22 de noviembre de 2025 - 18:55

Iván Noble y el regreso de Caballeros: "Nos prometimos hacer un disco por el que pudiéramos dar la cara"

El 27 de noviembre Los Caballeros de la Quema se presentan en Mendoza, con temas de Fiesta de Zombis, su más reciente trabajo. Una entrevista profunda con Ivan Noble que habla de madurez y del regreso tras 20 años separados.

Los Caballeros de la Quema están de vuelta y con ganas de que no los etiqueten como “la banda de los clásicos” únicamente. Su nuevo álbum, Fiesta de Zombis (lanzado el 19 de septiembre de 2025), marca su regreso al estudio tras 25 años sin editar material. Y el disco viene con una gira de presentación que los trae al Arena Maipú, el 27 de noviembre, a las 21, para mostrar el nuevo trabajo pero también, para repasar los éxitos que los llevaron a ser una de las bandas más presentes en la memoria colectiva, aún después de haber estado separados más de 20 años. Las entradas se pueden adquirir en Ticketek.com.ar y en la boletería del Arena.

Los nuevo de Caballeros

El disco cuenta con diez canciones nuevas más una versión de “Costumbres Argentinas”, clásico de Los Abuelos de la Nada. La producción estuvo a cargo de Gustavo Borner, que ya había trabajado con ellos, y el resultado es un disco que condensa el espíritu barrial del grupo con la madurez de una banda que sabe lo que significa volver.

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Fiesta de zombis, el nuevo disco que Caballeros presentará en el Arena.

Fiesta de zombis, el nuevo disco que Caballeros presentará en el Arena.

Según Iván Noble, el álbum “mezcla lo testimonial, lo crítico y lo reflexivo, como solo nosotros sabemos hacerlo”. En una entrevista reciente, en Tiempo Argentino, confesó que el regreso implicó “un riesgo enorme” porque “después de los éxitos que quedaron en la memoria colectiva, difícilmente algo nuevo pueda alcanzar ese estatus”.

La gira que acompaña al disco ya arrancó con fuerza. Uno de los puntos altos fue el show en el Movistar Arena de Buenos Aires, el 10 de octubre de 2025. Allí combinaron clásicos como “Avanti Morocha” y “Oxidado” con estrenos fuertes: “Otro día en la oficina”, “No empujen el río”, “Tanto vino bajo el puente”. El resultado fue un show eufórico, en el que se percibía claramente que el público no solo rememoraba su pasado, sino que agradece su presente. Ivan Noble, en una nota con La Nación, lo resumió así: “Salimos al escenario y había un montón de público con las remeras viejas —a algunos apenas les entraban—, acompañados por sus hijos e hijas. Era como ver la herencia de nuestras canciones pasar de una generación a otra”.

El show en el Arena, más que un repaso de éxitos será la puesta en escena de su “segundo acto”. Con más de treinta años de trayectoria, la banda de Morón no se conforma con vivir de lo pasado. Según una crítica publicada en Filo.news, el nuevo álbum es “un disco rápido, vertiginoso… la temática clave es el paso del tiempo, donde Los Caballeros desnudan su sentir con la edad que están atravesando, sin dejar de lado la mirada crítica en clave social”.

Dentro de ese marco, los shows combinan lo nuevo con lo clásico: las canciones que la gente ya conoce se cruzan con material que apenas empieza a asentarse. “Lo que hacemos ahora es reflexionar en serio”, dijo Noble en otra charla con el medio local La Coope. Y agregó: “nos animamos a mirar la rutina, la edad, el cansancio, sin perder la energía que nos permitió empezar”.

Y esa energía se nota: los músicos —Iván Noble (voz), Martín Méndez, Pablo Guerra, Pato Castillo y Javier Cavo— mantienen la química de siempre, pero con un plus de experiencia. No se trata de recrear a los de los 90, sino de seguir siendo ellos mismos, 25 años después. Como dijo Noble a La Nación, cuando comenzaba la gira: “Después de los 50 no podés estar urgido por pertenecer al algoritmo… Sería un suicidio artístico”.

