Uva en fresco: una temporada con bajas expectativas de exportación y foco en el mercado interno

El bromurado que exige Brasil y la escasa rentabilidad al liquidar hace que muchos busquen otras estrategias. Críticas al mercado informal.

Por la pandemia la opción de enviar la mayor parte de la producción a Brasil este año se aleja, sin embargo, el mercado interno aparece como opción, aunque con precios menores.
Por la pandemia la opción de enviar la mayor parte de la producción a Brasil este año se aleja, sin embargo, el mercado interno aparece como opción, aunque con precios menores.

Con un dólar pisado y complicaciones con el mercado brasileño por los controles de plagas, el sector de la uva de mesa no logra repuntar en el mercado externo. Ante esta situación, productores mendocinos miran con buenos ojos a un mercado argentino que demanda calidad.

Al momento de hablar de números, saber cuánta superficie en Mendoza se destina al cultivo de uva para consumo en fresco es un dato difícil. Según el Iscamen hay alrededor de 3.000 ha, para el INV son alrededor de 1.700 ha y la Asociación de Productores de Uva en Fresco y para Vinificar estima 2.000 ha. Entre otros factores, la dificultad de un único número está en el mercado informal.

Según los datos del INV, la principal provincia que se encarga de la producción de uvas en fresco es San Juan. “El 98,5% de la uva en fresco es San Juan y el 95% de la pasa de uva es San Juan. En el caso de Mendoza, si bien es ínfimo, podés encontrar algo en el oasis norte, es decir la zona de Lavalle, y en el Este provincial”, explica Luis Sentinelli, asesor del INV. En el Relevamiento Vitivinícola Agentino que presentó el INV este año, dentro de Mendoza figuran con aptitud para uva en fresco unas 917 ha en el Este, 490 ha en el Norte, 174 ha en el sur y 129 en Zona Centro – Mendoza (en total 1710 sin especificar datos del Valle de Uco).

Siguiendo el relevamiento del INV, si bien la zona Este es la mayor elaboradora de uva en fresco y pasas de Mendoza, el porcentaje de producción destinado a estos destinos es muy bajo. En el año 2019 se registró un volumen de 8.577 qq de uva destinado a estos usos (2.993 qq a uva en fresco y 5.585 qq a pasas). En cuanto a la zona Norte de la provincia, en 2019 se registró un ingreso de 4.135 qq de uva destinada a secado y 270 qq a consumo en fresco.

En cuanto a variedades, la que más se emplea y la más consumida es la Red Globe. En uvas blancas están las variedades Superior, Reina Victoria y Victoria, aunque algunos también hacen Cardinal, más común en San Juan. Hay variedades que son para vinificar pero pueden venderse a Buenos Aires, tales como la Cereza y la Moscatel, aunque no tienen tan alta calidad como las otras.

Expectativas 2021

La época de cosecha de las uvas de mesa en la provincia arranca a mediados de enero, con una mayor intensidad en el mes de febrero y estirando la cosecha hasta abril. Desde la Asociación de Productores de Uva en Fresco y para Vinificar, su presidente Ricardo Briceño considera que el mayor problema a afrontar este año será la cosecha.

“El problema que se nos viene a nosotros es la mano de obra, que este año se complicó con la pandemia. Es uno de los dilemas porque la uva de mesa tiene muchísima mano de obra, más allá de las labores de cualquier uva hay que desenredar, deshojar, tiene muchas pulverizaciones”, ilustra Briceño desde su finca en Maipú.

El presidente de la asociación aclara que la uva de mesa no es como la uva de vinificar, sino que se cosecha por partes y por ende también necesitan de mano de obra capacitada como los trabajadores que suelen llegar por temporadas desde el norte. “Veremos a ver cómo se va acomodando todo esto”, espera Briceño. Respecto a volúmenes de cosecha, prefiere no arriesgar números hasta más adelante.

Desde el Centro de Viñateros y Bodegueros del Este, consideran que de momento las expectativas de volúmenes de cosecha son normales. Así lo afirma Ernesto Villasante, parte de la Subcomisión de Uva en Fresco, Pasas y Frutas Frescas de la institución: “Las expectativas de cosecha en cuanto a los volúmenes están normales, la calidad es buena, vamos a ver qué pasa este año con Brasil y la situación cambiaria que es la que nos modifica la rentabilidad”.

Respecto a si el sector ha crecido o no, Villasante explica que “puede haber seguido creciendo algo porque hay algún viñatero chico que usa esto para financiarse. Dentro de lo que se mueve en el país y el mercado interno, el viñatero lo va usando para financiarse, como forma de acceder a dinero rápido. Quizás el grueso de su producción sea para vino pero usa esto para obtener ingresos mientras”.

Hay que tener en cuenta que se trata de un sector de mucho valor agregado en maquinaria y con un viñedo en el que hay que invertir hasta 10 veces más que en uno de vinificación. Briceño lo ilustra así: “Se exige una alta calidad y varios van quedando afuera porque para ser bueno necesitás tecnología de punta. Para tener una idea, yo en Fray Luis Beltrán hago hasta 18 pulverizaciones en la temporada, y todas con productos registrados por el Senasa para que no tengan ningún tipo de riesgo a la salud”.

