"Si se filma tu historia me gustaría hacer de vos", le dijo China Zorrilla a Natalia Cohan de Kohen en el escenario del teatro Maipo, en 2006. La ocasión era un gran homenaje a la artista plástica y mecenas porteña. "Aprovecho para decir que a esta altura de mi vida necesito que se haga justicia. Y que si llega cuando ya no estoy, ustedes me recuerden en este momento, en que soy muy feliz", pidió emocionada Kohen sobre ese legendario escenario, abrazando un ramo de flores y rodeada de decenas de artistas, gestores, políticos y otras personalidades de la cultura. Sobre todos ellos había dejado su huella.
Es que Zito en ese mismo 2022 publicó "27 noches" (Ed. Galerna), un libro de no ficción donde narraba su extensa investigación sobre la injusta internación de Sarah Katz, nombre con el que enmascaró la verdadera identidad de la protagonista.
Embed - 27 noches | Tráiler oficial | Netflix
Ahora, ese libro llegó mucho más allá de lo que alguna vez pensó la periodista y seguramente también la propia Kohen. Eso sí: China Zorrilla ya lo había adivinado. El actor y director uruguayo Daniel Hendler lo adaptó en una película homónima que desde este viernes 17 de octubre está en el catálogo de Netflix. Su versión de la historia tuvo ciertas ficcionalizaciones: personajes nuevos, nuevos cambios de nombre (aquí la protagonista no se llama ni Natalia Kohen ni Sarah Katz, sino Martha Hoffmann) y unos episodios humorísticos que seguramente no existieron en la vida real.
Una investigación, un libro, una película
"Una tarde de junio de 2005, Sarah Katz, una escritora, artista plástica y mecenas de ochenta y ocho años, es sorprendida en su departamento de Recoleta por seis enfermeros que, con el consentimiento de sus hijas, la internan en un hospital psiquiátrico. ¿El motivo? El comportamiento extraño de Sarah que, según las hijas, incluye el despilfarro de la fortuna familiar, una vida sexualmente activa y un estilo de vida inadecuado para su edad". Así comienza la contratapa de "27 noches".
Las páginas repasan la vida de la artista [quien se casó con el prestigioso médico Mauricio Kohen] y, sobre todo, los veintisiete días —de allí el título— que permaneció internada y su "liberación", tras la intervención pública de sus colegas y la difusión del caso en la prensa.
Resulta impactante pensar que Kohen sobrevivió 17 años a esos días terribles de aislamiento. Zito recordaba así el día que la conoció, ya años después de la internación: "Natalia, a sus 99 años, no era una anciana, seguía siendo una mujer con un atractivo difícil de explicar, no era una abuelita bondadosa, conservaba -por el contrario- los rasgos filosos de su apogeo, la habilidad para decir a su conveniencia o devolver una pregunta en lugar de responder, todo con una destreza envidiable. Encontré en Natalia una versión de la vejez que no conocía, una versión que quise quedarme, que recuerdo cada vez que pienso en envejecer".
Esa entrevista con Kohen fue solo un punto de una investigación que duró un año y medio, y en la que tomó como fuentes a nada menos que a 50 personas. "Entre ellas intenté entrevistar a Facundo Manes", decía en una entrevista a Página/12. "En un momento él dio una charla y yo fui a escucharlo y después me acerqué para contarle que estaba escribiendo este libro y le pedí una entrevista y después la entrevista no fue posible", lamentó Zito.
Y agregó: "Me hubiera encantado conversar con él. Con las hijas tampoco pude hablar. Sí pude hablar telefónicamente con una de sus nietas y con otros familiares".
Por eso es que, al mirar la película de Netflix, conviene no tomar todo como real. De hecho, el propio personaje de Hendler (quien además de dirigir también actúa) es una deliberada ficcionalización. Encarna a Casares, un perito judicial que debe evaluar el estado mental de Hoffmann —interpretada ahora por la siempre genial Marilú Marini—, para determinar si puede continuar su vida con autonomía o si, como proponen sus hijas, conviene internarla en una institución psiquiátrica.
La adaptación fue firmada también por un reconocido contador de historias como Mariano Llinás ("Historias extraordinarias", "La flor" y guionista de "Argentina, 1985"), además de Agustina Liendo y Martín Mauregui.
