En el set de cine de Film Andes, en el Distrito 33 de la ciudad de Mendoza, el grupo de teatro Las Sillas, dirigido por Pinty Saba, presentará Quiero la Luna, una obra multimedia para toda la familia que combina actuación en vivo con animación audiovisual. Las funciones se realizarán en tres únicas presentaciones: los sábados 20 y 27 de septiembre y el domingo 21, a las 17.30.
La propuesta, pensada especialmente para niños pero con un guiño hacia los adultos, articula distintos lenguajes artísticos en un espacio único de la provincia: el set de cine de FilmAndes, que también alberga el Museo Interactivo Audiovisual (MIA). El público que asista tendrá la posibilidad de disfrutar no solo de la obra, sino también de una visita guiada por el museo, donde se cuenta la historia del cine mendocino y argentino.
Un niño protagonista en un mundo animado
La gran novedad de Quiero la Luna es la convivencia de un niño actor en escena con personajes animados que se proyectan sobre un fondo sinfín blanco, en una puesta que busca acercarse a los lenguajes más familiares para la infancia contemporánea.
“Los niños pasan hoy mucho tiempo entretenidos con los celulares de los padres, más que con la televisión o los juguetes. Para ellos, mirar animaciones es un lenguaje cotidiano. Entonces pensé en contar una historia que articule actores reales y dibujos animados, con un niño protagonista de carne y hueso”, explica Saba.
La obra transmite un mensaje que atraviesa toda su dramaturgia: “remitir a los valores y la sabiduría de los niños, que muchas veces sorprenden a los adultos con verdades simples y potentes”, dice la directora.
El audiovisual como herramienta
La puesta en escena se apoya en la colaboración con artistas de distintas disciplinas: Andrés Casciani en los dibujos, el equipo de Xowen Studio en la animación 3D, Maximiliano Bazán en la operación de video, Constanza Cortijo Welsch en luces y sonido, Licia Khune y Melisa Lara en vestuario, y Morena Cortez y Sam Miño en producción. En el elenco actúan Emiliano Muñoz, Sam Miño, María Belén Escudero, Raquel Delù, Nicolás Proclava y Gonzalo Frías.
Saba no oculta que la obra surge también de una reflexión crítica sobre el lugar que ocupan hoy las pantallas en la vida infantil, aunque no desde la condena:
“Soy una convencida de que una herramienta es como un martillo: podés romper o podés construir. No estoy en contra de la herramienta, sino del uso que se hace de ella. En Quiero la Luna uso el audiovisual, los dibujos, los colores y la irrealidad que provoca la animación para construir un contenido positivo”.
Teatro, cine y nuevas alianzas
La gestación de esta propuesta se vincula con la pertenencia de la directora a FilmAndes, un clúster audiovisual mendocino que agrupa a artistas de distintos campos.
“Yo pertenezco a FilmAndes, soy parte de la comisión directiva y ya he hecho otros trabajos combinando lo performático. La idea es que en este agrupamiento estamos todos emparentados con el audiovisual: cine, televisión, videojuegos, realidad aumentada. Es un mundo que avanza muy rápido y creo que es necesario articularnos de manera interdisciplinaria. En eso todos nos enriquecemos: el teatro gana con estas herramientas y el audiovisual gana con la presencialidad que solo ofrece la escena”, señala Saba.
La directora insiste en que el valor del teatro sigue siendo irreemplazable:
“El encuentro cara a cara produce un efecto que nada puede reemplazar. En ese sentido, mi propuesta busca unir la realidad con la virtualidad, la presencialidad con lo online, sin que uno sustituya al otro. Se trata de asociarlos en función de un buen mensaje”.
El teatro mendocino después de la pandemia
Consultada sobre el estado actual de la escena local, Saba ofrece una mirada esperanzada, aunque sin ignorar las dificultades económicas:
“En 2019 abrí una escuela de formación para actores de teatro, cine y televisión. Al año llegó la pandemia, pero la escuela sobrevivió. Estoy en contacto con jóvenes que se están formando porque quieren trabajar en todos los medios, y veo muchísima potencia allí”.
La crisis sanitaria, recuerda, también dejó una marca positiva:
“Después de la pandemia, mucha gente que nunca había ido al teatro empezó a asistir por la necesidad imperiosa de encontrarse. El teatro es un espacio social de encuentro, y esa necesidad está cada vez más presente”.
Aunque reconoce que las limitaciones económicas afectan tanto a la producción como a la concurrencia de público, Saba confía en la vitalidad de la escena:
“Puede ser que yo tenga demasiado entusiasmo, pero siento que la fuerza del teatro mendocino está intacta”.
Un mensaje para todas las edades
Más allá de la innovación formal y tecnológica, Quiero la Luna apuesta a rescatar un mensaje simple y universal: la capacidad de los niños para recordarnos lo esencial. “Muchas veces los adultos entendemos la vida de una manera más rígida, y de repente los niños te dicen algo que te recoloca, que te recuerda cómo portarte”, dice Saba.
La directora resume su postura con una idea que la acompaña en su trabajo creativo:
“El entusiasmo, que a veces me reprocho, alguien me recordó que para los griegos significaba ‘tener a Dios adentro’. Y pensé: qué lindo, qué potente seguir creando desde ahí”.
Un acontecimiento para agendar
Con solo tres funciones programadas, la obra se presenta como un acontecimiento único en la agenda cultural mendocina. Su atractivo radica no solo en la novedad de combinar teatro y animación, sino también en la posibilidad de disfrutar de un espectáculo en familia dentro de un espacio patrimonial del cine local.
Las entradas pueden reservarse al 2613649953 y adquirirse en boletería desde una hora antes de cada función.
Quiero la Luna es, en palabras de su directora, “un intento de unir mundos: el real y el virtual, el de los adultos y el de los niños, para que en ese cruce nazca un mensaje de esperanza y sabiduría compartida”.