“Axelotl”, la nueva y maravillosa obra musical de Axel Krygier

El nuevo disco que fusiona electrónica y música latinoamericana en un collage homogéneo, es un lanzamiento disruptivo y refrescante, que llega a las plataformas el próximo 24 de septiembre

El arte de tapa del disco, hace referencia al Axolotl mexicano
El arte de tapa del disco, hace referencia al Axolotl mexicano

Samplers, sintetizadores analógicos, programaciones y voces alteradas resultan en una sonoridad que indudablemente lleva la firma de Axel Krygier. Así es su último disco, Axelotl, que será presentado en todas las plataformas digitales el 24 de septiembre. “El título del disco es una hibridación de mi nombre con el Axolotl mexicano, al que conocí en mi adolescencia gracias al cuento de Julio Cortázar. Es algo así como una metamorfosis anfibia de mí mismo”, confiesa Krygier. El adelanto de Rapsodia Sueca -primer corte del disco- y algunos acordes de Bom Bam Bam, nos acercan al fascinante mundo de este polifacético, excéntrico y, a la vez, misterioso artista.

Dotado de un genio inigualable, Krygier presenta este, su sexto disco solista, concebido a partir de “Caótico y bailable”, el solo set con el que se presentó durante los últimos años, mientras realizaba otra enorme y variada cantidad de trabajos para terceros.

La trayectoria de Krygier

Axel Krygier Realizó sus primeras giras como saxofonista con Instrucción Cívica, banda integrada por Kevin Johansen y Julián Benjamín, al mismo tiempo que estudiaba piano y flauta traversa. A los 18 años compró su primer grabador multipistas y comenzó a grabar sus propios temas y experimentos tímbricos, tocando él mismo todos los instrumentos. Entre 1991 y 1996 estuvo de gira con La Portuaria, tocó con Soda Stereo en su gira del último concierto en 1997, registrando los álbumes A y B, y hasta llegó a integrar la banda de Charly García durante 2004. Sin embargo, su foco siempre estuvo en la grabación casera experimental y el estudio del piano. En 1999 editó su  primer trabajo solista “Échale semilla!” con el sello Los Años Luz Discos, que sigue editando sus álbumes hasta hoy. Un año más tarde, gracias a su edición en España por Hitop Records, sus temas aparecieron en decenas de compilados, desde Australia a Singapur. Por este material recibió numerosas distinciones, como el Premio Clarín y la Revelación 1999 de la Revista Rolling Stone Argentina.

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En 2003 lanzó “Secreto y Malibú”, banda de sonido que compuso para una obra de danza que giró exitosamente por el mundo y entre cuyos temas se encuentra la cortina de la serie Okupas. En 2005 presentó “Zorzal”, disco grabado entre Barcelona y Buenos Aires después de un tiempo de vivir en Europa y desarrollar varios proyectos y giras allí. En 2009 compuso y produjo la música de “Trois Tangos”, tres óperas breves con libro de Gonzalo Demaría y puesta de Alfredo Arias en el Théâtre du Rond-Point de Paris. Por este trabajo recibió el Premio Gardel a la Mejor Banda de Sonido Original.

En 2010 llegó “Pesebre”, editado también en Europa por Crammed Discs. Con base en Paris, armó una banda con la que se presentó en el circuito de festivales europeos durante más de dos años, destacándose su actuación en el Womad (Inglaterra), Les Escales en Saint  nazaire (Francia) y Haus der Kulturen der Welt(Alemania).  En 2015 presentó “Hombre de Piedra”, disco grabado junto a su banda y con la participación de Daniel Melingo, entre otros invitados.  Compuso la música para numerosas películas y obras de teatro. Se destaca su labor en El hombre que perdió su sombra (2018) de Eleonora  Comelli y Johanna Wilhelm. La obra resultó un aclamado éxito de taquilla en el Teatro Nacional Cervantes y la banda de sonido recibió la Nominación al Premio Gardel por Mejor Álbum Infantil. Similar es el caso  de la música que compuso para Happyland (2019), el espectáculo de teatro musical de Alfredo Arias y Gonzalo Demaría, que estuvo nominado a los Premios Hugo por Mejor Música Original.  Este año, compuso a pedido del Instituto Goethe, una obra para ensamble de nueve instrumentos, inspirada  en la sonata “Patética” de Ludwig Van Beethoven, con motivo del 250 aniversario del nacimiento del genial compositor a celebrarse el 27 de octubre en el CCK.

