25 de octubre de 2025 - 10:28

Leo García en Mendoza: "Hay que asumir la edad para poner en práctica la maestría de vivir"

El músico que transitó los caminos de Gustavo Cerati, el pop electrónico y la canción íntima vuelve a Mendoza para unir décadas de exploración, sensibilidad y reinvención.

Por estos días, Leo García parece un hombre reconciliado con su propia voz. No solo con la que canta, sino con la que piensa, crea y se reconoce después de años de andar por los márgenes del rock, el pop y la electrónica argentina. A los 54 años, el músico nacido en Moreno —y criado un tiempo en Jujuy— lleva más de tres décadas buscando algo que no se define del todo pero que siempre suena a él: una identidad musical elástica, emocional y profundamente personal.

Transitando esos caminos llega a Mendoza para dar un show en el emblemático Willys Bar, ubicado en calle Mitre 1371 de Chacras de Coria, a las 22. Como artista invitada, abrirá la noche la talentosa cantautora mendocina Leticia Bibiloni, recientemente seleccionada para representar a la Argentina en el Festival Internacional de la Canción Punta del Este – 13ª Edición.

Leo Garcia
Leo García, en constante construcción de sí mismo, se reconcilia con la madurez para aprender de la juventud.

Leo García, en constante construcción de sí mismo, se reconcilia con la madurez para aprender de la juventud.

Sin etiquetas

Su nombre habita ese territorio donde las etiquetas se desdibujan. Fue la mente detrás de Avant Press, aquella banda de culto que a mediados de los ’90 unió el tecno y el pop cuando pocos se animaban. Fue también el aliado más fiel de Gustavo Cerati, con quien compartió estudio, giras y una amistad artística que dejó marcas indelebles. Y fue, además, el autor de himnos tan melancólicos como “Morrissey”, tan radiantes como “Reírme más” y tan confesionales como “Tesoro”. Todo eso cabe en su historia, y también en la que sigue escribiendo.

Con Avant Press, lanzó Entre Rosas (1994) y un álbum homónimo en 1996. La crítica los celebró como adelantados. Eran los tiempos en que el rock argentino miraba hacia la guitarra y ellos miraban hacia la máquina. “Nos gustaba esa mezcla entre el cuerpo humano y la electrónica”, contó en una entrevista. Ese cruce sería su huella para siempre.

El eco y el ruido

Como toda historia de largo aliento, la suya tuvo altibajos. Hubo épocas de silencio y otras de exposición ruidosa. Fue rockero, electrónico, punk, romántico. Pero sobre todo fue un compositor que convirtió la fragilidad en energía creativa. “El secreto para mantenerse es tener altibajos”, confesó alguna vez. Esa honestidad, a veces incómoda, es parte de su encanto.

En los últimos años atravesó momentos personales difíciles y reapareció con una claridad nueva. Con discos como Punk (2022) y Punk Vol. 2 (2023), mostró una versión más directa, menos pulida pero igualmente emocional. “No necesito brillar, necesito sonar verdadero”, dijo en una charla radial. Y lo logró: volvió a sonar como Leo García, sin adjetivos.

Morrissey, un himno en una época de silencios

Para entender su aporte hay que volver a la idea del pop como lenguaje abierto. Leo García no fue un artista de masas, pero su obra influyó en una generación que aprendió que lo sensible y lo moderno no se excluyen. Su canción Morrissey, por ejemplo, fue una forma de declarar identidad antes de que el discurso sobre la diversidad se instalara. En tiempos en que la estética pop se volvió mainstream, él ya había explorado ese territorio con valentía.

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En Mendoza, donde actuará en formato eléctrico pero sin perder el pulso emocional, volverá a encontrarse con una provincia que siempre valoró la canción. “El público mendocino escucha, no grita. Y eso me emociona”.

—¿Cuánto hacía que no venías a Mendoza?

—Desde antes de la pandemia, calculo que serán como unos siete años que no voy. La última vez que fui para un festival relacionado al vino, había tocado Babasónicos, Catupecu Machu y yo participé en dos canciones. Pero show mío hace bastante que no hago, así que con muchas ganas voy.

—¿Es cierto que alguna vez tocaste con una banda local incipiente que se llamaba Cien Peces Piensan?

—Sí, creo que ellos tocaron antes de mi show y también participé de una canción de ellos porque estaban con la productora de Usted Señalemelo, eran como parte del mismo grupo de amigos y músicos.

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—Cuando comenzaste en las peñas folclóricas haciendo un género que no tiene nada que ver con lo que hacés hoy. ¿En qué momento dijiste “esto es lo que quiero hacer”?