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En la charla con Los Andes, Ivan Noble reafirmó su convicción de la experiencia adquirida en los años vividos, su alegría por volver a los escenarios y la certeza de estar presentando un disco que ratifica la identidad de la banda sin quedar pegada en la nostalgia del pasado.

-¿Cómo sale este disco y gira después de tanto tiempo y tantas vueltas de la vida?

-Fue una aventura de riesgo, pero salió muy bien. Con Caballero nos veníamos encontrando, haciendo shows esporádicos y lo disfrutábamos. No estaba en la hoja de ruta hacer un disco nuevo, pero el entusiasmo de lo que pasaba en vivo se fue contagiando y los chicos empezaron a hacer músicas. Yo al principio estaba un poco reacio a hacer canciones nuevas, pero las músicas que me mandaban me entusiasmaban. Entonces empecé a poner las letras. Al principio no sabíamos si iba a ser una canción, dos o tres, y terminó siendo un disco después de un cuarto de siglo. Estamos felices, nos gusta mucho cómo quedó. Nos prometimos que lo único que tenía que pasar con el disco era que pudiéramos sacar la cara por él, que fuera un disco de Caballeros como los viejos, sin que fuera forzado u oportunista. Podríamos haber hecho un disco más alineado con la época, haciendo feats o reversionando canciones viejas, pero preferimos tomar el riesgo de hacer un disco nuevo que refleje lo que somos hoy después de 25 años.

-¿Qué fue lo primero que te diste cuenta de que te habías olvidado al entrar al estudio? ¿Y qué descubriste que nunca se había ido?

-Con Caballeros pasa algo que apareció desde la primera vez que nos reencontramos. Suena cursi decirlo, pero es verdad: las bandas funcionan por muchas cosas, pero si no está cierta impronta, cierta química, no funciona nada. Eso ocurrió siempre cada vez que nos encontramos en una sala de ensayo. En el estudio pasó que el oficio es el mismo de siempre. Estamos más viejos y uno quiere creer que el tiempo juega a favor y que uno conoce mejor el oficio. Las bandas tienen inconvenientes, problemas, se separan y se apaga esa química, pero si cuando se encuentran funciona, todo lo que viene después es más fácil.

-¿Funcionó esa química?

-Sí. Las canciones estaban bien, el ánimo entre nosotros también, teníamos ganas de hacer el disco. Nos encanta cómo quedó. No sabemos si habrá un disco nuevo. A esta edad es mejor no pensar demasiado para adelante: hacer cosas que te pongan contento y que puedas defender en vivo.

-Imagino que les debe pasar como con los amigos de la infancia, que pasan años sin verse pero se juntan y es como si se hubieran visto ayer.

-Sí, hay algo de eso. Te decodificás, te leés el código de barras. El tiempo pasa, pero como no somos atletas sino músicos, podemos hacer lo mismo 25 años después. Y, en términos vitivinícolas, eso madura, decanta.

-El disco Fiesta de Zombies habla del paso del tiempo sin caretas. ¿Qué cosas del Iván de 1999 mirarías hoy con ternura y cuáles pensando “¿por qué hice eso?”

-Con ternura, muchas. Porque éramos muy jóvenes y muy apasionados, y eso no se compra. Tener ilusiones hace que dejes todo ahí. Después las canciones pueden gustar o no, pero hace 25 o 30 años hacíamos todo con muchísimo corazón. No tengo una mirada condenatoria de cuando éramos jóvenes. Errores cometimos miles, éramos torpes como cualquiera que arranca en un oficio. ¿Qué me criticaría? Cómo me vestía y cortarme el pelo más seguido. Nada grave.

-Cuando tocás un clásico de hace 30 años, ¿Sentís que seguís siendo el mismo que la compuso o la ves como una remera vieja que guardás con cariño pero ya no te representa?