En una charla exclusiva con Los Andes, Axel Krygier profundiza en su último trabajo, su fascinación por las mezclas de sonido y su último descubrimiento: la riqueza del contacto virtual con el público.

-Hablemos de Axelotl, tu nuevo disco, y cuánto tiempo pasó entre este y el disco anterior

No pase mucho tiempo sin hacer discos, lo que pasa es que no todos los discos son de la misma especie. Como disco solista, Este sí es el sucesor de “Hombre de piedra” que data del 2015. Pero en el medio hubo “El hombre que perdió su sombra” discos que produje, en donde grabé todos los instrumentos de grandes producciones, hubo también la música de “Happyland” que no es un disco pero es una obra grabada y se puede ver en la web, hubo algún otro disco también también con Lucio Mantel. Así que discos estoy haciendo todo el tiempo, pero disco solista... hay que encontrar el momento. Justo también en el medio fui padre y hubo muchas razones por las cuales este disco se demoró, quizá apenas un año más que los otros, porque siempre más o menos tardo unos buenos años para lograrlos.

-¿Qué diferencia este disco solista de los otros qué cambio entre uno y otro?

Mis discos son, en general, como estilizaciones de mis demos. Quiero decir que a partir de las cosas que voy esbozando o bocetando,  hay un momento en que hago una depuración de eso y elijo ese material para convertirlo en disco. Cada uno de mis discos solistas, -por diferenciarlos de las piezas de teatro o producciones de otros artistas, los que contienen está narrativa personal- tiene un sistema diferente para esa depuración. En este caso lo muy especial que tiene es que trabajé con un colaborador qué se llama Emilio Haro,  que llevó los temas a otro nivel, hizo un trabajo sobre el sonido y la ecualización cuando el disco ya estaba terminado y lo dimos vuelta, un poco él y un poco juntos. Yo supervisando pero también trabajando para él. Por ejemplo, si había un sonido que no le gustaba, me pedía que lo trabajará, así que me daba tarea y tuve que trabajar como indirectamente para mí mismo pero haciéndole caso. Entonces todo ese trabajo que hice  con Emilio distingue bastante al disco de mis otros trabajos. Sin embargo, como te decía, cada uno de mis discos tiene un trabajo distinto. “Último hombre de piedra’' fue un disco de banda y lo trabaje con la banda que estaba tocando. El anterior había sido más de collage, grabando yo y después un baterista, pero dándole un sonido realista. Ese fue “Pesebre”. En este caso es un disco muy sintético, muy electrónico, muy de programación de samplers, sintetizadores, voces que no cantan necesariamente canciones. sino que son frases onomatopéyicas o divagues. También hay algunas canciones.

-Pensando en el trabajo de Emilio Haro y el tuyo ¿Cómo hace el artista para resignificar su propia obra y realizar un trabajo interno del ego para someterse a la mirada de otra persona?

