Victorino de la Plaza, un estadista de la generación del 80

Es notorio que entre sus carencias Milei muestra un escaso conocimiento de la historia nacional y de la historia económica. Un defecto de muchos economistas como marca Cavallo en su Historia Económica Argentina. Sin embargo, reconocer a Victorino de la Plaza en esa galería de proceratos no ha sido un error, aunque se han cometido muchas arbitrariedades facciosas.

Victorino de la Plaza
Victorino de la Plaza

El Salón de los Próceres en la Casa Rosada dio lugar a fundadas críticas de reconocidos historiadores, entre ellos, la prestigiosa mendocina Beatriz Bragoni. Llamó la atención de quien esto escribe, la minimización de la figura de Victorino de la Plaza, en un artículo sobre ese Salón de Luis Alberto Romero.

Es notorio que entre sus carencias Milei muestra un escaso conocimiento de la historia nacional y de la historia económica. Un defecto de muchos economistas como marca Cavallo en su Historia Económica Argentina. Sin embargo, reconocer a Victorino de la Plaza en esa galería de proceratos no ha sido un error, aunque se han cometido muchas arbitrariedades facciosas.

Este joven salteño huérfano de padre, Mariano Roque Plaza, siendo niño, de linaje llegado en la conquista y con un abuelo paterno que peleó con Belgrano en la guerra de la independencia, pudo estudiar en el Colegio de la Concepción gracias a la generosidad de Urquiza que respondió a una solicitud de su madre María Mercedes Palacios.

Estudiaba derecho cuando estalló la guerra del Paraguay y como otros jóvenes universitarios se presentó a los cuarteles. Fue teniente de artillería y llegó a capitán. Al regresar mientras concluía sus estudios de derecho se ganaba la vida como escribiente del Código Civil que redactaba Vélez Sarsfield.

Se inicia en el cursus honorum en la presidencia de Sarmiento y llega al gabinete nacional como ministro de Hacienda con Avellaneda en tiempos de crisis internacional. Como diputado nacional será miembro informante de la ley de federalización de la ciudad de Buenos Aires.

En la primera presidencia de Roca, vuelve al ministerio de Hacienda y luego al de Relaciones Exteriores. No logra obtener apoyos suficientes para lograr la candidatura a presidente y viaja a Londres donde abrirá un estudio de abogados. Esto le facilita a Carlos Pellegrini al asumir la presidencia con la crisis del noventa arreglar los problemas de la deuda pública evitando la cesación de pagos. Regresa al país para hacerse cargo en la segunda presidencia de Roca del ministerio de Justicia e Instrucción Pública. En 1906 ocupa la cartera de relaciones exteriores con Figueroa Alcorta.

Vicepresidente de Roque Sáenz Peña asume la presidencia interina a mediados de 1913 por enfermedad del titular y el 8 de agosto de 1914, al fallecer el impulsor del voto secreto, obligatorio y con representación de las minorías, como titular.

Le toca a partir de 1914 afrontar las consecuencias de la guerra mundial, que provocan el cese de la afluencia de capitales que en los 10 años anteriores llevaron la tasa de inversión al 40 % con picos del 53% en 1907 y 1910. Además, inexplicablemente la guerra provocó un retiro de los depósitos bancarios del 20%. El presidente reaccionó cerrando la caja de Conversión, para preservar las tenencias de oro y las remesas del metal por las exportaciones ordenó que se depositaran en las legaciones para evitar el riesgo del hundimiento de los barcos.

Tomo medidas sociales como la creación de la Caja de Ahorro Postal, para promover el ahorro popular. Se aprobó la ley de accidentes de trabajo, la ley de construcción de casas baratas y la creación de la Caja de jubilaciones ferroviarias. Promueve el ABC, una política exterior consensuada entre Argentina, Brasil y Chile. En su gobierno se inaugura el primer subterráneo en América latina, único hasta 1968 en la región y el primer ramal electrificado de tren.

Es interesante destacar los mensajes al Congreso de 1915 y 1916, pues advierte las lecciones que da la guerra por los inconvenientes que soporta la economía nacional con sus secuelas en la tasa de ocupación. Observa la carencia de bolsas para la cosecha que venían de la India productora de yute como también la escasez de bodegas en los barcos. Toma medidas para que se inicie la fabricación de bolsas y promueve la necesidad de contar con una marina mercante argentina, diciendo que para ello será necesario establecer astilleros en el país y eso llevará a la necesidad de una industria siderúrgica propia para contar con el acero para los barcos.

Esto lo dice un estadista de la generación del ochenta, que con liviandad fueron acusados de pensar solamente en un país agropecuario. En uno de sus mensajes al Congreso señala que muchos se están enriqueciendo con los precios altos para nuestras exportaciones que la guerra genera, por eso recomienda que esas personas que suelen invertir en propiedades de renta, adquirir títulos públicos o comprar más campos con su excedentes los coloquen en la flota, astilleros, explotación del petróleo, siderurgia, sinterizado en esta frase “es necesario que estos dineros se inviertan en estas industrias que darán más independencia económica a la Argentina”.

Sin duda no es un personaje menor.

* El autor es Presidente de la Academia Argentina de la Historia. Integra la mesa directiva del Instituto Argentino de Historia Militar.

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