Votar legisladores también tiene sus riesgos

En Mendoza viene ocurriendo que desde que el PD perdió el título de tercera fuerza consolidada, la ciudadanía ha ido cambiando de manos la porción de votos que este partido tenía. El título del tercero siempre parece estar vacante y (peligrosamente) disponible.

Las terceras fuerzas buscan imponerse en las elecciones legislativas provinciales. Foto: José Gutiérrez / Archivo Los Andes
Las terceras fuerzas buscan imponerse en las elecciones legislativas provinciales. Foto: José Gutiérrez / Archivo Los Andes

Las elecciones de medio término son particulares. No están marcadas por la presión y la responsabilidad de elegir un presidente, gobernador o intendente, como ocurre en los comicios para cargos ejecutivos. Puede decirse que en las legislativas la gente se relaja un poco (o bastante) ante el acto de votar. Pero hay que tener cuidado con esa distensión, ya que en muchas ocasiones sirve para favorecer a los vivos y los aventureros de la política.

Normalmente, los experimentos de terceras fuerzas nacen en los comicios legislativos, al amparo de unos cuantos votantes que se juegan la carta de apoyar a gente nueva porque pretenden que haya renovación en la política. Además, muchos razonan, con cierta lógica, que apostar sin certezas ni garantías en elecciones de legisladores no representa un peligro tan grande como darles en los comicios ejecutivos las llaves de un municipio, una provincia o un país a personas y partidos que uno no conoce mucho.

En Mendoza viene ocurriendo esto. Desde que el PD perdió el título de tercera fuerza consolidada, la ciudadanía ha ido cambiando de manos la porción de votos que este partido tenía. El título del tercero siempre parece estar vacante y (peligrosamente) disponible.

En uno de estos turnos electorales, mucha gente se volcó por probar con el Frente de Izquierda de los Trabajadores (FIT) y le puso ese título. Se le pueden criticar varias cosas al FIT, pero es incontrastable que este frente aprovechó el empujón y ha logrado mantenerse hasta hoy, con altibajos, como opción sólida y coherente a las fuerzas tradicionales.

Pero en otra elección legislativa, esos votos migrantes, minoritarios pero importantes, fueron a parar a Protectora. La experiencia, en este caso, fue muy distinta: la nueva fuerza dinamitó su capital en poco tiempo, se dividió en numerosas cabezas y terminó desilusionando a muchos de sus electores.

El ejemplo está muy fresco, porque Protectora fue el último experimento de tercera fuerza en Mendoza: surgió como sorpresa en los comicios legislativos de 2017. Poco después de que sus integrantes consiguieran bancas municipales y provinciales, además de una de diputado nacional, todo esto gracias a su empatía con los consumidores, un buen ejercicio del marketing y la siempre presente dosis de hastío con la vieja política, las cosas empezaron a andar mal.

Los integrantes de aquellas listas de candidatos a legisladores y concejales armadas a las apuradas y casi sin unidad de pensamiento lograron su objetivo de acceder a cargos, pero una vez alcanzado el botín, dejaron de reflejar un conjunto. Tanto se dispersaron, que algunos de sus “dirigentes” fueron cooptados y utilizados por los partidos tradicionales que antes habían criticado, mientras que otros solo se ocuparon de hacer un buen negocio económico con la plata que el Estado paga por los votos de la elección, los contratos y las dietas.

Se han visto dislates enormes en los últimos tiempos tras esta aparición. Tironeos de plata entre los dueños del sello partidario y los candidatos que lideraron las boletas; también legisladores que llegaron con el rótulo de “independientes”, pero al poco tiempo coreaban a Cristina en los actos y terminaron firmando su incorporación a Cambiemos, sin vivir trauma alguno en el medio ni dar demasiadas explicaciones por la sucesión de giros. En resumen, buena parte de los peores vicios de la vieja política, encarnados por los nuevos en este oficio.

No todos carecieron de dignidad para cumplir con el mandato popular y estas referencias no pretenden ni favorecer a los partidos de siempre ni descalificar a quienes vuelven a probarse en las urnas de 2021. Repasar la historia reciente busca, en todo caso, señalar que conviene estar alerta, para exigirles un poco más a los que llegan con posibilidades de convertirse en terceros.

Recordemos cuando vayamos a votar este año que siempre hay quienes pueden aprovecharse de los reclamos legítimos y de la sucesión de insatisfacciones provocadas por quienes dominan la vidriera electoral en todas las elecciones.

Tampoco sería un mal consejo evitar creer que los nuevos son buenos únicamente porque todavía no tienen manchas.

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