Juan Solano Luis: Ángelus y Alondras - 2° parte

La segunda entrega sobre la literatura del escritor de Ángelus y alondras, en cuyo título ya se encierran de algún modo las claves de su obra toda: musicalidad y sentimiento.

La obra de Juan Solano Luis tiene particularidades que se esbozan en su primera novela "Ángelus y Alondras".
La obra de Juan Solano Luis tiene particularidades que se esbozan en su primera novela "Ángelus y Alondras".

En una nota anterior me referí al poeta sanrafaelino Juan Solano Luis, de trayectoria en cierto modo breve, pero destacada. Ahora comentaré brevemente su obra primera: Ángelus y alondras, en cuyo título ya se encierran de algún modo las claves de su obra toda: musicalidad y sentimiento. Este libro obtuvo en 1942 el Premio Iniciación de la Comisión Nacional de Cultura, destinado a autores inéditos menores de treinta años. La distinción aseguraba al ganador la edición de la obra, que se concretó al año siguiente.

El volumen lleva una dedicatoria “a mi maestro, D. ALFREDO BUFANO, filialmente” y en la nota que lo inicia, el secretario de la Comisión, Homero Guglielmini justifica sus méritos en estos términos: “Su verso sencillo trae hacia nosotros un poco del aroma rural del campo argentino”. El libro está dividido en cinco secciones, con un “Intermedio de Coplas”. Cada una de las secciones contiene un número variable de poemas.

Dolly Lucero, en el único estudio que conocemos sobre este libro, titulado “Juan Solano Luis y su añoranza española” (Piedra y Canto n° 6) se pregunta: “¿Puede el trasplante de unos seres a otras tierras tomar voz en la expresión artística de sus descendientes? Si la respuesta es afirmativa, nos explicaríamos mejor la obra poética del sanrafaelino Juan Solano Luis” (1999-2000). Así, se pone de relieve una característica esencial de la obra de Solano, que trasunta las gustosas lecturas de poetas españoles como Antonio Machado, Federico García Lorca y Juan Ramón Jiménez, entre otros. Con la lectura de estos se consustanció del popularismo y neopopularismo, dos corrientes estéticas de la lírica hispánica de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Por popularismo entendemos el renovado interés por el tesoro de la poesía tradicional española, tal como se pone de manifiesto en la obra de los hermanos Antonio y Manuel Machado; el neopularismo, por su parte, es el retorno a las fuentes de la poesía popular, pero sin renunciar a ninguna de las conquistas de la nueva lírica, imperativo que rige algunas de las obras de Federico García Lorca, como el Romancero Gitano (Cf. Siebenmann, 1973).

Este interés se traduce en la preferencia por el metro octosílabo de romances y coplas en variadas combinaciones. Así, en la poesía de Solano encontramos versos de esa medida en distribución variable, aunque con tendencia a la cuarteta, con rima asonante en los pares, vale decir, la métrica más popular en la lírica hispánica; también recurre a otros metros tradicionales como el hexasílabo y heptasílabo, con lo que su poesía adquiere un tono muy castizo.

La estética de Solano Luis puede inscribirse, al igual que la de su maestro Bufano, en los cauces del postmodernismo, en ese acercamiento a lo popular ya mencionado y en la búsqueda de una lírica depurada y “sencilla” para expresar las cosas cotidianas de la vida y del paisaje. Al respecto, podemos señalar que los acentos regionales son relativamente escasos en los poemas, mientras que la selección del vocabulario permite más bien establecer una relación con poetas españoles, como los ya mencionados Machado o Lorca. El tono es asimismo levemente arcaizante, como se advierte en la siguiente estrofa: “Me dijo que se marchaba / a sus pinares remotos / con venados y monteros” (1943: 14).La ambientación en general es bucólica y tranquila, transida de una suave emoción: “Se abren mis manos en flor / y mis dedos como ramas, / se mueven buscando enjambres, / tiemblan si el pájaro canta” (1943: 14). Se trata de una naturaleza en la que las estaciones del año (primavera, otoño…) adquieren un valor simbólico, transfigurada por la emoción del yo lírico, que experimenta la paz en el contacto con el paisaje: “Despertaban las rosas / y callaban los pájaros, / -oh tarde azul, remota-. /Prendían las luciérnagas / sus tímidas farolas / y en la florida paz / de tu jardín en sombra / el agua enternecía / lo puro de la hora” (1943: 39).

Se trata de una naturaleza presentada en visiones impresionistas, captada con la plenitud de los sentidos: “El agua enciende hogueras / bajo los mimbres de oro. // En los carrizos tañen / sus flautas los chingolos” (1943: 44). El poeta se detiene en la descripción de un viejo pueblo, que podría evocar los recreados por la lírica de Azorín, Unamuno o Machado (cf. Lucero, 1999-2000), en el que destaca una” iglesuca / con una alegre torrecilla blanca” y su “placeta con caminos crujientes de hojarasca”; con “casonas con rejas, encañados y campánulas; / su gran farola antigua en una esquina; / su mesón con arrieros y guitarras” (1943: 27). Mención aparte merece el cementerio: “cuatro muros, / cruces de hierro, cupulillas blancas, / el son del río que lo arrulla al paso/ y las quietas lechuzas en las tapias” (1943: 26).

En ese ámbito, el motivo poético del canto aparece entonado en la cuerda de un sencillismo regionalista al modo de Bufano: “Por sus callejas de murados huertos, / enamorada de la tierra parda, anduvo mi canción de primavera / sembrando el silencio de palabras” (1943: 26).

Se advierte asimismo en la poesía de Solano una religiosidad que, sin ser dogmática, inunda el corazón de paz: “Vi que Dios es bueno, / que es buena la tierra / y que a todas partes / los caminos llevan” (1943: 37). Al respecto, comenta Dolly Lucero que este libro ya “desde su título nos habla de un mundo religioso y de excelencia, que el poeta decide recrear con su voz solariega. El ‘Ángelus’ es una oración cristiana tradicional designada como el ángelus domini, que los fieles rezan para conmemorar el anuncio del ángel a la Virgen María y la encarnación del verbo” (1999-2000).

En este sentido, la reminiscencia que vincula la poesía de Solano con la de Alfredo Bufano, reiteradamente aludida, aparece por ejemplo en el poema titulado “El cielo de los simples”, cuya imaginería de ángeles y vírgenes recuerda precisamente el “Romance de la Anunciación” de Los collados eternos, por ejemplo en la siguiente estrofa: “Los ángeles alados como airones, / roturan las campiñas, las abrevan, / y las Vírgenes charlan en los huertos / torciendo los vellones en las ruecas” (1943: 92).

Los versos transmiten en general sentimientos de serenidad y una suave melancolía por el paso del tiempo y la cercanía de la muerte, pero siempre en un tono menor: “La vida se va yendo / –claro arroyuelo tenue-/ y la ilusión aún anda / por sus países lueñes” (1943: 38). La muerte presentida aparece en la poesía de Solano, si no idealizada como en Bufano, sí con una apariencia estilizada: “y tú, mujer sombría, / te asomas a mi puerta / con tu ramito rojo / de adelfas y verbenas. / Ya sé lo que tú quieres / pero aún no es tiempo: espera” (1943: 38-39).

Se trata de una poesía muy rítmica, a lo que contribuye el recurso al estribillo y a otros modos típicos de la lírica tradicional, como diferentes tipos der reiteraciones y paralelismos y también otros recursos del plano fónico, como la aliteración, y la presencia de numerosas imágenes auditivas. Se trata, en suma, de un poeta que merece ser revisitado en busca de la serena emoción agreste.

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