Siga el baile, siga el baile....

Cristina Kirchner baila y Javier Milei canta. produciendo ambos una profunda sensación de irrealidad al ofrecerle sus espectáculos bizarros a un pueblo que no puede cantar ni bailar por responsabilidad de los que sí pueden seguir cantando y bailando.

Extrañas, insólitas semanas preelectorales que, en vez de estar pletóricas de propuestas concretas ofrecidas por los candidatos a los ciudadanos, se han convertido en un espectáculo donde los de arriba muestran a los de abajo, nada más que actitudes estrafalarias, marcadas por la hipocresía en el kirchnerismo, lo bizarro en el mileismo y por la caradurez en los empresarios de las coimas anotadas en los cuadernos de Centeno.

La hipocresía

Por estos días, los responsables y/o los defensores de los gobiernos más corruptos de la historia argentina (probado de manera exhaustiva por la justicia en la totalidad de sus jerarquías institucionales: primera, segunda y última instancias) se han convertido (más bien disfrazado) en la contracara de lo que son. Hoy es una preciosura terrorífica observar a los principales jerarcas del kirchnerismo devenidos en furiosos profetas del Antiguo Testamento o hasta en una copia berreta de aquel Jesús que echó a los mercaderes del templo. Eso se consideran ahora que son, o buscan hacernos creer. que los verdaderos corruptos son los mileistas o los macristas, y que ellos son los inocentes más puros. Y para eso, nada mejor que disfrazar con ideología la corrupción. Algo que el peronismo viene haciendo desde los años 90 y durante todo lo que va del siglo XXI, tanto desde la derecha menemista como desde la izquierda kirchnerista, dos caras inescindibles de la misma moneda.

La ideología durante la década menemista de los años 90 se explicó con la teoría del "Robo para la Corona", vale decir, no se robaba para beneficio del ladrón, sino que el ladrón era un súbdito del rey al cual rendía cuentas, luego -por supuesto- de percibir el ladrón los respectivos beneficios por los servicios prestados.

Fueron émulos de aquel famoso pirata inglés, Francis Drake, un atracador de los mares (y esclavista confeso en su actividad privada) que vivió entre 1540 y 1596 y al cual la reina Isabel I de Inglaterra apoyaba (junto a varios corsarios más de igual o peor catadura criminal) para que atacara los barcos españoles. Algo que la armada británica no podía hacer al haber firmado una tregua temporal con España. Entonces, la guerra y el saqueo los hacían extraoficialmente a través de los Francis Drake. A esos piratas se les ofrecía una "patente de corso" para que, al servicio secreto de su Majestad, saquearan en los mares a los enemigos de la reina. A modo de retribución pecuniaria y también simbólica, Francis Drake, en sus últimos años, fue reconocido con el título nobiliario de "Sir" y murió siendo uno de los hombres más ricos de Inglaterra.

Cualquier comparación con lo ocurrido en la Argentina bautizada por sus mismos autores como la del "Robo para la corona", no es mera casualidad.

La ideología para explicar la corrupción viró sustancialmente durante la etapa kirchnerista, donde se extrapoló al siglo XXI una consigna muy aplicada por la izquierda setentista: que cuando roba la izquierda, en realidad no roba, sino que "expropia" a los ricos, para darle esas riquezas a los pobres (como, por ejemplo, hicieron los Montoneros al secuestrar a los hermanos Born). Claro que, como suele ocurrir siempre, la plata "expropiada" no llega directamente a los pobres, sino a los supuestos representantes de los pobres, que son los que se quedan con todo y no distribuyen nada hacia abajo, porque se convierten en los nuevos poderosos con los mismos vicios de los anteriores poderosos. Es una versión "progre" de la teoría comunista que promete darle el poder al proletariado, pero apenas triunfan, los que se quedan con todo no son los obreros sino el partido del proletariado, vale decir la elite que dice hablar en nombre de los obreros y en realidad habla sólo de sí misma.

Acá pasó lo mismo. La riqueza se la quedó una elite tan corrupta (cuantitativamente aún mucho más) como la menemista, pero no lo hizo en nombre de la Corona, sino de los pobres.

