La ejemplaridad de don Elpidio González

Los argentinos, perplejos, vemos desfilar ante nuestros ojos numerosos casos de corrupción, cuyos efectos aún no han sido mensurados en todo su alcance. Sabemos que empobrece, embrutece, destruye el tejido social y hasta mata.

Hay, además, otras secuelas vinculadas a los valores éticos y morales no tan fáciles de resolver; necesitan tiempo, educación y ejemplaridad.

La “educación”, largo camino, es una empresa moral transmisora de habilidades y valores que apuntan a la realización personal y colectiva.

A la vez, iguala las oportunidades en el marco de las llamadas políticas compensatorias (ingresos, distribución de bienes, etc.).

La ejemplaridad, a la que debemos aspirar todos, comienza por las prácticas de los dirigentes políticos, sociales, empresariales, etc.

Se ventila impúdicamente en el ejercicio del poder la institucionalización de la corrupción, el nepotismo, el clientelismo, el peculado obsceno que corroe.

Se suma la exhibición de una opulencia ofensiva.

Ante la bochornosa exposición de los oportunistas cleptócratas -acaso porque transito con frecuencia por la calle que lleva su nombre, sin excluir a otros tantos- se me representó la figura de Elpidio González, un paradigma a seguir.

Fue jefe de Policía, ministro de Guerra y vicepresidente de la Nación, y salió con deudas después de haber ejercido tan altas funciones; es más, terminó vendiendo anilinas Colibrí para sostenerse.

En oportunidad de ofrecerle la pensión vitalicia respondió: "No, yo no puedo aceptar eso. Hay que servir a la Nación con desinterés personal y después disfrutar el honor de haber sido presidente o vice. No se puede exigir al Estado que nos mantenga con altos sueldos vitalicios. Confío en poder sobrellevar la vida con mi trabajo, sin acogerme a la ayuda de la República, por cuya grandeza he luchado. Si alguna vez he recogido amarguras y sinsabores me siento reconfortado con creces por la fortuna de haberlo dado todo por la felicidad de mi patria". 

Señala el valor del trabajo como integrador de la dignidad humana y la vocación de servir.

Todo un arquetipo, probo hasta el final.

¿Qué ejemplo debemos buscar? ¿El de los pícaros que capitalizan las deudas sociales en su propio interés y expoliaron los dineros públicos estafándonos moralmente?

Por estos tiempos ya no puede caber la menor duda.

Alfredo Gustavo Quaglia
DNI 8.107.096

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