Hay un momento en la vida en el que uno ya no se preocupa tanto por quién es, sino por ser. En este caso yo no tenía puesto el foco en que sea un disco mío como artista o que se identifique con algo. Hace rato que yo ya no trabajo de ese modo y que estoy más como en las tinieblas del estudio. Los temas no hablan de mí, como un cantautor que sale a decir lo suyo y que uno lo escucha y se identifica con esa persona, sino que estoy más en un universo de sonidos y me preocupa que los demás se transporten a ese nivel del estado de ánimo y de las cosas que ocurren en esa música. Entonces lo importante era el resultado de los temas que lleguen a ser pegadores y tan psicodélicos  como yo pretendo, sin quedarse.  En realidad uno puede parar antes y emitir cosas más crudas, en este caso quería que no sea tan crudo, sino que llegue más allá de lo que yo puedo habitualmente, de tener una verdadera colaboración. Me había planteado que el 2020 es el año de la colaboración, cayó el confinamiento y sin embargo siento haber logrado ese objetivo y creo que es mucho el aporte que da la otra persona. El ego por supuesto que existe y condiciona muchas decisiones sin que uno se dé cuenta, más que nada. El ego creo que es todo lo que uno no se da cuenta que es, pero que es uno sobre las cosas -quizá de mala manera- pero en este caso no eran decisiones condicionadas por el ego sino por la música.

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-Tu música tiene mucho de europeo pero también, sobre todo en este disco, una identificación con la cultura de Latinoamérica ¿Cómo conjugas las dos cosas?

Habiendo crecido acá en Buenos Aires con todas las influencias que nos llegan de parte de las culturas originarias o criollas, más bien de esas mezclas que se dieron en siglos pasados, habiendo tenido clases de folklore en la primaria y haber escuchado a músicos como Uña Ramos en vivo y en directo, y a tantos grupos y músicos tremendos cuando era chico, me fasciné enseguida por eso y tuve una pubertad un poco volcada hacia esta búsqueda. Con muchos de mis amigos íbamos a ferias, comprábamos ocarinas y descubríamos ese universo muy poco tiempo antes de ser golpeados de lleno y partidos en mil pedazos por el post Punk, como que todavía no habíamos madurado eso mientras en el mundo estaba sucediendo. Entonces eso que escuchas en mi disco es el núcleo herido de una persona de Argentina que creció en esa época en los 80.  Es eso de escuchar folklore y de pronto escuchar a Gloria Anderson, Talking heads, Brian Eno, David Bowie o Peter Gabriel y toda esa música Que nos marco profundamente cuando teníamos 11 o 12 años. Frank Zappa y toda esa música me influyó quizás antes de conocer folklore. Después toqué de folklore durante mi adolescencia en el colegio y conocí  los códigos del folclore y el mundo de esa gente que tiene todo ese orgullo del swing folklórico. Conocí a el Cuchi Leguizamón, al Dúo Salteño, Los Hermanos Ávalos y tantos otros con  esa música tan rica en modernidad, porque no es una música tradicional y conservadora sino que es también música vanguardista. En mi gustos están todos juntos, por eso me salen estas cosas, pero me parece que una cosa valoriza la otra: cuando aparece un bombito lindo no deja de ser un bombito lindo.

¿En tu casa había trayectoria musical en la familia o vos sos el distinto?

En mi casa se vivía un clima artístico, mi papá hacía esculturas, cine. Mi mamá hacía pintura, ambos cantaban en un coro, era en la cultura progre de los ‘70 y los ‘80 en Buenos Aires. Pero yo fui hacia otro lugar, a mí me interesó educarse musicalmente de forma no académica -porque nunca estuve en un conservatorio- pero sí con maestros clásicos y le entré a la música clásica. Mi abuela tocaba el piano, mi abuelo había tocado el clarinete, había un espíritu musical, pero no era un meterse a estudiar música y creo que para ser músico tenés que querer aprender mucho. Eso exige una pasión y ponerse a estudiar. El folklore no era algo que aparecía en mi casa, era más Beatles, ópera rock, Pink Floyd y música clásica. Pero creo que cuando uno se hace músico empieza a buscar más profundamente y deja de ser un escucha, porque una vez que estoy en la música voy cazando cositas, tengo las orejas atentas pero a la vez estoy como en un mundo que no cesa. Entonces tiene esa cosa de melómano.

