Memoria y presagio - Por Jorge Manzitti

Memoria y presagio - Por Jorge Manzitti
Memoria y presagio - Por Jorge Manzitti

En enero morosamente se conmemoró el ataque al Regimiento de Azul por el ERP, 44 años después.

Exáltase la lucha armada de los setenta, como si no hubiera sido subversiva. Como si en los sesenta no hubieran nacido focos guerrilleros en el norte argentino, gobernando Frondizi; concretándolos contra Illia. Como si el asalto de Azul no hubiera acontecido presidiendo Perón.

Instaron una "Sierra Maestra” en Salta ("una Cuba en Argentina", decía el Che), durante los gobiernos de Frondizi e Illia. Sedición armada para imponer el colectivismo, con cooperación de combatientes cubanos. Tanto fracasaron que decidieron olvidarlo. Durante gobiernos militares, apuntalados desde el exilio por Perón, persistieron.

Quince años después Cámpora, ambiguo delegado de Perón, asumió agasajado por gobiernos comunistas de Chile y Cuba (impidiéndole asistir al norteamericano); liberó todos los presos, entre ellos 1.800 terroristas condenados en debidos procesos judiciales.

Retornado, Perón reclamó el desarme. Firmenich respondió: "En la boca de nuestros fusiles está el poder" (plagio a Mao); asesinaron a Rucci, su brazo sindical. Luego, las organizaciones subversivas unidas declararon la "guerra  intermitente" oficializando la guerra civil.

Los infiltrados, sediciosos contra el poder legítimo, prosiguieron secuestrando, asaltando cuarteles, asesinando soldados, policías, sindicalistas y hasta combatientes propios dubitativos (el Padre Mugica). Financiados con robos y extorsiones, despacharon (por "izquierda") millones de dólares excedentes a Cuba, en valijas diplomáticas. Pródigo, Perón enviaba (por "derecha") camiones, tractores y maquinaria agrícola; millonario préstamo incobrable (U$S 2.300 millones actuales) a Castro...,  un auténtico felón.

Perón, remiso a involucrar al Ejército, designó un comisario especializado en subversión y reprimió parecidamente. Después del ataque de Azul, directamente creó el Consejo de Seguridad ordenando el exterminio.

Balbín y Perón habían depuesto antinomias. Fallecido Perón, la interna peronista se intensificó: bombas, ataques al Ejército, atentados a civiles y policías, ocupaciones de radios y pueblos, extorsiones millonarias secuestrando empresarios, cárceles del pueblo y asesinatos. Entrenadas en Cuba, las ramas terroristas comulgaron declarando oficialmente su "guerra intermitente": ortodoxos (ERP) y heterodoxos (Montoneros) unidos. El peronismo clásico repelió idénticamente.

La guerra civil se entrelazó con el hiperinflacionario desgobierno de la viuda de Perón; hasta los democráticos esperaban el golpe militar.

Le iba al encuentro una mayoría aterrorizada; el resto consintió aliviado. Las FFAA -como Francia en Argelia- exploraron la guerra, creyéndola meramente militar. Declamaban occidentalismo pero, negando derechos individuales, cometieron crímenes atroces. Vencieron militarmente, fracasaron políticamente.

Malogrado el truco trágico de la guerra de Malvinas, abdicaron, derrotadas militar y políticamente.

Pasados los democráticos Alfonsín, Menem y de la Rúa -escorada la UCR, nave insignia de la clase media-, Kirchner atrajo aquella violenta "juventud maravillosa" al experimento "democrático". Redimiendo la amnistiada subversión, perpetuó los juicios a militares, anulando sus leyes extintivas.

Ensayaba su nacional socialismo. Tan ambigua fue la transversalidad propuesta, que adhirieron desde Cobos a Seineldín. Aquellos pajes de Cuba (lacaya de la URSS, en guerra fría), volvieron a disfrazarse de peronistas: "Total el viejo de mierda murió". Ese campo orégano, exacerbó revanchas.

Refractarios al individualismo de la revolución francesa, mutaron los derechos individuales a humanos, para beneficios pecuniarios y políticos. La imprescriptibilidad del genocidio perpetuó negocios y clientela, mientras con propaganda y extorsión estatal apocaban disidencias. Mutilando la verdad atropellaron la única memoria cierta (Conadep) y legislaron triplicar desaparecidos obligatoriamente. Haciendo "políticamente incorrecto" repudiar al comunismo (desmerecido Borges, consecuentemente), empinaron el tobogán de su batalla cultural (Gramsci) creando la Secretaría del Pensamiento Nacional y Popular, propaganda ideológica estatal; Göebbels, un poroto.

Los reivindicados, indistintamente (ERP, marxistas; Montoneros, pseudo peronistas), sin arrepentirse, siguen despreciando la república; por burguesa. Sedientos de reivindicación, maldicen las conciliaciones.

Profetizan un teorema histórico determinista; en la fatal predicción (adivinadora e interpretativa) glorifícanse como "vanguardistas progresistas".

¿Sus adversarios?, simples reaccionarios. Tan suprimibles que exigen "que se vayan". Postergando la libertad de opinión para cuando todos pensemos igual, confunden Gobierno con Estado, Publicidad con Propaganda, gubernamental (6,7, 8).

No aceptan su derrota electoral. Tampoco atinan con Macri, etiquetándolo de fascista y neoliberal. Con tan inconciliables epítetos, no logran describirlo; “Higuaínes” del diccionario político argentino.

Macri encara homeopáticamente la reforma económica -con su tenue liga, ligada por la pavura-, sin depuración judicial, casi sin discurso. Sus votantes apoyan aprehensivamente El peronismo racional deambula. Mientras, la oposición extrema, proverbialmente apocalíptica, preconiza el caos destituyente.

Quejándose de ninguneo, los radicales olvidaron su fiscalización republicana, traicionando su destino manifiesto (se la birló Carrió).

El gobierno, liberal-gradualista, acerca el déficit fiscal al colapso. El peronismo…  recalculando.

Kirchner dilapidó los únicos cuatro años -en ochenta- de superávit fiscal y comercial; aumentó gasto público e impuestos, clientelarmente.

Ya deficitario, Kicillof estiró benevolencias, dinamitando futuros. Imposibilitada constitucionalmente Cristina Fernández designó a Scioli, previendo que gobernaría su vice, Zannini; proponía el antiguo drama de izquierdas y derechas peronistas.

Si no has sufrido la incandescencia de la crisis, cualquier ajuste es repudiable.

No sin inmisericordia, Espert insiste: No habrá cura de esta adicción sin abstinencia (y síndrome). Demorar ajustes alentará el déficit, que dolorosamente les hará la crisis automáticamente.

¿Volverán los setentistas? De suceder, intuyo una izquierda extremista arguyendo el fiasco del liberalismo, justificando la violencia.

Los que proponen menos libertad, se tientan con la vía armada.

No borraron con relato ni con leyes, cicatrices de estandartes abusivos.

Aunque… no veo puertos para tan encanecidas esperanzas, ni ideas nuevas para sus banderines, discípulos fanáticos habrá siempre.

Después del naufragio, asoman entre las olas, enronquecidos de lemas ortodoxos. Rectilíneos en sus dogmas, aprendidos de impiadosos maestros, tacaños con la historia.

¿Volverán?

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