Mascarillas sí - Por Rosa Montero

La humanidad se divide en dos grupos: la gente empática, que usa mascarilla, y los egocéntricos, que van a cara limpia.

Mascarillas sí  - Por Rosa Montero
Mascarillas sí - Por Rosa Montero

He tenido una revelación. En realidad la humanidad no se divide entre ricos y pobres, blancos y negros, mujeres y hombres, derechas e izquierdas, tirios y troyanos y demás oposiciones binarias. No. La gente se divide entre los que llevan mascarilla y los que no la llevan. Un tema candente que me saca de quicio.

Me temo que la pandemia nos tiene a todos de los nervios, con el espíritu erizado y la paciencia escasa. Por ejemplo, este artículo me va a salir regañón y refunfuñante, cosa que no me gusta. Pero voy a soltar la prédica para desahogarme un poco y así no matarlos, porque a veces veo rojo y es lo que ansiaría hacer, matar al montón de corredores que pasan justo a mi lado resoplando como hipopótamos en celo y sin mascarilla, algunos incluso escupiendo en el suelo; o a las vecinas adolescentes que bajan en el diminuto ascensor sin mascarilla y hablando por el móvil. O a los que te empujan en una góndola del súper e inclinan la cabeza para mirar los productos poniéndola justo al lado de tus narices, y esto lo hacen, ¿saben cómo?, pues sí, también sin mascarilla.

Lo de las mascarillas ha sido una desgracia desde el primer momento. Ya es lamentable que tengamos una economía mundial que sólo se rige por el dinero, lo que conduce a situaciones tan demenciales como que un país se dedique al monocultivo y pierda su biodiversidad, o que todo Occidente delegue la fabricación de mascarillas a los asiáticos porque salen algo más baratas. De ahí que, cuando surgió como un incendio la pandemia, tanto la OMS como los médicos y políticos occidentales desaconsejaran su uso para los ciudadanos. Supongo que muchos lo harían por desconocimiento, pero también creo que nos engañaron. No había suministros y obviamente hubo que priorizar a los sanitarios; por otro lado, decir a la población que les vendrían bien unas mascarillas que no podían obtener hubiera creado una alarma social insoportable. Entiendo que mintieran, la verdad.

Lo que no entiendo es que ahora no sean claros y que no impongan su uso (al menos es así mientras escribo este texto, 15 días antes de publicarse). Numerosos estudios (como el NHK World Report de Japón o el de la Universidad Tecnológica de Eindhoven) han demostrado que la covid-19 se contagia a través de microgotas que las personas emiten al hablar o al respirar con fuerza; y esas microgotas se esparcen a metros de distancia y pueden permanecer suspendidas en el aire, en sitios cerrados como un ascensor, durante horas. En cuanto a la calle, si caminas a 4 kilómetros por hora vas soltando una estela contagiosa de cinco metros de larga. Correr a 14 kilómetros por hora deja un rastro de 10 metros. Cuanto más deprisa, más cola de microgotas: los ciclistas, 20 metros. Si a esto le añadimos que a los

lados hay que dejar un mínimo de metro y medio, queda claro que, en ciudades, debes protegerte: “Ponte la mascarilla siempre que salgas a la calle”, dice el catedrático Alberto Torres, portavoz de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene.

Las mascarillas no son la panacea; hay que seguir teniendo cuidado y lavarse mucho. Pero sin duda rebajan de manera drástica los contagios. Un estudio chino sobre la epidemia de SARS de 2003 demostró que llevar siempre mascarilla fuera de casa disminuía en un 70% las posibilidades de enfermar.

Y ahora viene la parte que más me desespera: las mascarillas normales no protegen al usuario, sino a los demás del posible contagio del usuario. Es un sistema que se basa en la solidaridad y la corresponsabilidad: me la pongo para cuidar de ti. De modo que esos chulitos que van tan felices a morro descubierto no es que sean más valientes. No. Son unos descerebrados que nos están poniendo en riesgo a los demás, a los que sí llevamos mascarilla y cuidamos de ellos. En fin, quiero creer que hay bastantes que aún no se han enterado, porque las autoridades, como dije, no están siendo claras (mal hecho). Pero sin contar a estos, que se enmendarán, es obvio que la humanidad se divide en dos grupos: la gente empática y civilizada, que usa mascarilla, y los egocéntricos y maleducados que van a cara limpia y que seguro que son los mismos que aparcan en los sitios reservados para discapacitados, por ejemplo. Ya me entienden. Gente de esa. —eps

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