Hay vida después de Lionel Messi: la Selección Argentina tuvo brillo y jugó 52 minutos de ensueño sin la magia del Diez

Con una exhibición de fútbol moderno en su máxima expresión, la Selección bailó a Paraguay y debió golearlo. El campeón del mundo sigue siendo un equipo solidario y mantiene el hambre de gloria. Y lo mejor de todo es que en los 52′ sin Messi (y Di María), jugó uno de los mejores partidos de la era Scaloni.

Hay vida después de Lionel Messi: la Selección Argentina tuvo brillo y jugó 52 minutos de ensueño sin la magia del Diez
La formación de la selección que arrancó el partido ante Paraguay. (Fotobaires).

La pelota corre de un lado hacia el otro a ras de piso mientras sus intérpretes vuelan y se organizan y se asocian alrededor de la pelota en no más de 30 metros entre las tres líneas del equipo. Hay una enorme solidaridad de todos en la recuperación tras pérdida, hay rotaciones para no fijar, hay triangulaciones en diferentes sectores de la cancha y superioridad numérica en las zonas donde se ganan y se pierden los partidos.

Argentina es un relojito que no detiene nunca su marcha, que nunca se altera ni pierde la paciencia hasta estirar, ablandar y perforar a su rival. Es un equipo ancho u horizontal cuando lo pide el momento, y es profundo y vertical cuando la lectura de la situación de juego pide serlo.

La Selección es una máquina de descubrir, generar e inventar espacios aunque el rival decida abroquelarse en los últimos 30 metros de su campo e intente cerrar líneas de pases.

La Scaloneta tiene intérpretes (Molina, Mac Allister, De Paul, Enzo, Nico González, Julián y Lautaro) que por su versatilidad para adaptarse a diferentes posiciones en el campo, son capaces de despanzurrar el entramado defensivo de un adversario que llegó al Monumental con la consigna de recuperar el balón en su campo y apostar al contragolpe a través de la velocidad de los rapiditos Almirón y Sosa.

Y por si todo lo anterior fuera poco, Otamendi y Cuti Romero conforman un tándem que posiciona al equipo con la línea defensiva bien alta donde los anticipos y la ferocidad para deglutir a los delanteros rivales son el primer eslabón del fútbol que se genera desde atrás.

Cuando ellos fallan, como pasó en el minuto 51 del partido, en la única llegada clara de Paraguay en todo el partido, está el enorme Dibu Martínez -que sigue en modo Mundial- para ahogar el empate a Ramón Sosa.

Argentina domina, respeta, es solidaria y sus jugadores, que hace casi diez meses tocaron el cielo con las manos en Qatar, no paran de correr y de jugar como si no hubiesen ya conquistado América y el mundo. Pasó el tiempo, el plantel se renovó con algunos nombres que aportan su frescura, pero lo más importante es la Selección jamás perdió su esencia y humildad.

Cada vez que Argentina juega es un acontecimiento único donde la gente disfruta el hecho mucho más allá de los nombres. Lo individual siempre está al servicio del equipo, y eso se nota en el concierto de aplausos que se ha convertido el Monumental, hoy más parecido al Colón que a un estadio de fútbol.

Tanto se habló -y con razón- de que había que armar un equipo alrededor de Lionel Messi, que el jueves quedó en evidencia que un equipo que tiene a Leo como su jugador fetiche puede prescindir de su magia para someter a un adversario que siempre complicó a Argentina en las Eliminatorias, mucho más en el Monumental, donde la Selección no vencía a los guaraníes en dicha competencia desde 2013.

Los 52 minutos sin el capitán en cancha fueron realmente brillantes. Scaloni y sus jugadores desbloquearon el nivel de dar cátedra sin Messi ni Di María en cancha. En la altura de La Paz, sin el mejor del mundo, ya había mostrado atisbos de la jerarquía potenciada de un equipo que no para de crecer acumulando récords y desafíos a su currÍculum vitae.

La historia dirá que un 12 de octubre de 2023, Argentina se recibió de equipazo, confiable, atildado y comprometido con la causa de encontrar un plan B para el día después de mañana, cuando la magia del Diez ya no esté entre nosotros y haya que buscar otras razones para seguir disfrutando de la selección.