Un mercado informal que complica

Si bien el mercado mendocino no es un gran comprador de uva, los entrevistados sí consideran que en Argentina hay un buen nivel de venta con una alta exigencia en calidad. Villasante afirma que vender al mercado interno argentino “anda bien”, pero surgen también conflictos internos.

“Cada provincia trabaja con gente que por ahí no sabe sobre calidad sanitaria. A la Patagonia, por ejemplo, también tenés que hacer el mismo bromurado que te pide Brasil (ver aparte). Y así un camión a Buenos Aires tiene que pagar 2 o 3 impuestos o peajes. Tenemos gente tan iluminada que somos capaces de exportar a Europa pero no a la Patagonia”, critica este productor del este.

En opinión de este productor, lo que se termina generando es un fomento al mercado informal que crece a costa de quienes están formalizados. “Exportan la fruta escondida entre pimientos y tomates, sin ninguna trasabilidad, producto de la sobreexigencia o de pedir trámites para la fruta que algunos cumplimos y otros ni siquiera”, sostiene Villasante.

Briceño coincide con las dificultades de este mercado paralelo: “El mercado informal complica muchísimo. Hay un montón de gente que en los papeles no existe y pagamos justos por pecadores. Igual hay que remarcar que el grueso del sector está formalizado y son personas que trabajan bien en la legalidad”. Si bien no hay números concretos, algunos estiman que la uva que se comercializa por fuera llega a todo el país e incluso atraviesa la frontera noreste.

Damián Sánchez, productor y exportador, comenta que a diferencia de San Juan, en Mendoza se obtienen colores más intensos: “Ellos no tienen uva Moscatel rosada, sino Moscatel blanca. Acá por haber mayor amplitud térmica tenemos más color y más azúcar o brix”.

El productor entiende que sigue siendo negocio vender al mercado interno argentino en comparación con la exportación: “Medidas cambiarias como tener el dólar pisado hacen que suba todo y el valor externo no acompaña realmente a la inflación. En ese sentido, nos conviene vender en peso, porque los precios argentinos sí acompañan la inflación”.

Una aclaración de Sánchez es que, contrario a lo que piensan muchas personas, ellos al exportar no reciben los dólares en la mano sino que el Banco Central los convierte a pesos con una cotización similar al dólar oficial. Es por ello que si venden una caja de 10 dólares, recibirán 800 pesos menos impuestos. “Lo único que he visto de insumos con el dólar oficial son los envases, para todos los otros costos estamos con un dólar intermedio. Después tenés el aumento de la mano de obra, de la energía, del combustible, etcétera”, ilustra Sánchez.

Las exigencias del mercado externo

Los principales países comercializadores en Sudamérica de uva en fresco con Perú y Chile, incluso Argentina compra en ocasiones a Chile en mayo cuando ha terminado la cosecha local. “A nivel internacional, Perú tiene variedades con patentes, pagan un royalty, hacen un seguimiento y exportan. Ellos apuntan a las variedades de mesa sin semilla”, detalla Briceño.

Villasante considera que los precios internacionales son estables y Argentina va ocupando los espacios que dejen los dos grandes exportadores del sur: “Nosotros no ponemos el precio de mercado y hay años en que no podemos competir. Un chileno vende un cajón de uva a 9 dólares y gana plata, porque un tractor, el gasoil y los agroquímicos le salen más baratos. Nosotros con eso no cubrimos los costos”.

En la visión de Sánchez, este año las expectativas de exportar son pocas porque el dólar de exportación está muy bajo (a la fecha, cercano a los 80). “Si en febrero el mercado mejora, si repunta el dólar oficial con respecto a la inflación vamos a tener expectativa. Hay que recordar que nos movemos con el dólar oficial divisa menos 4 pesos por cada dólar debido a los ‘derechos’ de importación”, aclara este productor y exportador.

La pérdida de mercados y la dificultad de mantenerlos es otra dificultad. El año pasado, por ejemplo, se firmó un acuerdo nacional con Tailandia para poder comercializar uvas en fresco, pero no llegó a establecerse un mercado. “A mí me ha pasado con brasileños que tenés que cotizar la fruta 2 o 3 veces porque cambia el impuesto, que el flete, que lo que sea. Pasamos de tener mercados circunstanciales a no poder invertir en ganar mercados porque quizás de un año para el otro por vaivenes del país lo perdés”, subraya Villasante.

El principal mercado externo de Mendoza es Brasil, pero presenta sus dificultades como la exigencia del bromurado, una fumigación que se realiza para combatir plagas. Fue una medida que varios al consideran como paraarancelaria, puesto que se puso “casualmente” después de que Argentina limitara el ingreso de productos blancos (como lavarropas) de origen brasileño.