-La comparación es exacta. Son canciones de más de veinte años que pueden o no quedarte bien, como esas remeras que encontrás en una caja del placard. Hay canciones que nos siguen quedando muy bien y son las que tocamos. Y otras no, porque tenían que ver con una energía o convicción que hoy no tenemos. Eso era una preocupación cuando volvimos: ver si íbamos a coincidir en la lista de canciones imprescindibles. Coincidimos muy rápido. Algunas canciones envejecieron mejor que otras.

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El nuevo disco habla del paso del tiempo.

El nuevo disco habla del paso del tiempo.

-En varias entrevistas dijiste que el tiempo te pasa por arriba y uno trata de mirar para otro lado. ¿Qué canción del disco nuevo te expone más en esa pulseada con el tiempo?

-”Tanto vino bajo el puente” arranca diciendo: “Los años corren como aire en conserva. Los besos que eran fiebre, hoy son polvo. Antes cerrábamos los bares, hoy se nos cierran los ojos”. Es de las que más me gustan y habla justamente de eso.

-También vi que en el disco incluyen una versión de Costumbres argentinas. Cuando uno se enfrenta a un clásico tan arraigado, ¿Qué obligación sentís?

-Tiene que haber una mezcla de respeto y audacia. Si no, es un cover más. Si querés que esté tu impronta, tenés que jugar con la canción, estirar un poco la cuerda, pero sin transformarla en otra cosa. Queríamos homenajear el rock nacional de los 80, que generacionalmente vivimos mucho. Nos costaba encontrar una que nos gustara a todos. Después de algunos intentos, apareció esta.

-¿Qué parte de este proceso fue el momento en el que dijiste “cierto que esto me hacía feliz”?

-Sobre todo los shows en vivo. Porque desde mi primer disco solista decidí que no se parezcan a los de Caballeros. El sonido de banda es una cosa, el de solista otra. Mis discos solos tienen otro disfrute: más íntimo, más melancólico, más acústico. Y lo disfruto mucho. Pero lo otro lo extrañaba: la adrenalina, la banda de rock, la contundencia. Me siento bien haciendo ambas cosas, depende de la época.

-¿Cómo hace una banda como Caballeros, que marcó una etapa, para no caer en el pasado y no convertirse en un cosplay de sí mismo?

-Ese es el quid de la cuestión. Para mí excede la música. Si uno asume el paso del tiempo, que las cosas se modifican y que uno es parecido en algunas cosas al de hace 20 años pero en otras no, eso decanta solo. En el disco dijimos: “hagamos canciones que nos gusten de verdad, no vayamos a buscar la fórmula”. Y en la vida también me ocupa eso: no ser un cachivache trasnochado de lo que fuiste hace 20 o 25 años. Hay que asumirse más grande.

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Portada del disco

Portada del disco

-Hablando del tiempo pero hacia adelante: ¿Qué canción te imaginás que puede convertirse en himno de este disco dentro de 10 años?

-Sería atrevido decirlo. Creo que hay tres o cuatro: “Tanto vino bajo el puente”, “Acá me ves”, “Otro día en la oficina”. Sospecho que la gente las va a sentar a la mesa de las otras canciones, por lo que veo en los shows. Pero lo dirá el tiempo.

-¿Qué parte da más vértigo: sacar el disco o tantear la reacción del público en vivo?

-Ahora es distinto a hace 30 años. Antes te enterabas solo en vivo. Ahora, con redes y las plataformas, ya tenés un primer panorama a los pocos días por la cantidad de reproducciones.

-Después de todo lo vivido, ¿Cuál es la verdadera medida del éxito para vos?

-Es escurridizo. Con Caballeros, cada vez que dimos un paso, cada vez que planeamos un show o un disco, cuando lo terminamos estamos más contentos que cuando empezamos. Eso te da serenidad. Después de los 50 uno entiende que cada show puede ser el último, cada disco puede ser el último. Hay que disfrutar y estar a la altura. Hasta hoy podemos hacerlo. No pienso “¿para qué lo hicimos?”. Mientras eso siga ocurriendo, seguirán ocurriendo cosas.

