La vejez y sus formas

El verbo añejar está referido al vino o a las comestibles cuando toman el valor de “alterarse con el transcurso del tiempo, ya mejorándose, ya deteriorándose”.

El verbo añejar está referido al vino o a las comestibles cuando toman el valor de “alterarse con el transcurso del tiempo, ya mejorándose, ya deteriorándose”.
El verbo añejar está referido al vino o a las comestibles cuando toman el valor de “alterarse con el transcurso del tiempo, ya mejorándose, ya deteriorándose”.

Nos ponemos a pensar en el paso del tiempo y se nos vienen a la mente diversos adjetivos, que tienen un denominador común, pero que no se aplican de la misma forma ni se utilizan en situaciones iguales.

El más conocido de estos adjetivos es “viejo” que, si se aplica a un ser vivo, significa “de edad avanzada”: “Conservo aún a mi viejo ovejero”. Pero, además, también este adjetivo se aplica a lo que existe desde hace mucho tiempo o perdura en su estado: “Cultivamos una vieja pasión por ese tipo de música”. En otras ocasiones, puede aplicarse a aquello que existió o tuvo lugar en el pasado: “Las clases se desarrollaban en esa vieja casona”. Si se forma la expresión “el viejo” y se pospone a un nombre, se quiere significar que se alude al más antiguo de dos homónimos: “Plinio el Viejo fue célebre por su famosa Historia natural”. También encontramos connotaciones negativas, como “deslucido, estropeado por el uso, de segunda mano”: “Llegó en su viejo Ford”. En el habla coloquial, “viejo” y “vieja” son usados para referirse, respectivamente, al padre o madre de una persona: “Quiso compartir este feriado con sus viejos”.

Como dato enriquecedor, en la lengua utilizamos el sustantivo “señor” que, etimológicamente, significa “más viejo”, como grado comparativo del adjetivo latino “senex”. También usamos muchas veces “sénior”, que escribimos con tilde por ser vocablo grave; este término, cuyo origen es el mismo que el de “señor”, nos llega desde el inglés y alude, principalmente, a los profesionales que tienen más experiencia que otros y también a los deportistas de edad o categoría superior: “Pertenece al equipo sénior del club”. Si bien su plural español es “séniores”, cuando se usa en aposición junto a un sustantivo en plural, se mantiene inalterable: “deportistas sénior” y “miembros sénior”. En estas palabras se está vinculando la mayor edad con la experiencia y la sabiduría, lo que también ocurría en el caso de “senado”, palabra que designaba, originalmente, el consejo de ancianos. También, en griego, estaba el vocablo “presbítero”, que, en el Antiguo Testamento, designaba a un líder anciano, sinónimo de sabiduría.

Otro adjetivo es el conocido “anciano” que indica, según su etimología, al que va delante o que es de antes. Se aplica solamente a las personas de edad avanzada, no a los animales ni a las cosas. Además, “anciano” era también un miembro del Sanedrín. Nuevamente, este último concepto es importante dado que era una asamblea o consejo de sabios, en cada ciudad de Israel, para tratar los asuntos de estado y de religión.

El adjetivo “vetusto”, que en su raíz latina encierra, igual que “viejo”, el étimo “vetus”, se puede aplicar a todo ser o cosa de tiempos remotos: “obra vetusta”, “monumento vetusto”. Por ello se dice también de un período o época, de un lapso o temporada.

Encierra también la idea de antigüedad el adjetivo “arcaico”, cuyo significado es “muy antiguo o anticuado”. Su etimología nos remonta al griego “archaikos” o “relativo a los primeros momentos o tiempos de algo”. Se vinculan al adjetivo “arcaico”, entre otros, términos como “arcaísmo” (lenguaje antiguo), “arcaísta” (persona que usa palabras viejas), “arqueología” (estudio de los orígenes históricos o tiempos más antiguos de las culturas, a través de restos materiales).

Otros adjetivos son “venerable” y “veterano”. El primero se vincula a los ancianos porque se dice del “que merece ser respetado o venerado”: “Se trataba de un vecino venerable”. En cuanto a “veterano”, si bien se le aplica a una persona de edad madura, su significado se extiende a quien ha desempeñado durante mucho tiempo una profesión u oficio y también al que tiene experiencia en una actividad: “Déjeles la solución a los veteranos”.

Hay otros adjetivos, como “añoso” y “añejo”, vinculados por su etimología común, al término latino “annus” (“año”). “Añoso” puede aplicarse a cualquier ser ya que su significado es “de muchos años”: “edificio añoso”, “hombre añoso”, “obra añosa”. “Añejo”, si se aplica a una cosa, significa “que tiene uno o más años”: “vino añejo, tocino añejo”. Coloquialmente, puede referirse a vicios, costumbres, usos, noticias: “Desestime esa noticia añeja”.

Se vincula a este último adjetivo el verbo “añejar” que, referido al vino o a los comestibles, toma el valor de “alterarse con el transcurso del tiempo, ya mejorándose, ya deteriorándose”: “El enólogo aconsejó cómo deben añejarse adecuadamente los vinos”.

¿Y qué hay de “antiguo”? El diccionario nos da los valores que ya conocemos: “Que existe desde hace mucho tiempo”, “Que existió o sucedió en tiempo remoto”. Podemos referirlo a distinto tipo de seres y realidades: “historia antigua”, “construcción antigua”, “antigua leyenda”. Pero, como connotación negativa, puede significar “pasado de moda”: “Lo descartaron por antiguo”.

En escultura y pintura, se llaman “antiguos” los modelos, principalmente escultóricos, legados por el arte griego y romano. Llamamos “los antiguos” a las personas que vivieron en siglos remotos.

El sustantivo “antigüedad” señala la calidad de antiguo, sin connotaciones negativas; en cambio, “antigualla” tiene valores despectivos: se le aplica a todo objeto que ya no está de moda y que carece de utilidad: “Como antigualla, está arrumbado en un rincón”. Asimismo, se considera antigualla toda noticia o relación de sucesos muy antiguos.

Y, por fin, “rancio”, adjetivo rico en acepciones: si se lo atribuye a un alimento graso, significará “ligeramente corrompido por el paso del tiempo y con sabor y olor desagradables”: “Es un queso rancio”. Se le puede aplicar también al vino que ya está añejo: “El vino se había puesto rancio”. Si se le atribuye a una cosa, significa “de larga tradición”, como en “familias de rancio abolengo”; se puede usar despectivamente, para dar idea de anticuado o de propio de épocas pasadas: “Costumbres rancias” y “Salón con olor rancio”.

*La autora es Profesora Consulta de la UNCuyo.

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