Sergio Aquindo: “Luis Scafati y Juan Giménez me enseñaron que se podía saltar el charco”

El mendocino, cuyas ilustraciones se publican en Le Monde de Francia, volvió por unos días para ofrecer un taller. Cuenta cómo es desempeñar su oficio en tiempos tan candentes, al tiempo que analiza sus influencias, obsesiones y otras cosas más.

Sergio Aquindo, ilustrador mendocino en el Le Monde.
Sergio Aquindo, ilustrador mendocino en el Le Monde.

Cuando Sergio Aquindo (Mendoza, 1974) vuelva a París, le espera un trabajo arduo y movilizante: continuar ilustrando “in situ” el juicio contra los terroristas que sacudieron la capital francesa en noviembre de 2015. Se imprimirán en Le Monde, diario en donde trabaja desde hace mucho tiempo.

Cubrir un hecho de este tipo le resulta una “experiencia artística y humana muy fuerte”, nos dice. Sabemos que la masacre de Charlie Hebdo, en enero de ese mismo año, conmocionó al mundo entero, pero especialmente a la prensa, atacada en su corazón que es la libertad. Desde ese día, trabajar de historietista o ilustrador editorial en París no volvería a ser lo mismo.

Aquindo, mendocino radicado allí desde antes del 2001, podía dar fe de ello ese mismo año, cuando habló con Los Andes y alertaba sobre una “crisis de identidad” en Francia. Las crisis, en todo caso, se multiplicaron desde entonces: refugiados sirios, pandemia y, últimamente, lo impensado en territorio europeo: la misma guerra.

En estos días, Aquindo volvió a la provincia donde se formó y dio sus primeros pasos (incluso en páginas de este diario) y aprovechó para dar un taller de ilustración editorial en Cosset Libros, donde también estuvo firmando ejemplares del primer libro que editó en Argentina, “Tratado del buen caballero” (Minusculario, 2012). En Francia, en cambio, las publicaciones (también en coautoría) son muchas: “Atlas des monstres connus & méconnus”, “Cendres des hommes et des bulletins”, “Traité de la mère machine” y más. Para profundizar en su trabajo, recomendamos seguirlo en Instagram: @sergioaquindo.

-¿Te han pedido ilustrar la pandemia o la guerra? ¿Qué pasa por el interior de un ilustrador editorial cuando tiene que comunicar acontecimientos tan duros?

-De eso se trataba justamente el taller que di el jueves: cómo trabaja el ilustrador/a. De la pandemia hice varios, uno de ellos se convirtió incluso en un mural, que hizo una chica en el sur de Francia. De Le Monde, donde trabajo ya desde hace 20 años, siempre me llaman para los temas más duros, por el tipo de dibujo que hago. Yo trato siempre de buscarle la vuelta para no caer en imágenes obvias o tremendistas; no siempre lo logro. A veces hay que decir las cosas como son. En general busco ser honesto con el tema y a la vez fiel a mi universo gráfico, pasar la realidad por el filtro de “mi mundo”, para decirlo de una manera medio tonta (risas).

- En tus inicios en Mendoza descubriste tu pasión por el cine, además de la del dibujo. En retrospectiva, ¿notás algún tipo de influencia de lo primero sobre lo segundo?

-Algo debe haber, quizás los climas de algunos dibujos tienen algo cinematográfico. Me interesa especialmente los inicios del cine, la crono-fotografía de Edward Muybridge, por ejemplo, el lenguaje del cine mudo, las películas de animación de Lotte Reiniger. De ahí saco mucho. El cine es una influencia para todxs lxs artistas.

- Luis Scafati y Juan Giménez, dos ilustradores mendocinos que han sido precursores y han podido exportar su trabajo. ¿Te han inspirado de alguna manera? ¿Qué aprendiste de ellos?