—Creo que desde ahí. Igual en los shows canto folklore ahora, porque mi show es contar mi historia, así que es todo bien oportuno. Yo nací en Moreno, Gran Buenos Aires, pero mi mamá nos llevó a mi hermano y a mí a Jujuy, al Ingenio Ledesma. Un día estaba cantando en la vereda de casa con una guitarra, de hobby total y pasó una chica que era una cantante de folklore. Me escuchó y me dijo: “Cantás bárbaro. Mirá, acá tenés un empleo. Yo soy la cantante en la peña folclórica, pero quiero dejar de trabajar. ¿Vos me querés reemplazar?.” Y yo inocentemente -tenía 13 años- le dije que sí. Entonces ahí empecé a cantar todos los fines de semana en la peña folclórica, lo cual fue maravilloso, porque rompí el miedo escénico. En una peña folclórica no era lo mismo que cantar con una banda nueva, porque había que ser muy útil, muy funcional, la gente quería bailar, comer empanadas, todo ese ritual. Así que eso fue revelador.

—Da la sensación de que hubieras estado tocado por una varita mágica.

—Sí, la verdad que fue increíble. Cuando ya tenía unos 14 o 15 años volvimos a Buenos Aires, yo ya estaba escuchando a Soda Stereo, a Virus. Empecé la secundaria en Capital y eso me cambió bastante la mente, salir del pueblo e ir al centro, conocer músicos, escuchaba mucha radio, me gustaban las bandas under, eran los 80 y eso me influenció muchísimo.

—Vamos un poquito a los 90, los años de tu banda Avant Press. ¿Qué aprendizajes de ese tiempo considerás que todavía te sirven hoy?

—El uso del sampler, musicalmente. Es algo que sigue vigente y fue algo que reveló los 90: tomar fragmentos de otras músicas, hacer loops y con eso recrear. Eso es muy 90, y sigue en boga. La cultura hip hop, lo urbano… todo eso se instaló entonces y hoy no es tan diferente. A diferencia de ahora, no había redes: había relaciones públicas. Uno se juntaba en discotecas, utilizaba las fiestas con DJ para conocer gente, y ahora eso lo podemos hacer en una red social.

—Sos muy activo en redes sociales y además hasta tenés una estética muy cuidada. —Sí, trato de ser lo más creativo posible, de no dejarme llevar ni consumir por el exitismo. Porque si entrás al juego de las redes, querés tener muchos seguidores y capaz terminás haciendo cualquier cosa. Yo tuve que pasar un periodo después de la pandemia, un par de años, para darme cuenta de que tengo 55 años y tengo que vivir la vida desde la edad que tengo. No puedo competir con un chico de 20 o 30. Hay que asumir la edad para poner en práctica la maestría, la maestría de vivir, poner en práctica los años de terapia, de leer libros, de fracasar también, que viene bien. La práctica del fracaso sirve mucho para estar fuerte en una sociedad tan exitista. Y no es así la humanidad. Estoy en un muy buen momento de madurez.

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—Porque además seguirle el ritmo a los más jóvenes es agotador.

—Sí, poner en práctica lo aprendido, sobre todo en no hacerse mala sangre, en recordar que el momento es ahora. Estoy aprendiendo mucho de la generación actual. Me junto con productores de 20 y pico de años, con músicos de esa edad, y me pongo en modo alumno. Me parece que la mejor manera de mantener una especie de “colágeno de supervivencia”. Hay muchísimo para aprender. Por ejemplo, el autotune. Antes se decía que lo usaban porque no cantaban bien, y no es así. Hay un arte para usarlo, una estética. hay que escuchar, cantar despacito, usar frases diferentes, aplicar el freestyle para componer. Antes uno componía solo y después llevaba la canción al estudio. Ahora todo sale del estudio. Estoy aprendiendo mucho de eso y me encanta.

—Una vez charlando con Mollo me decía que el autotune no es algo para demonizar.

—Claro. Nosotros venimos de muchos efectos. Cuando usás una distorsión en la guitarra también era una forma de tapar errores. El rock fue romper rótulos de perfección. Entonces, si aparece algo que no busca virtuosismo pero sí emoción, me sirve. Si escucho a Javier Malosetti, que es super virtuoso, me largo a llorar. Y también disfruto la artificialidad del pop.

—Sos guitarrista, cantante, productor, compositor ¿En cuál de los roles te sentís más cómodo?

—Me gusta el escenario, me gusta cantar. Hay que poner el cuerpo, la mejor predisposición. No podés ir de mal humor ni con pocas ganas. Hay que darlo todo, cuando grabás, cuando componés, cuando hacés un videoclip. Tocar es hermoso porque me permite viajar. Este fin de semana tengo que ir a Mendoza. Este año viajé a Europa, hice como 22 shows: 12 en Europa y 7 en Oceanía. Fue maravilloso. Me encontré con público argentino sediento de su cultura. Estoy al servicio de la gente: canto lo que me piden, soy un trovador con mi guitarra y mi máquina, además te acerca al público, te mantiene vigente y te nutre. Vibrás cuando cantás, recibís el afecto del público. Aprendí a valorarlo. Antes, después del show, venía la fiesta. Ahora hago el show y pienso en el próximo.

—Es la madurez.

—Sí, es eso: la fruta perfecta para ser disfrutada.

