11 de mayo de 2025 - 00:00

Laura Azcurra: "Frida es un homenaje a mi madre y mis tías mendocinas"

Por primera vez en su carrera, Laura Azcurra sube a un escenario mendocino con la obra Frida, viva la vida, un unipersonal que recorre la intensidad vital de la artista mexicana desde una mirada luminosa, poética y profundamente personal.

Hay funciones que no son solo funciones. Hay obras que atraviesan tanto al artista que resultan imposibles de disociar de su historia personal. Y hay ciudades que, por algún motivo inexplicable pero hondo, se convierten en parte de un ritual. Así será el desembarco de Frida, viva la vida este domingo, protagonizada por Laura Azcurra.

La función es esta noche a las 20.30, en el Teatro Mendoza (San Juan 1427, Ciudad) y las entradas se pueden adquirir en entradaweb o en la boleterìa del teatro.

Es la primera vez que la actriz, conocida por su versatilidad y trayectoria de casi tres décadas en teatro, cine y televisión, actuará sobre las tablas de esta provincia. Pero no se trata solo de eso. Mendoza es también el lugar donde nació y creció parte de su familia materna. “Es la primera vez que voy a actuar en teatro en Mendoza, que es la primera provincia que conocí fuera de Buenos Aires. Yo soy rotundamente porteña, pero Mendoza es la ciudad donde creció mi madre, donde nacieron mis tías… la amo profundamente”, dice Azcurra.

laura azcurra
Laura Azcurra

Laura Azcurra

La emoción que la actriz siente de venir a Mendoza tiene un nombre: Elena Zapino, su madre, maquilladora, caracterizadora y artista plástica, fallecida hace tres años, fue un referente en su vida personal y profesional. Y la conexión con Frida Kahlo –pintora, feminista, ícono cultural y también mujer frágil y luminosa– parece seguir ese mismo hilo invisible. “Estoy muy emocionada por todo lo que implica este viaje. Frida llega a mi vida con mucho paralelismo. Encarnar a una artista plástica, como lo era mi madre, caracterizarme como ella, hacer ese diseño de maquillaje que siempre hicimos juntas… Este es el primer trabajo que hago sin que ella esté en vida para acompañarme”, cuenta.

La obra, escrita por

, recorre el universo emocional y artístico de Frida desde una mirada íntima. Pero no se limita a la narrativa del dolor, que ha sido tan explotada en su figura. Azcurra y Morgado decidieron mostrar también una Frida vital, juguetona, magnética. “Ella era muy teatrera, imitaba, hacía caricaturas… Tenía un carisma hipnotizador del que poco se habla. Con Julia decidimos mostrar ese costado luminoso, divertido, sin dejar de lado la profundidad y la oscuridad que también la habitaban”, explica la actriz.

La acción de la obra comienza en el Día de los Muertos, el 2 de noviembre, fecha sagrada para la cultura mexicana. Frida está muerta, pero se levanta una vez más para narrarse a sí misma. En esa frontera entre la vida y la muerte, entre la carne y el recuerdo, se arma el relato. “Te imaginás el popurrí emocional que tengo… No es una función más para mí. Es un homenaje a Frida, sí, pero también a mi madre, a mis tías mendocinas, a una historia que me atraviesa”, asegura.

Uno de los grandes desafíos del proyecto fue interpretar a una figura real, tan mítica como Frida Kahlo. Para Azcurra, el respeto y la responsabilidad fueron fundamentales: “Nunca había interpretado a una persona que ya existió. Frida es una mujerona enorme, un personaje icónico, potente… Me llené de información, vi documentales, leí cartas, su diario… Pero lo que más me interesaba era su voz. Sus propias palabras".

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La actriz destaca ese costado literario de Frida, poco difundido, pero impactante. “Era una poetiza. Sus frases eran casi eslóganes, visionarias, marketineras sin proponérselo. Participé de una jornada en la Feria del Libro donde se celebró la reimpresión de su diario, como objeto artístico y literario. Es impresionante lo que escribió y cómo lo escribió”, señala.

Ese material fue clave para construir una Frida en primera persona, lejos de las interpretaciones ajenas, muchas veces masculinas, que han contado su historia. “La historia fue contada en su mayoría por hombres. Por eso fue tan importante acompañar la vida de Frida con sus propias palabras, sus cartas, sus confesiones. Fue una mujer profundamente honesta, vital, generosa en compartir su verdad".

En escena, Azcurra se transforma. El cuerpo habla. La fragilidad física de Frida –marcada desde niña por la poliomielitis y luego por un brutal accidente de colectivo que le atravesó el abdomen con una varilla de metal– convive con una fortaleza interior conmovedora. “Desde los seis años sufrió bullying. Le decían ‘Frida pata de palo’. Y después, el accidente… como ella misma dice, ‘el accidente me hizo perder la virginidad’. Era tremendo, pero no se victimizaba. Sacaba su simpatía, se mostraba alegre, divertida. No quería ser una desdichada. Esa resistencia también era parte de su arte”.

La mirada feminista, naturalmente, atraviesa el relato. Frida fue una pionera. Una mujer que se asumió libre, irreverente, política, apasionada. “Las primeras feministas que conocí fueron mi madre y Frida, sin duda”, afirma Azcurra. En la construcción del personaje, también hubo una reivindicación de esos espacios donde lo femenino se vuelve resistencia. “Era una mujer frágil físicamente, pero con un temperamento arrollador. Se animó a amar, a crear, a decir su verdad sin pedir permiso. Hay mucho para aprender de ella".

El vínculo entre arte y resiliencia es uno de los ejes que más resuenan en la obra. La posibilidad de transformar el dolor en belleza, de ponerle color al sufrimiento, de contar la propia historia con dignidad y fuego. “Frida es un espejo muy fuerte. Invita a seguir profundizando en nuestra autenticidad, a ser quienes honestamente somos. Creo que ese es el mensaje que se lleva el público: que aún en lo peor, se puede encontrar belleza y transformación".

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Desde su estreno, la obra ha generado una conexión muy especial con el público. Las funciones suelen terminar con aplausos sentidos, algunas lágrimas, abrazos largos en la salida del teatro. “Las mujeres se me acercan después de la función y me cuentan cosas íntimas. Me dicen ‘yo también tuve un accidente y me refugié en el arte’, o ‘a mí también me dijeron que no iba a poder amar’. Frida nos atraviesa a todas de distintas formas”, cuenta Azcurra.

En lo escénico, el espectáculo es austero pero potente. El vestuario, el maquillaje, el altar de muertos y algunos pocos objetos –una paleta, una silla de ruedas, una cama– bastan para crear el universo. Pero el corazón está en la actuación. “El cuerpo es la herramienta principal. No hay música, no hay otros actores. Solo estoy yo, con la voz de Frida y la mía. Es un acto de entrega enorme".

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Frida Kahlo fue mucho más que una pintora: fue una mujer que eligió vivir, crear, amar y resistir a pesar del dolor. En Frida, viva la vida, Laura Azcurra logra algo difícil: traerla al presente sin solemnidad. “Actuar esta obra en Mendoza es cerrar un círculo, pero también abrir uno nuevo. Es volver a un origen. Es un ritual que tiene mucho de despedida y mucho de celebración. Espero que el público mendocino lo sienta así, que Frida les hable al corazón, como me habla a mí cada vez que subo al escenario".

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