Quién fue Natalia Kohen, artista mendocina
Nació como Natalia Cohan en 1918 (o 1919, según otras fuentes), en Mendoza. Su vida fue, desde temprano, un puente entre las letras y las artes visuales, entre la introspección y la creación.
Tras completar la escuela secundaria, se mudó a Buenos Aires, donde estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Su temprana formación humanista la llevó a ejercer como profesora de Letras y, poco después, a escribir. Publicó libros de relatos y poemas que le valieron reconocimiento y premios, y que revelaban ya una voz íntima, aguda y reflexiva. Durante esos años también emprendió viajes de estudio por América, Europa y Oriente, experiencia que marcaría profundamente su mirada y su sensibilidad artística.
En Buenos Aires conoció a Mauricio Kohen, entonces un joven visitador médico que con el tiempo se convertiría en un influyente industrial farmacéutico, dueño de la empresa Argentia. Ese vínculo sería, además de afectivo, una alianza intelectual y cultural. Juntos impulsaron proyectos vinculados al arte y la educación, y Natalia se desempeñó durante varios años como directora de la Fundación Argentia, institución que buscaba articular la ciencia y la cultura como motores del desarrollo humano.
El arte plástico llegó a su vida como una segunda juventud. Ya con experiencia en la escritura y la gestión cultural, decidió estudiar pintura junto a la grabadora Aída Carballo, una de las figuras más relevantes del arte argentino del siglo XX. Más tarde se perfeccionó en la Sir John Cass School of Art y en el Gabinete de Dibujo y Grabado del British Museum, en Londres. A partir de entonces, su obra comenzó a ganar espacio en galerías y museos tanto de Argentina como del exterior. Sus exposiciones de pintura, dibujo y grabado fueron celebradas por la crítica, y obtuvo numerosos premios municipales y nacionales.
Sin embargo, Natalia Kohen nunca abandonó la escritura. En su universo creativo, palabra e imagen eran dimensiones inseparables. Su cuento "El hombre de la corbata roja" es un ejemplo luminoso de ese diálogo entre arte y vida, e inspiró un ballet del mismo nombre que interpretó Julio Bocca.
En 2009, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires la distinguió como Personalidad Destacada de la Cultura, reconocimiento a una trayectoria que abarcaba más de seis décadas de producción artística y literaria.
De esos días del 2005, queda un testimonio que provoca un nudo en la garganta. Así recordaba el día que la internaron: "Entró Claudia, mi hija menor, con su llave, junto con su marido y seis enfermeros vestidos de blanco con una caja de inyectables y una silla de ruedas. Yo creí que me moría. Fue algo muy brutal. Mi hija estaba delante de mí, yo pidiéndole auxilio y ella sólo me miraba. Y mi yerno me gritaba 'usted tiene que ir porque está muy enferma'. Los enfermeros se habrán dado cuenta de que no era una loca furiosa porque les pedí que me dejaran un ratito, que estaba muy nerviosa, y accedieron. Después me llevaron en una ambulancia a Ineba (Instituto de Neurociencias Buenos Aires)".
Y sobre su internación: "Mi llegada fue traumática. Me había puesto un saquito de piel, estaba bastante fresco. Me dejaron en un lugar sola, yo estaba terriblemente abatida y cansada. Escuchaba en otro cuarto las voces de mis hijas. Vino una enfermera, me dieron algo y se ve que me durmieron. A la mañana siguiente me desperté, todavía vestida con el saquito, en un dormitorio. Era una vida bastante reglamentada, con horarios para levantarse, desayunar... Me medicaron como si estuviera enferma, pero yo estaba sana, de manera que me estaban idiotizando. Y uno convive con gente enferma. Había una muchacha de unos 35 años y una mentalidad de ocho que se pasaba llorando y pidiendo por la mamá, gente que gritaba de noche, una que se quería cortar las venas...".
Años después, un fallo judicial determinó que Kohen estaba sana y que había sido víctima de un error diagnóstico. Se le restituyeron sus bienes, y sus hijas le pidieron disculpas públicamente. Natalia, con la templanza que había caracterizado toda su vida, aceptó el perdón y recompuso el vínculo familiar.