al desarrollo humano, social, creativo y sustentable, como marco de actuación.

Este encuentro contó con la participación de destacados especialistas nacionales e internacionales. Entre ellos: Jordi Tresserras Juan (España), Diana Guerra (Perú), Miguel Iwadare (México), Mónica Lacarrieu y Néstor “Champa” José (Argentina).

Asimismo, se presentaron más de 80 ponencias de patrimonio y de turismo elaboradas por especialistas y por jóvenes profesionales, que convirtieron a esta actividad en un hecho trascendente para la reflexión sobre el desarrollo sostenible y el turismo cultural en la región.

Otro de los temas abordados fue la nueva definición del patrimonio, reconstruida como derecho colectivo que reconoce a los actores locales y a la sociedad civil en todo el proceso de patrimonialización: desde la identificación de las prácticas y bienes que merecen ser protegidos hasta el compromiso con su conservación, gestión y uso.

Esta visión aleja al Estado como único activador patrimonial y permite incorporar a otros agentes e integrar distintas voces, no exclusivamente surgidas de los ámbitos académicos o institucionales, en la discusión sobre el patrimonio.

De esta manera, aparece la comunidad que se organiza y se moviliza por la promoción y protección de su identidad y de su patrimonio cultural.

El territorio es el escenario donde se desarrollan nuevas lecturas y estrategias de uso social de los recursos culturales y naturales, que deben ser vehiculizadas a través de un plan de desarrollo participativo.

Así, las distintas posibilidades que permiten los recursos patrimoniales y culturales van a obligar a pensar nuevos modelos de uso social, siempre sobre criterios de sostenibilidad; el patrimonio es un recurso no renovable, sensible a ser transformado o modificado por su explotación  o uso indebido.

La industria turística tradicional encontró rápidamente, en las costumbres locales, en el patrimonio material e inmaterial y en la cultura urbana, una alternativa que permitía salir del encierro estacional del turismo de sol y playa.

En la actualidad, el turismo cultural se encuentra en pleno auge y expansión y, por lo mismo, constituye un factor que puede afectar el delicado equilibrio entre la cultura local y la masiva llegada de quienes buscan nuevos destinos y ofertas.

En consonancia con lo dicho en la Carta, un modelo de turismo cultural debe analizar el impacto que la afluencia masiva de visitantes tiene sobre un sitio, midiendo y controlando su capacidad de carga para minimizar el impacto negativo en el bien y mejorar la calidad de la experiencia de visita al lugar.

De igual manera, la participación de la comunidad en todo el proceso de planificación turística, desde la selección de los bienes culturales o patrimoniales que pasarán a convertirse en productos turísticos hasta la conservación y salvaguardia de los mismos,  ayudan a esta industria a convertirse en un instrumento virtuoso e impedir la depredación de recursos.

Sin embargo, una marcada debilidad de los sectores que promueven la defensa de los bienes culturales es que no han podido resolver adecuadamente, al menos en América Latina, la  conservación de los mismos, debido a los altos costos que implica la restauración.

Numerosos edificios históricos en la Argentina, declarados patrimonio por un organismo oficial y con limitaciones en su constructividad, se ven progresivamente deteriorados por falta o inadecuadas tareas de mantenimiento.

El turismo cultural puede transformarse en una potente herramienta que promueva no sólo el financiamiento del cuidado del patrimonio, sino también su visibilización para generaciones actuales y futuras.

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