-Cierro con dos pregunta sobre el Iván escritor: ¿Qué te da la escritura literaria que no te da la música? Y, cuando escribís canciones, ¿No se te mete el otro escritor a corregir?

-Estoy inaugurando esa faceta con el libro que presenté en Mendoza. Siempre digo que escribir canciones y escribir libros cuelgan la ropa en el mismo tendedero, pero no son el mismo oficio. Cada uno tiene sus trucos y tiempos. Los de canción los conozco; los de literatura los estoy aprendiendo. Lo que me da escribir libros es que no tenés la “jaula” de la canción: melodía, estribillo, duración. La música popular tiene sus reglas. En literatura eso no está: podés irte a donde quieras sin esas limitaciones.

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Ivan Noble habló con Los Andes acerca del reencuentro de la banda y del nuevo disco.

Ivan Noble habló con Los Andes acerca del reencuentro de la banda y del nuevo disco.

Repaso de antaño: Cómo nació Caballeros de la Quema

Caballeros de la Quema nació en 1987 en el oeste del conurbano bonaerense, cuando un grupo de pibes empezó a moldear una identidad que mezclaba rock directo, sensibilidad barrial y letras que hablaban de lo que pasaba alrededor. Con Iván Noble al frente, y músicos como Martín Méndez, Pablo Guerra, Gustavo “El Vasco” Kubala, Ariel “El Zurdo” Hernández y Patricio “Pato” Castillo en distintas etapas, la banda fue creciendo desde el under hasta convertirse en una de las voces más reconocibles de los noventa.

Después de años de giras y escenarios chicos, publicaron “Manos vacías" (1991), disco que abrió el camino para una serie de trabajos donde fueron puliendo su estilo. “Sangrando” (1994) y 2Perras” (1996) consolidaron su presencia en la escena y mostraron una combinación muy propia: rock áspero, melodías que se te pegan sin pedir permiso y letras que oscilan entre la ironía y la emoción.

El gran salto llegó con "La paciencia de la araña" (1998). Ahí apareció “Avanti morocha”, una canción que terminó convertida en himno y que empujó al grupo al reconocimiento masivo. Para entonces, Caballeros de la Quema ya era una referencia clara del rock argentino, con un público fiel y una identidad artística inconfundible. Su último disco de estudio fue "Fulanos de nadie" (2000), antes de la separación en 2002.

Aun así, la historia no quedó ahí. En 2017 volvieron a reunirse para un show a beneficio del Hospital Garrahan, demostrando que sus canciones mantienen vigencia y siguen diciendo algo, incluso décadas después de haber sido escritas. Hoy, Caballeros de la Quema ocupa un lugar especial en la música argentina: el de una banda que marcó a una generación y dejó un repertorio que sigue viajando de boca en boca.

El otro Ivan: Un caballero de palabras

Iván Noble viene demostrando hace rato que no solo escribe canciones que te dejan pensando dos días: también construyó un universo propio en la literatura. Su libro más reciente, “El doctor Álvarez contra los All Blacks”, es un retrato íntimo de su padre, contado con esa mezcla de ironía suave y emoción que él maneja sin golpe bajo. Noble escribe como habla: con una honestidad que a veces incomoda un poco, pero siempre abraza.

Este año pasó por la Feria del Libro de Mendoza y se notó que su costado escritor ya dejó de ser “la otra faceta” para convertirse en parte esencial de su identidad. En el Le Parc presentó la novela ante un auditorio lleno y, fiel a su estilo, terminó transformando la charla en una especie de fogón colectivo donde mezcló anécdotas, lecturas y esa sensibilidad que lo sigue alejando del personaje de rockero clásico.

Noble también aprovechó la visita para tocar en San Carlos y ahí se vio claro cómo conviven sus dos mundos: la narrativa que piensa y la música que late. En sus libros no hay estribillos, pero sí ritmo; no hay acordes, pero sí una voz que se reconoce al instante. Su literatura funciona como un eco ampliado de sus canciones: menos ruido, más entraña.

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