Con la reposición de Okupas en Netflix, ¿Qué pasó con el tema que vos compusiste? ¿Tuvo repercusión en la reproducción de tu música?

No estoy seguro, no me fijé. Sí hubo una corriente secundaria de información donde se hablaba de esa cortina o incluso unas versiones de la cortina muy graciosa solo con voces, pero no se terminan de unir esos mundos. No sé si el que mira Okupas está interesado en mi música. Incluso le resulta un poco extraño escuchar esa cortina en Okupas.

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¿Habrá giras, como se proyecta el fin del 2021?

Lo que estoy comenzando armar es el vivo del disco que se va a presentar en La Tangente, va hacer una presentación única, pero espero que lleve a otras. lo que pasa es que en el medio tengo algunos viajes que no tienen que ver con la presentación del disco.

¿Hiciste presentaciones por streaming durante la pandemia?

No, hice dos cosas distintas: una presentación por streaming con una producción que se hizo en “El galpón de Guevara” que se llamó “Total interferencia”, un ciclo con varios artistas muy bien planteado y organizado, en octubre del año pasado. Y paralelamente hice presentaciones no pagas, vivos de Instagram que me llevaron a un lugar muy interesante, impensado pero muy deseado, -no hubo mejor oportunidad que ésta para probarlo-, que es piano solo, improvisado algunas cosas cantadas, otras no, a veces temas, a veces no temas y total libertad en las conversaciones con la gente. Son encuentros íntimos con un público que está ahí, cuyo feedback me hizo muy bien y también me encontré con que me decían que yo les hacía bien también. Así que lo continúe haciendo y lo seguiré haciendo. Me parece que es algo distinto y que no tiene un correlato con la normalidad, puede no terminar con la pandemia. Creo que si uno toca todos los fines de semana en vivo ya no se queda con tantas ganas de tocar (en la virtualidad) pero digamos que sí el sábado a la noche está todo tranquilo y tengo mi piano y mi teléfono cargado puedo empezar, eso me resulta más lindo: tocar acompañado por esas presencias virtuales que solo. En vez de desvanecerse en el aire la música pasa a través de los micrófonos y produce cosas en las personas. Muchas veces busco sin encontrar, pero de repente pasa algo, y alguien dice  algo porque hay mucho feedback, no solo el que me dan a mí sino el que yo también doy, así que me tiran una idea y la replico, incluso he llegado a cantar letras que me van tirando en el momento y es muy gracioso.

Sobre el disco

AXELOTL suena homogéneo a nivel de los timbres y procedimientos (collage + electrónica), sin embargo  está planteado en dos partes de carácter bien diferenciado: un “lado A”, con temas altamente enérgicos y bailables, y un “lado B” meditativo y cruzado por los paisajes sonoros.

Axel Kygier recorre el álbum y cuenta sobre cada tema:

Lado A:

1. Rapsodia sueca: “electro/sampladelia realizado a partir de archivos sonoros usados en radio espionaje de ultramar durante la guerra fría”.

2. Bom Bam Bam: “suerte de dub electrónico, donde un coro de alegres zombies anuncian la arenga  de un líder revolucionario”.

3.  Quemándome al  sol: “una  canción  en  clave electro  clash,  con  una letra  que  no guarda  ninguna esperanza”.

4. La Anguila: “un dub-step donde lo fantasmal viene del sueño y del mar. Pérdida y sublimación”.

5. Chiwawa: “inspirado en los chiptunes de 8 bits, este tema aún espera su videojuego”.

Lado B:

6. Doña realidad: “freak folk de suspense existencial”.

7. Indio peregrino: “soundscape de la Puna inundada, un submarino comandado por antiguos comediantes bolivianos”.

8. Que toque: “el viaje del INDIO PEREGRINO llega a tierra firme y baila un shuffle”.

9. Mantra raya: “volvemos al agua para esta suave danza polirrítmica y sonriente”.

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