Con esas coberturas ideológicas que el peronismo menemista-kirchnerista usa para justificar la corrupción, es como que se sintiera liberado de culpa. Y entonces se autoevalúa plenamente autorizado para atacar -con la conciencia tranquila y la honestidad intacta- hasta el menor indicio de corrupción por parte de los gobiernos no kirchneristas con furia y saña bíblicas. Aunque lo inexplicable sea que tantas personas que no son corruptas, se crean esas estratagemas para ocultar el robo, o si no se las creen las justifiquen ideológicamente.

Es que, en este tema de la corrupción, el peronismo se ha vuelto el sentido común de la cultura nacional: cuando los líderes peronistas se corrompen, el pecado es venial porque ellos, en el fondo nunca lo negaron o peor, hasta lo justificaron ideológicamente, mientras que cuando los líderes no peronistas se corrompen el pecado es mortal porque se supone que ellos vienen a reunificar la política con la moral, dos cosas que el peronismo menemista-kirchnerista separó absolutamente. Entonces, cuando actúan más o menos parecido a los peronistas, aún en una medida mucho más pequeña o incluso aún no comprobada, la condena a los gobiernos no peronistas es superlativa. Y son gente como Mayans, un senador todo servicio empleado del gobernador Gildo Insfrán, los que despotrican más airadamente contra la corrupción ajena.

Y ya que estamos, rogamos se nos permita una digresión: Insfrán, ese señor feudal. amo y señor de Formosa, al cual la vicepresidente Victoria Villarruel lo visita y le propone un gobierno de "unidad nacional".... por si las moscas y Milei fallan. Con lo cual está visto que la "seducción por la barbarie" no es únicamente "patrimonio cultural" del peronismo.

Lo bizarro

La telenovela más bizarra de estos días fue la que protagonizaron el presunto narco que ayudó con aviones y dólares a un político "anticasta" (el mismo que luego inventaría la famosa consigna de "cárcel o bala") para que hiciera su campaña presidencial, pero quien, bajo la suposición de que el que roba a un narco tiene cien años de perdón, José Luis Espert usó el apoyo económico de Fred Machado no para financiar su campaña, sino para comprarse un BMW de 90.000 dólares y otras chucherías por el estilo. Vale decir, el político anticasta se incorporó a la casta estafando a un narco, mientras que Machado no se enojó porque lo haya estafado, sino porque Espert luego de recibir sus aportes, lo negó, se borró. Conclusión del affaire: el supuesto narco que estaba como preso domiciliario en una mansión de super lujo, fue extraditado a EEUU donde seguramente irá a una cárcel común, mientras que el político de la cárcel y las balas se suicidó políticamente de aquí a la eternidad.

Entonces, para sacar o minimizar o hacer olvidar de la agenda pública el "Espert-gate", el presidente Javier Milei decidió superar esa telenovela bizarra con un espectáculo político-musical mucho más bizarro aún. Una delirante puesta en escena donde Milei se transforma en una versión nacional (usando, incluso, la bandera argentina como poncho) del héroe de "La guerra de las galaxias", para exterminar mediante bombas y disparos con rayos laser a sus enemigos, vale decir, a los kirchneristas (a los que necesita ganarle las elecciones) y a todo el periodismo (a los que necesita -como lo necesitaron Néstor y Cristina- borrarlos lo antes posible del mapa para que no osen nunca jamás criticarlo). Milei bailó, cantó e incluso tuvo un gesto de humildad inusual al reconocer literalmente dentro del guion del espectáculo, que: "Soy humano, no parece, pero sí". Toda una declaración de principios.

Es que, así como los kirchneristas justifican su probadísima corrupción, desde la ideología cínica, los mileistas explican las sospechas que pesan sobre ellos (como el Libra-gate, el Valija-gate, el Spagnuolo gate o el Espert gate, todas aún no probadas judicialmente, debe reconocerse) a través de la ideología bizarra.

