Detrás de unos anteojos “culo de botella” se asoman dos ojos pequeñitos. Tiene una cara ambigua: mitad beata, mitad pícara. Una cara que se replica en estampitas también, y que muchos músicos tienen como cábala antes de tocar.
Detrás de unos anteojos “culo de botella” se asoman dos ojos pequeñitos. Tiene una cara ambigua: mitad beata, mitad pícara. Una cara que se replica en estampitas también, y que muchos músicos tienen como cábala antes de tocar.
Precioso talismán, que se acompaña con una triple invocación: "Pugliese, Pugliese, Pugliese". Así le piden al "patrono" que les traiga suerte. Que los proteja.
Osvaldo Pugliese (1905-1995) sigue vivo como un santo. Un personaje, de los tantos, que trascendió a la figura de mito. En un ambiente donde hay tanta yeta, él se levanta como un antimufa.
Un día como hoy, pero de un lejano 1905, nació ese hombre que sería doblemente revolucionario: haciendo tango y haciendo política. Así muchos quieren recordarlo.
Recuerdo al antimufa
Don Osvaldo nació en Villa Crespo, en la calle Canning 392 (hoy llamada Scalabrini Ortiz). De muy niño se sintió llamado por la música: su padre Adolfo, que trabajaba en una fábrica de calzado pero también era flautista aficionado, percibió esta afinidad y le regaló un violín.
Pronto lo abandonaría para dedicarse al instrumento que lo acompañaría toda la vida: el piano, en el que se formó con el gran Vicente Scaramuzza (maestro de Martha Argerich, Horacio Salgán, Atilio Stampone).
Tuvo varias formaciones antes de alcanzar la gloria con su orquesta propia (tocó con Elvino Vardaro, Alfredo Gobbi y un jovencito Aníbal Troilo). Con su orquesta, que tuvo diferentes formaciones y mantuvo hasta lo último, pese a los vaivenes de la historia, marcó también un hito de la organización cooperativa: los sueldos de los músicos se establecían de acuerdo a su función y antigüedad. Muchas veces, incluso, cobró menos que sus compañeros como Osvaldo Ruggiero.
Muchos también querrán recordarlo por las cosas que hizo debajo del escenario: en 1935 impulsó el Sindicato Argentino de Músicos. Un año después, se afilió al Partido Comunista después de leer en el diario Crítica noticias de la Guerra Civil Española, y allí estuvo hasta el final.
Él, al frente de su orquesta, soportó las embestidas peronistas, por ejemplo. Es sabido que caía preso de vez en cuando, y mientras en la cárcel lo recibían con honores y las mejores medialunas del barrio, afuera su orquesta lo tenía presente en cada toque poniendo un clavel rojo sobre el piano.
Así proliferaron las anécdotas del hombre que alguna vez supo decir: “Todos los días le hago los cuernos al diablo, pero cuando llegue la hora del espiche diré: ‘Bueno muchachos, llegué hasta aquí, me las tomo, sigan ustedes'. (...) Si al final...¿yo qué hice? Tangos. Eso es todo”.
La hora del espiche le llegó el 25 de julio de 1995, con ochenta y nueve yumbas vividas. Había sabido cosechar el cariño de todos: antiperonistas y peronistas también, que lo querían porque lo veían como a un entrañable “contrera”, según dijo alguna vez su amigo periodista Saúl Cascallar.
No de otra forma podía ser la última anécdota de su vida: entre lágrimas compartidas, su cuerpo fue llevado al cementerio de la Chacarita por la Avenida Corrientes. Iba para el otro lado: a contramano.
Mario Galván - pianista, compositor: "Escucharlo es como ir a la escuela".
Pugliese representa para mí un ser y un artista íntegro. La música es comunicación entre seres y él representa la unión, la cooperación, la sensibilidad, la creatividad y el esfuerzo por lograr ese encuentro.
Se encargó, en tiempos adversos, de mantener viva la orquesta típica, seguir componiendo y así convertirse en uno de los creadores más importantes.
Lo primero que me produce su música es una sensación de profundidad y emoción. Casi nunca me detengo, mientras escucho, en qué cuestiones musicales está usando. Siempre me atrapa su sonido.
En el último año he agregado en la Orquesta de la Ciudad de Mendoza dos temas suyos, Negracha y Recuerdo, que sólo me he atrevido a adaptarlos a nuestra formación, para no cambiar la esencia.
Ejecutar su música es como ir a la escuela; es recorrer alguno de los lugares más importantes del tango desde adentro.
Hay un tango de Eduardo Rovira que es A Evaristo Carriego que recomiendo escuchar por la versión de Pugliese. ¡Toma otra dimensión en las manos del maestro!
Elbi Olalla - pianista de Altertango: "Su figura es algo mítico".
Hay distintas maneras de clasificar el legado de Pugliese: una es el musical, que es importantísimo. Inauguró toda una manera de concebir la orquesta, de concebir el tiempo, los arreglos... Hay todo un “sello Pugliese” que lo ubica entre las figuras del tango del siglo XX. El tango no es viejo: en pocos años, unos 50, hubo un desarrollo gigante del género, en su complejidad y sofisticación.
Pero además, su figura se ha transformado en algo mítico; es una especie de patrono para los músicos y no sólo ellos. Él es el antimufa, el que te salva. Hay estampitas, incluso: yo tuve una mucho tiempo en mi billetera.
¿Y por qué razones? Por muchas: creo que la más importante es que él fue un gran defensor de los derechos de los músicos, de los que más fuertemente los reconoció como trabajadores con derechos.
Se sabe que fue comunista y un gran impulsor de ideas políticas, sociales y gremiales de los músicos. Pagaba muy bien a sus músicos, por eso en su orquesta siempre tocaban los mejores.
Hay muchísimas historias relacionadas con su figura. Fue lo contrario a una estrella. Muchos lo recuerdan por su bondad, por defensor de los músicos que, históricamente, estamos bastante marginados de cualquier tipo de consideración como sujetos de derecho laboral.
Nicolás Sosa Baccarelli - Miembro de la Academia Nacional del Tango: "Es la ética y la estética".
Pugliese es la ética y la estética. Representa en la historia del tango, un glorioso punto de concreción de un largo período de evolución orquestal, dentro de la línea decareana.
Su inconfundible estilo emociona y sintetiza toda una historia. Honesto con la música, con sus pares y con él mismo, fiel a sus ideas, se transformó con justicia en un verdadero maestro de la música y también en una bella, sana y tierna superstición.