—Has explorado distintos géneros. ¿Es una búsqueda musical, una reacción al entorno o algo interno que te mueve a probar diferentes estilos?

—Siempre hay una frescura de un nuevo día. Soy un agradecido total porque el trabajo me viene. Y después, en cuanto a los sonidos, rehago cosas porque siempre hay algo nuevo, pero sin deformarlo por las tendencias. A medida que pasa el tiempo, uno se vuelve un clásico de sí mismo. Soy mi propio tributo ya. No te voy a salir con algo que no puedas entender porque el que me conoce ya sabe quién soy. Respeto eso y lo disfruto. Hay que quedarse con lo mejor y seguir construyendo desde ahí.

Leti Bibiloni
Leticia Bibiloni, seleccionada para representar a la Argentina en el Festival Internacional de la Canción Punta del Este.

Leticia Bibiloni, seleccionada para representar a la Argentina en el Festival Internacional de la Canción Punta del Este.

—¿Cómo ves al público mendocino en relación al de otras regiones del país?

—El público mendocino me parece bastante internacional dentro del país. No sé si porque Mendoza está lejos, o por la conexión con Chile y la naturaleza. Son hermosos, hay algo muy romántico ahí. Así que viene bárbaro hacer una música acústica. Igual te digo, yo no hago un set acústico por no poder tener banda, es porque así soy yo. Tomo como modelo a Facundo Cabral o Silvio Rodríguez: trovadores. Le sumo una máquina sampler, disparo pistas programadas por mí y suenan en vivo. Hago una fusión de techno pop con canciones acústicas, por eso soy un “electro trovador” o “trovador pop”. También estoy estudiando baile, para poner un condimento físico en el escenario. Me cuido mucho, hago ejercicios, todo para verme bien.

—Hay un video grabado en Irlanda, donde un chico toca en la calle y entraste vos a bailar ¿Cómo fue eso?

—Sí, esas cosas son maravillosas. Ese chico es un argentino que hace música callejera allá, un genio. Me invitó y le dije: “Dale, voy para allá.” Y se viralizó el video. Tremendo.

—¿Cómo te ves dentro de 30 años?

—Me veo fuerte. Estoy haciendo paso a paso esto de entrenar, hacer musculación, hacer de mi cuerpo un templo. Aprendí mucho sobre alimentación sana, neurogénesis, cuidar el cuerpo para vivir lo máximo posible. No sé qué pasará en 30 años, pero calculo que voy a estar muy bien, voy a poder seguir cantando y apreciando más la vida. El crecimiento de estar vivo es entender que esto es un regalo. El tesoro es la salud. Tener piernas, brazos, ojos, estar bien… eso es ser millonario. Con salud todo se puede lograr. Hay que cuidarla, agradecer cada día, atraer gente buena.

—Una cosa buena trae otra, ¿no?

—Exacto. Siempre se vive de lo que a uno le gusta. Finalmente los fantasmas eran la ambición desmedida, pero hay una edad para todo. Un joven no proyecta cómo va a cuidar lo que logra. Cuando era joven quería montones de cosas, las logré y después no las supe cuidar. Derroché todo, festejé de más, como le pasa a todos. Ahora estoy recuperadísimo y en una función de darme cuenta de que está todo bien.

Leo Garcia
Leo García vive su mejor momento y disfruta tanto el camino recorrido como los años por venir.

Leo García vive su mejor momento y disfruta tanto el camino recorrido como los años por venir.

La bendición de Cerati

El destino lo acercó a Gustavo Cerati, que vio en él algo más que un discípulo. Fue su padrino artístico y, en muchos sentidos, el espejo donde Leo se animó a ver reflejada su sensibilidad pop. Participó en grabaciones, colaboró en coros y guitarras, y fue parte de la gira Me verás volver de Soda Stereo en 2007. De aquel vínculo, García aprendió la elegancia del detalle y la idea de que una canción puede ser sofisticada sin perder emoción.

“Con Gustavo aprendí que el sonido es una forma de pensamiento”, suele decir. Y basta escuchar cualquiera de sus discos para entenderlo. Desde Vital (1999) —su debut solista— hasta Algo Real (2013), pasando por Mar, Cuarto Creciente y El Milagro del Pop, la obra de Leo García traza una línea coherente en su diversidad.

A lo largo de su recorrido, García tejió una red de colaboraciones: su voz y su guitarra aparecen en discos de artistas tan disímiles como Fito Páez, Emmanuel Horvilleur, Palo Pandolfo, Miranda! y Rosario Ortega. También trabajó junto a Daniel Melero y con el grupo Turf compartió escenarios y afinidades estéticas. En su búsqueda permanente de nuevas texturas, se animó a experimentar con el dúo electrónico Capri, y hasta grabó junto a Litto Nebbia, figura mayor del rock nacional. Participó en proyectos con el uruguayo Martín Buscaglia y llegó a compartir experiencias con músicos de la escena indie internacional, como la mexicana Julieta Venegas, con quien mantiene una afinidad artística desde hace años.

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