Creer que una ideología lo más literalmente aplicada puede cambiar la realidad, y hasta la naturaleza humana, desde la política, es un delirio propio de los dogmáticos, justificable en los extremistas que nunca tuvieron contacto con el poder verdadero, como los trotskistas, pero es peligrosísimo si con ese prejuicio se quiere gobernar. Proponer que todo sea estatal o que nada lo sea, son dos soberanas estupideces. Y Milei, embebido de ideas extremas sacadas de una ideología sectaria como es el anarcolibertarismo (que nada tiene que ver con el liberalismo alberdiano, aunque se los pretenda identificar) dinamitó todos los acuerdos logrados porque esa ideología y su temperamento lo llevaron a creer que él solo podía, porque a él solo le correspondía, porque era el único que tenía la verdad revelada. Gravísimo error que hoy hasta Trump le pide que lo rectifique.

Nos pasamos dos años diciendo que el error de Macri era haber sido demasiado conciliador y demasiado lento, por lo cual Milei debía ser disruptivo en lo político e implacable en el ajuste. Sin embargo, hoy todo nos está indicando que no se trata de ser más lento o más rápido, sino de aplicar las políticas adecuadas, que a veces son más lentas y a veces son más rápidas. El sentido común sigue siendo el mejor antídoto contra las ideologías.

También estamos descubriendo la falsedad de que, si los políticos que presumen de cuerdos se corrompen, hay que reemplazarlos por los que presumen de locos (o de que se hacen los locos) para que nos salven.

Además, estamos comprobando que no es cierto que, si todos los políticos han fracasado, hay que buscar su reemplazo por afuera de la “casta”. Algo doblemente falso: primero, porque afuera de la casta no hay casi nada disponible. Y segundo, porque lo que está disponible es peor que lo que hay en la casta.

El "que se vayan todos" es un grito de bronca quizá legítimo, pero sin propuesta. Por lo cual es comprensible que lo expresen los de abajo, pero no es admisible que lo adopten los de arriba. Una cosa es la indignación popular y otra el oportunismo dirigencial. Porque, así como en los climas antipolíticos actuales es la manera más fácil de ganar elecciones, luego se convierte en la peor manera de gobernar, porque no es cierto que los políticos actuales sean corruptos por usurpadores y que abajo o afuera están esperando los políticos honestos para reemplazarlos. No, la verdad es infinitamente más cruda y dolorosa y antipática: los políticos que tenemos son los que supimos construir en 40 y tantos años de democracia, los que -nos guste o no- nos representan a todos nosotros y debajo o al costado de ellos no hay nadie porque no existe nadie más. Sólo existe un sistema tan deteriorado institucionalmente, que tanto a los que llegan al poder con buenas intenciones como a los que lo hacen con males intenciones, los convierte (a la mayoría, no a todos) en "casta" en menos que canta un gallo. Incluso a los anticasta o a los que dicen venir a luchar contra la casta, como se viene demostrando desde hace dos años. Al sistema se lo cambia desde adentro o no se lo cambia porque no existen, no están los salvadores externos.

La caradurez

Como epílogo de tantos dislates, hablemos dos palabras de esos empresarios imputados en el "Cuaderno-gate" que proponen pagarles "coimas legales" a la justicia para que les otorgue impunidad, como les pagaban "coimas ilegales" a los kirchneristas para que les dieran (o no les sacaran) obras públicas. Si se aceptan pagos cash para extinguir la acción penal, los ricos zafarían de sus presuntos delitos con un puñado de dólares. Frente a lo cual, con gran acierto, la fiscal León sostiene que aceptar los pagos de los empresarios para extinguir la acción penal podría “abrir un mercado de impunidad”.

Pero también estas propuestas tienen su justificación ideológica. Ya la dijo Carlos Menem cuando se propuso como presidente a fin de "gobernar para los niños pobres que tienen hambre y para los niños ricos que tienen tristeza". En el presente, no es a la tristeza de los niños ricos, sino a la tristeza de los empresarios ricos a los que se les quiere devolver la alegría.

Mientras tanto, como dice la vieja milonga candombera:

Siga el baile, siga el baile

De la tierra en que nací

La cumparsa de los negros

Al compás del tamboril.

* El autor es sociólogo y periodista. [email protected]

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