“Brasil nos cerró las fronteras de toda la fruta, después nos fueron abriendo con muchas más pretensiones que antes. También pasa que nos dejan en una muy mala situación en el contexto nacional, porque no tenemos poder de negociación. Esto para Mendoza es muy importante porque movemos la cosa internamente y generamos dólares, pero a nivel nacional es muy chico y no le dan al sector el nivel que merece”, analiza Villasante.

Sánchez ilustra que el bromurado se suma a los tantos costos que tienen para trasladar la fruta (con un costo mayor para llegar a Brasil que si de Buenos Aires se fuera a Europa). “El valor de las exportaciones va a seguir cayendo, tanto por la rentabilidad como por el bromurado que no nos permite manejar la comercialización. Senasa nunca llegó a un acuerdo con sus pares, haría falta un trabajo en ese sentido”, remarca Sánchez.

Mitigación de Riesgos

Desde el Iscamen, su presidente Alejandro Molero reconoció las dificultades en las exigencias que plantean los mercados para el control de las plagas: “Los principales destinos de la fruta en fresco de Mendoza es Brasil y la región Patagónica, son los dos destinos donde va el 90% de la uva en fresco que se produce en Mendoza. Las plagas que previene el bromurado son tanto Mosca del Mediterráneo como Lobesia Botrana, y el protocolo que imponen Brasil y la Patagonia para el exportador de uva en fresco exige un bromurado de los frutos antes de embarcarlos”.

De todos modos, Molero prefiere señalar otro tipo de control denominado Sistema de Mitigación de Riesgo (SMR). Esto implica una trasabilidad mayor de las fincas, con controles más profundos en el tiempo por etapas.

“Con el SMR, los productores se inscriben con 4 semanas de antelación a cuando van a cargar la uva y eso nos permite hacer un seguimiento de la propiedad. Vamos a la finca, hacemos un control de plagas y durante todo el proceso de cosecha y carga. Todo el sistema de mitigación que realiza el Iscamen no tiene ningún tipo de costo para el productor, sino que los asume la provincia”, detalla Molero.

Una de las negociaciones con Brasil es que Mendoza ya tiene zonas declaradas libre de Mosca del Mediterráneo y el oasis sur lleva dos años sin detección de Lobesia Botrana, con lo que ya se estaría en condiciones de solicitar el status de libre de Lobesia para ese oasis. “De esta forma las negociaciones giran en torno a hacer todo el Sistema de Mitigación de Riesgos y a validar a través de él. Si logramos con esta negociación con Brasil que esas áreas no hagan el bromurado, sino que baste solo con ese sistema, podríamos acceder a los mercados sin hacer el bromurado”, explica el presidente del Iscamen.

Briceño señala su apoyo a este tipo de programas: “Nosotros hacemos un seguimiento, finca libre o SMR, desde hace varios años, te dan las feromonas que confunde al insecto y así no se propaga. Además igual hacés las pulverizaciones, porque con una detección ya te dejan fuera del programa, así que hay que hace bien las cosas”.

En cuanto a tiempos, se espera a que termine la actual campaña de Lobesia en enero, de manera de sumar tres años sin detección de Lobesia en algunas zonas y con eso lograr las certificaciones de zona libre, tal como ocurre hoy en el Valle de Uco y oasis Sur que son zonas libres de Mosca del Mediterráneo. Esto implica la venida y evaluación de organismos internacionales para corroborar la no existencia y generar la certificación.

Cómo se realiza el bromurado

En términos generales, el bromuro es un compuesto que mata cualquier tipo de larva existente en la fruta, ya sea que se trate de racimos de uva o de otro tipo. Es un mecanismo utilizado para el control de plagas. El procedimiento disminuye la calidad y la vida útil del producto, reduciéndola entre un 30 y un 50 % (si una fruta en estado normal duraba 15 días, después del bromurado solo duraría entre 10 y 7 días y medio).

“No afecta al sabor, pero sí la durabilidad de la fruta. Este servicio lo hace el Iscamen en dos cámaras de fumigación, una en Santa Rosa y otra en San Martín. Tiene un costo por bulto o por envase donde esté la uva, y lo debe afrontar el interesado”, explica Alejandro Molero. Quienes van a vender la fruta fuera de la provincia, solicitan con tiempo su turno, de modo de organizar los tiempos y evitar cuellos de botella.

Un dato a considerar es que el proceso debe hacerse apenas se realiza la cosecha, ya que es un sistema donde el fruto debe estar entre 6 y 10 grados. Por ende, no se puede primero guardar en frío y después bromurar, cosa que genera otra dificultad.

“Yo si quiero puedo guardar una uva normal sana (sin bromuro) por 90 a 120 días con un buen trabajo de packaging. Pero con el bromurado ese tiempo se reduce y queda entre 30 y 35 días. Por eso el bromurado se hace apenas se cosecha, si no hay una exportación concretada no lo hacemos y solo nos queda venderla en Argentina”, subraya Damián Sánchez.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA