En un par de días se cumple un nuevo aniversario de la muerte de Juan Vucetich, creador del sistema de clasificación de huellas digitales. Había nacido en Lessina, Croacia, el 20 de julio de 1858 pero era argentino por adopción.
En 1891, siendo empleado de policía de la provincia de Buenos Aires, puso en práctica su estudio sobre identificación, y estableció la Oficina Dactiloscópica.
Hasta entonces, para “averiguar la verdadera identidad de los criminales, se habían ideado muchos procedimientos, a cual más ingenioso; pero no pasaba mucho tiempo sin que los delincuentes diesen con el modo de volver a la confusión antigua.
Era menester dar con un procedimiento estrictamente científico.
El señor Juan Vucetich, funcionario de la policía de Buenos Aires, dio con él: la dactiloscopia, es decir, el régimen de la impresión digital.
Partió el señor Vucetich de la base do que no hay dos personas que tengan perfectamente iguales las rayitas de los mismos dedos de la misma mano; de consiguiente, no puede haber dos impresiones digitales iguales.
La práctica ha demostrado que es el mejor y más seguro sistema de identificación hasta ahora”, señalaba la Revista Caras y Cartas al realizar su obituario.
El descubrimiento del croata lo llevó por diversos rincones del planeta, incluyendo Asia. En Pekín enseñó dactiloscopia a jueces y altos funcionarios de aquellas zonas, por entonces muy lejanas desde lo comunicacional.
Su influencia también fue inmediata en Occidente. En Francia, por ejemplo, se suplantó el autóctono sistema Bertillón por el suyo. Aquél consistía en un método de identificación de personas que se basaba en el registro de las medidas de diversas partes del cuerpo, algo que generó más inconvenientes que soluciones puesto que muchas personas podían ser compatibles.
Luego de visitar numerosos países regresó a Argentina, donde se le pagó bastante mal, para variar.
Aun así no bajó la guardia. En La Plata fundó el “Registro Genético de Identificación de las Personas” y trabajó en la solución de crímenes que pudieron resolverse gracias a su enorme aporte. También se dedicó a la investigación, incluyendo temas tan complejos como el suicidio en Buenos Aires desde lo estadístico.
Sus triunfos le acarrearon fama y, consecuentemente, envidias.
Dicen que se despidió de este mundo con cierta amargura. Murió en Dolores, Buenos Aires, el 25 de enero de 1925.
Justamente en dicho pueblo, se condenó por primera vez a alguien basándose en las pruebas otorgadas por las huellas dactilares. Fue en 1892 a una madre que mató en Necochea a sus dos hijos para no entregárselos al padre.
“La muerte de hombres, de funcionarios de las condiciones del señor Vucetich es muy sensible -expresó la citada revista porteña-; pero les sobrevivirá siempre la memoria de sus méritos, asegurándose la estimación y el respeto de los que vienen después de ellos, a quienes su recuerdo sirve de edificante ejemplo”.
Hoy hemos contribuido humildemente a dar veracidad a aquellas palabras.
*La autora es Historiadora.