Un jurado en el condado de Kanawha, en Virginia Occidental, Estados Unidos, ha declarado culpables a Jeanne Kay Whitefeather, de 62 años, y a Donald Lantz, de 63, por tráfico humano, trabajo forzado y abuso infantil hacia sus cinco hijos adoptivos.
El terrible crimen ocurrió en Estados Unidos. La pareja mantenía a los niños encerrados en un granero y los forzaba a trabajar en condiciones extremas.
Un jurado en el condado de Kanawha, en Virginia Occidental, Estados Unidos, ha declarado culpables a Jeanne Kay Whitefeather, de 62 años, y a Donald Lantz, de 63, por tráfico humano, trabajo forzado y abuso infantil hacia sus cinco hijos adoptivos.
La pareja, que adoptó a los niños desde un refugio para menores en situación de calle, les obligaba a realizar arduos trabajos en una granja, los mantenía encerrados en un granero y les imponía castigos físicos severos, según informa el 'Daily Mail'.
La sentencia, que se dictará el 19 de marzo, podría implicar una pena de hasta 215 años de prisión para Whitefeather y hasta 75 años para Lantz.
Whitefeather y Lantz adoptaron a los niños mientras residían en Minnesota, y en 2018 se mudaron a una granja en Washington. En mayo de 2023, se trasladaron a Virginia Occidental, donde los menores, de entre 5 y 16 años, vivían.
La situación fue descubierta por los vecinos, quienes alertaron a la policía en octubre de 2023 al ver a Lantz encerrando a dos de los niños en un granero antes de salir de la casa. Cuando los agentes llegaron, tuvieron que utilizar una palanca para liberar a los menores. En el interior de la vivienda hallaron a una niña de 9 años en condiciones deplorables y llorando.
Además, pasaban días sin poder ducharse y eran forzados a dormir en el suelo. Su alimentación se limitaba a sándwiches de mantequilla de maní y, en ocasiones, comían las sobras de las comidas anteriores.
Durante el juicio, la hija mayor, ahora de 18 años, relató los abusos psicológicos que sufrió. Contó que su madre adoptiva les obligaba a permanecer de pie durante horas sin moverse y que, si desobedecían alguna orden, eran rociados con gas pimienta. Además, uno de los niños fue castigado por no responder a su padre.
Los menores también eran insultados con comentarios racistas, ya que ellos eran negros y sus padres eran blancos. La hija mayor testificó que Whitefeather los llamaba "sucios" y se negaba a comer en los mismos platos que los niños.
Los abogados de la pareja intentaron justificar su conducta, alegando que solo buscaban disciplinar a los niños y que las tareas en la granja eran una forma de enseñarles responsabilidad. No obstante, la fiscalía refutó esta defensa con pruebas sólidas, que incluían testimonios de los propios menores y mensajes incriminatorios.
Tras el arresto de la pareja, los cinco niños fueron puestos bajo la custodia de los servicios de protección infantil. Uno de los niños, quien sufrió un grave daño psicológico debido a la situación, está actualmente en tratamiento especializado en un centro psiquiátrico.