Hace 90 años caía un gobierno constitucional

En los días previos a la ruptura institucional, el ministro de Guerra, general Dellepiane logra reunirse con el presidente Yrigoyen. El jefe de Estado no cree que Uriburu esté conspirando “porque fue revolucionario en el 90”. Aún así, le permite a Dellepiane detener a los conspiradores pero dos días después, Yrigoyen ordena su liberación y el ministro renuncia.

Por primera vez, desde la unificación de la Nación, el intento de derrocar por la fuerza un gobierno constitucional, el 6 de septiembre de 1930, es exitoso. Hipólito Yrigoyen, líder de la sublevación militar en 1905, es desalojado del poder. En el siglo XIX fracasaron las revueltas de 1874 y 1880. La revolución del 90 y las sublevaciones radicales de 1892 y 1893, también fueron sofocadas por el gobierno constitucional. Los 68 años de presidencias, que lograban completar sus mandatos daban una sensación de estabilidad, con el agregado de los progresos logrados en el desarrollo económico y social.

Yrigoyen en 1928 tuvo un triunfo contundente, pero dos años después, ese capital político se había esfumado, como lo muestran los resultados de las elecciones legislativas de 1930. La crisis económica mundial cuya secuela es una depresión que dura varios años influye, como el desgaste del gobierno y la aparición de movimientos nacionalistas inspirados en el modelo de las dictaduras europeas como las de Primo de Rivera, Mussolini y Oliveira de Salazar.

Las conspiraciones son dos: una encabezada por el general Agustín P Justo, el ministro de guerra de Alvear, busca una solución institucional, como la del 90, desplazar a Yrigoyen pero manteniendo la legalidad. La otra, orquestada por el general José Félix Uriburu, influenciada por nacionalistas como los hermanos Irazusta y Leopoldo Lugones, busca el cambio institucional.

El clima político era de confrontación. El Congreso no es convocado a sesionar a pesar que el gobierno tiene mayoría en la Cámara de Diputados. En los municipios bonaerenses en los que ganan los conservadores no se les entrega el gobierno comunal y en Mendoza es asesinado Carlos Washington Lencinas, opositor al presidente como lo fue su padre.

Yrigoyen en este mandato, a diferencia de la primera presidencia, nombra a un militar, el general Dellepiane, como ministro de guerra. Este general, tuvo a su cargo la represión de la llamada semana trágica de 1919. Era totalmente leal al gobierno y los mandos con tropas le respondían. Estaba al tanto de las conspiraciones y ejercía vigilancia sobre los complotados. Pero le costaba llegar al despacho presidencial. El ministro del interior Elpidio González minimiza el peligro, y esa opinión la compartía el jefe de la policía, tratado por Dellepiane como un inútil.

En los días previos a la ruptura institucional, Dellepiane logra reunirse con el presidente. El jefe de Estado no cree que Uriburu esté conspirando “porque fue revolucionario en el 90”. Aún así, le permite a Dellepiane detener a los conspiradores pero dos días después, Yrigoyen ordena su liberación y el ministro renuncia.

Se suceden manifestaciones opositoras y estudiantiles y hay incidentes. Con la renuncia del general Dellepiane, los dos grupos conspiradores se unifican y reciben el apoyo de diputados radicales antipersonalistas, conservadores y socialistas independientes. Un grupo de diputados en la madrugada del 6 de septiembre arriba al Colegio Militar para sumarse a la rebelión. El jefe de la misma, el general Uriburu, solo logra sublevar al Colegio Militar y a dos escuadrones de caballería. El jefe de campo de mayo espera órdenes para actuar. La columna sale para Buenos Aires y es aclamada por la población.

Yrigoyen había delegado el mando, por enfermedad, el cinco. El vicepresidente Enrique Martínez se instala en la Casa Rosada y el ministro del Interior, Elpidio González, a cargo del de Guerra, en el arsenal de guerra. En esos cuarteles está el Inspector general del Ejército: el general Severo Toranzo, cuenta con diez mil hombres para reprimir pero ni Martínez ni Elpidio González dan la orden de hacerlo. Así un movimiento condenado al fracaso, concluye con el ciclo de estabilidad institucional e inicia el de la inestabilidad.

Uriburu pierde popularidad rápidamente, sus planes políticos no tienen eco, y debe convocar a elecciones que gana el general Justo.

Lo posibilita la actitud del radicalismo de abstenerse ante el veto a la candidatura de Alvear, a pesar que Yrigoyen era partidario de concurrir a elecciones con la candidatura de Vicente Gallo y haber recibido garantías de ser respetadas, en caso de triunfo.

* Miembro de número del Instituto Argentino de Historia Militar - Miembro de número de la Academia Argentina de la Historia

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