Legrotaglie, el hombre que supo motivar a sus compañeros con una orquesta musical

Víctor dejó un legado inigualable por estas latitudes. Considerado el mejor jugador mendocino de todos los tiempos, tiene récords que todavía no fueron alcanzados y una gran cantidad de historias que lo convirtieron en único. Acá, una de ellas.

Descanse en paz, Maestro. / Gentileza: Prensa Gimnasia y Esgrima.
Descanse en paz, Maestro. / Gentileza: Prensa Gimnasia y Esgrima.

El respeto, ante todo. Esa palabra siempre fue una marca registrada de Víctor Antonio Legrotaglie. No por nada donde él estaba, la gente se acercaba para sacarse una foto, pedir autógrafos o simplemente saludarlo. Así fue el “Maestro”. Una persona muy querida en todos los clubes de nuestra provincia y en el resto del país. Un personaje único para sus tiempos de plenitud e irrepetible, como lo fueron otras grandes personalidades del deporte argentino como Diego Armando Maradona, Alfredo Di Stétano o Juan Manuel Fangio y más acá en el tiempo Emanuel Ginóbili, Gabriela Sabatini, Guillermo Vilas, Juan Martín Del Potro y todos sus contemporáneos del tenis nacional, Lionel Messi, entre tantos otros.

El “Víctor” era puro carisma. Como supo divertirse en un campo de juego, también lo hizo en su vida personal. Recuerdo uno de los tantos asados que compartimos. En uno de los homenajes que Los Andes hizo a las “viejas glorias” del fútbol provincial, en la otrora Quinta de Abate, se puso a contar historias y travesías que transitó a lo largo de su carrera como futbolista. “La vida es para vivirla”, decía mientras el resto de los presentes esbozaban sonrisas por lo que escuchaban. Semblanzas con una riqueza vivencial que ni siquiera el mejor escritor del planeta podría haber reflejado en palabras y con precisión, lo que Legrotaglie contaba.

Uno de esos tantos relatos que marcó a fuego lo que era el fútbol de esos tiempos, tiene que ver con el día en que llegó a un camarín con una orquesta musical. “Nadie lo podía creer”, nos dijo durante la sobremesa, mientras aquellos que no lo conocíamos tantos, escuchábamos con mucha atención, en tanto otros exponentes, no hacían otra cosa que reírese. “Fui con unos muchachos que hacían música. En los nacionales y estuvimos tres años invictos. Yo llegaba de traje y con la orquesta de los hermanos Rosales, con contrabajo y bandoneón entrábamos al camarín, me subía a la camilla y me ponía a bailar y todos cantaban”, recordaba. ‘Hoy Mendoza está de fiesta, vino el Víctor con su orquesta’. No eran payasadas, si una fuerza anímica importante, nosotros éramos punteros y jugábamos a cancha llena. Una vez jugábamos con River, yo quería distender a mis compañeros, para que jugáramos tranquilos, y llegué con la orquesta. La alegría es lo importante, hay que transmitir eso a los compañeros”, agregó.

Hace unos años, en un partido de su querido Gimnasia y Esgrima, mientras caminaba rumbo a la zona de vestuarios del estadio que lleva su nombre, había casi un simposio a mitad de camino. Me detuve y quién era en orador. Nada menos que el “Víctor”. Rodeado de unas diez personas, Legrotaglie decía: “En nuestro tiempos el director técnico era un compañero y uno se hacía amigo con él”. “El fútbol ha cambiado tanto en estos tiempos que en la actualidad las charlas técnicas arrancan a principio de semana y continúan los días posteriores. Por ahí tanta información al jugador no le hace bien. El fútbol es simple, más allá de cuestiones tácticas. Hoy todo pasa por el orden. Los jugadores no parecen tales, son máquinas de hacer ejercicios tácticos y sinceramente así no se juega. Siempre cuento una anécdota divertida para estos tiempos, pero que fue real. Cuando dirigí Gimnasia había un pizarrón en el camarín, un día me fui a una escuela y lo doné. Fue tremendo el lío que se me armó, pero les dije a los dirigentes que el fútbol es practicidad. Les pregunté ustedes qué quieren. Lo estructurado no es lo mío. Me conocen muy bien. Hubiesen buscado a otro si necesitan un profesor que haga las veces de entrenador, yo soy maestro pero del fútbol”.

Como esta, mil historias. De las buenas, de esas que son ejemplificadoras, y otras tantas que son y serán pura diversión para sus contemporáneos. No tanto para aquellos que no pudimos disfrutar presencialmente de su magia, aunque a más de uno de aquella planta de Más Deportes lo haya puesto en ridículo con una finta o “caño”. Así fue el “Víctor”. Un hombre que en su etapa de apogeo supo desechar ofrecimientos como los del Real Madrid de España, Inter de Italia o el famoso Cosmos de los Estados Unidos que quiso armar un Dream Team junto con Alfredo Di Stéfano, Pelé y Franz Beckenbauer, quien si llegaron a ese equipo en los últimos pasos de sus carreras. “Cuando vinieron del Real Madrid, lo hizo el cónsul de España y me regaló su reloj de oro, me dijo ‘Tú ya eres jugador del Real’. Otra vez llegaron con unas valijas llenas de plata, querían que me fuera. Pero no. Eso no era para mí”, contó más de una vez.

Su hazañas futbolísticas son irrepetibles, cuentan quienes tuvieron la dicha de disfrutarlo -y sufrirlo- en una cancha de fútbol, diferente para aquellos que solamente pudimos sentarnos frente a una pantalla, a ver pocas imágenes de su magia o, simplemente, a escuchar a nuestros mayores contar historias de lo que Legrotaglie supo hacer con una pelota en sus pies. El “Víctor” nació para ser leyenda. Vivió como quiso, como mejor le salió, pero siempre respetando al prójimo, aunque eso en una campo de juego pudiera significar que se “burlaba” de sus oponentes, como esa vez donde un árbitro le pidió que dejara de tocar porque la gente se iba a enloquecer en un Gimnasia 5-San Lorenzo 2 en Buenos Aires, o una parecida que se dio en Tucumán, cuando a los jugadores blanquinegros les tiraban naranjas por el “baile” que les pegaban a sus rivales. Legrotaglie, cuenta, que en esa oportunidad le cayó una naranja cerca, empezó a hacer jueguitos y la devolvió de taco a la tribuna, esa acción hizo que la gente lo aplaudiera de pie. Eso fue el “Víctor”. Descanse en paz, ¡Maestro!.

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