-Primero, ¡me enseñaron que se podía saltar el charco! Hoy eso cambió con la tecnología: podés trabajar desde cualquier lado. A Juan lo visité en su estudio en Sitges, él me enseñó cómo... hacer las entrevistas con editores. Era un cago de risa: me decía que fuera disfrazado en lo posible, para que no se olvidaran de mí. Con Luis tengo una relación de amistad, estamos en el mismo “métier”, el dibujo de prensa, los libros ilustrados, la historia del dibujo. Nos podemos pasar días hablando de dibujo y de libros. En mi casa leían las revistas Humor y El Periodista, entonces crecí viendo sus dibujos. Siempre me maravilló la energía que tiene. Su mirada plástica sobre la realidad siempre me interesó. De los dos aprendí cosas. En mi blog “Troesmas” les he rendido homenaje a ellos y a muchxs otrxs artistas que me han marcado. (A Luis lo conocí en Buenos Aires cuando él estaba terminando “La Metamorfósis”, me mostró los originales y fue como un piñón visual. En particular un dibujo de la familia de Kafka tomando el desayuno.)

- Ser un artista reconocido en París es el sueño de muchos, y también está rodeado de un aura de mito. ¿Qué tanto queda y qué cosas han cambiado de esa imagen bohemia que tenemos de esa ciudad en las décadas pasadas?

-La bohemia sigue: ¿vos conocés muchos artistas que sean millonarios? París es más caro y más difícil ahora, claro, pero la cantidad de gente de todo el mundo que se apretuja todavía en esa ciudad esperando hacer algo es increíble. Yo vivo por ejemplo en un edificio que es todo de artistas, construído sobre una cantera del norte de París. Ese terreno lo compró un colectivo de artistas en la época del Frente Popular en Francia. ¿Un ejemplo? En el 2001 yo salía de trabajar de albañil y me iba a un sótano donde unos editores trabajaban en mi primer libro en Francia. Ahí conocí a mi compañera, que tradujo ese libro al francés, y así empezó nuestra historia.

- Los monstruos son una de las temáticas que más tratás en tus ilustraciones, ¿a qué se debe esa fascinación?

-Lo humano del monstruo, eso es lo que me interesa. Por ejemplo, hice un libro (“Harry & the helpless children”) sobre el primer serial-killer de Estados Unidos: un inmigrante holandés que asesinaba viudas y niños, un “monstruo”, que la “gente normal” trató de linchar dos veces, y que fue juzgado en un teatro, ¡para que quepa más público! Siempre me gustó lo fantástico. Hacía películas de horror con mis hermanas y mis viejos en una época. Mi último libro (“Atlas des monstres connus et méconnus”) es una suerte de bestiario con 80 personajes de la mitología, del cine y de la literatura mundial. Se juntan El Futre mendocino con el Krasué tailandés, o el Mugwump de William Burroughs.

- Entre otras actividades, viniste a presentar tu primer libro editado en Argentina, “Tratado del buen caballero”. ¿De qué trata y cómo lo preparaste?

- Fue un proyecto que se armó sólo: la gente de Minusculario libros me dio pie y lo hice. Hacen cosas preciosas, muy cuidadas. Son dibujos muy pequeños que hago en cuadernos, y que fuí juntando hasta armar esa suerte de tratado medieval, pero en clave de humor poético, con leyendas y epopeyas olvidadas o delirantes.

-¿En qué otros proyectos están trabajando actualmente?

-Antes de venirme estuve trabajando mucho para Le Monde, que me propuso cubrir el juicio que les están haciendo a los terroristas de los atentados del 2015. Es una experiencia artística y humana muy fuerte, muy nueva para mí. Hay que dibujar ahí mismo, en el palacio de Justicia que está al borde del Sena, hay que escuchar los testimonios de los sobrevivientes y de los familiares, y también el de los terroristas (de nuevo, los “monstruos”). Y tratar de captar algo de todo eso en un dibujo. Muy interesante y muy fuerte. Cuando regrese a París retomo ese juicio.

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