El uno por uno de la Selección Argentina vs. Paraguay

Emiliano Martínez (7): Como un arquero de equipo grande, respondió en la única situación en la que fue llamado. En el inicio del ST, cuando Ramón Sosa metió la diagonal y remató cruzado, Dibu alcanzó a desviar el balón con sus piernas. No recibe goles desde la final del Mundial y se convirtió en el arquero de mayor invicto en la Selección Argentina, superando el récord del Mono Burgos.

Nahuel Molina (8): Gran partido del lateral derecho. No se equivocó nunca con la pelota y se sumó al circuito de juego con los volantes casi como un interior más. Inteligencia para leer el momento justo de pasar al ataque como un extremo por derecha. Aportó sorpresa y precisión en los centros. Un arma fundamental del ataque de la Scaloneta.

Cristian Romero (7): El He-man de la Selección se hizo notar nuevamente con su presencia y oficio con oficio y calidad, borró del mapa a Bareiro y se ganó la ovación. Impasable en el juego aéreo también.

Nicolás Otamendi (7): El capitán del equipo dejó a todos sin aliento al anotar un impresionante gol de volea por encima de la cintura. Su destreza en la ejecución lo llevó a convertir su primer gol en siete años, mostrando agresividad para marcar territorio y motivar al equipo. A pesar de esta hazaña, mostró dificultades en el mano a mano con Sosa.

Nicolás Tagliafico (7): Sin profundidad en ataque porque Nicolás González no le abrió huecos, inteligente en lo posicional, con pases precisos, oportuno en los anticipos y siempre activo para recuperar rápido tras pérdida. Levantó una ovación en el ST tras una recuperación en retroceso.

Rodrigo De Paul (8): Un motorcito que hace jugar a todos y marca los tiempos del equipo. Autor intelectual de la asistencia con un centro perfecto a Ota en la jugada preparada del 1-0, estrelló un remate en el palo y casi tiene revancha con otro remate que se fue apenas ancho. Cerrado como interno, aportó superioridad numérica en la presión del medio ante Sánchez y Campuzano. Clave.

Alexis Mac Allister (8): La figura de la noche. El eje por donde pasó todo el juego de Argentina. Como 5 más posicional que en el Mundial, mostró una precisión increíble a la hora de filtrar pases y hasta se animó a tirar un par de lujos. Un relojito con sentido táctico para auxiliar a todos y ser el eslabón de la generación de juego.

Enzo Fernández (7): Más suelto que de costumbre para ser un volante más creativo que de marca (como en su antigua posición en River y Defensa y Justicia) fue muy efectivo en la presión y aportó desorganización en ataque. En el ST le dejó su lugar a Leandro Paredes.

Nicolás González (6): Intenso, veloz, punzante y profundo, pero sin eficacia en la definición. Lo mató la ansiedad a la hora de darle un pase a la red en dos remates cruzados que besaron el poste izquierdo. No aporta ni genera lo mismo Di María, pero es un buen valor de recambio y si se tranquiliza en el toque final, será más importante aún.

Julián Álvarez (7): Indetectable para la defensa paraguaya, fue muy importante con su movilidad y presión en los últimos metros de la cancha. Se complementó muy bien con Lautaro Martínez en el rol de segundo punta y nace una sociedad que puede darle réditos a la Selección Argentina. Dejó la cancha por Messi, pero no estaba para el cambio.

Lautaro Martínez (6): Aislado del circuito de juego por momentos aunque con su habitual instinto goleador, insistió hasta el final, pero no pudo cortar con la sequía que lo tiene a maltraer desde antes de Qatar. Le bloqueron una media vuelta de derecha tras un centro atrás de Julián y otro remate en el ST se fue apenas alto.

Lionel Messi (7): Menos de 40 minutos le bastaron para mostrar lo que representa para este equipo. En un par de apariciones de pelota parada, hizo temblar el ángulo (era olímpico) y el palo derecho de Coronel. No está en plenitud física, pero con la pelota sigue marcando la diferencia.

Leandro Paredes, Giovani, Lo Celso y Lucas Ocampos jugaron muy poco tiempo para ser calificados.

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