Cultura, género y pertenencia
Desde hace años, Ini Ceverino no es solo una artista: es una referencia en la promoción de la cultura nacional y popular con perspectiva de género. Fue fundadora de la agrupación Viejas Bonitas e integrante del colectivo Las Cumparsitas, junto a Perla Argentina Aguirre, Inés Bayala, La Charo y otras músicas que encontraron en la unión una forma de visibilizar su trabajo y su mirada sobre el mundo.
Docente, compositora, multiinstrumentista y militante cultural, Ceverino ha construido su carrera sin prisa pero sin concesiones. Su compromiso no se declama: se nota en cada proyecto que impulsa, en cada escenario que comparte, en cada alumna o colega que la nombra con admiración.
Su estilo, entre lo acústico y lo eléctrico, evita los moldes y prefiere las búsquedas, los pliegues, las zonas grises donde conviven la raíz y la experimentación.En sus letras hay dudas, memorias, caricias al tiempo. Habla de lo cotidiano sin solemnidad, de lo universal sin pretensión. Puede convertir una escena mínima —un viaje en colectivo, una tarde que se apaga— en una imagen que resuena mucho después de terminar la canción. No busca la épica: la encuentra en los gestos pequeños.
Docencia y paciencia
Horas enteras puede pasarlas frente a su guitarra, puliendo una frase, repitiendo un acorde, decidiendo si una palabra respira mejor si se canta o se susurra. Es en esa obsesión paciente donde se esconde su secreto. Las pausas, en su música, son tan importantes como los versos. Tampoco le teme al riesgo. Se anima a soltar lo que ya sabe hacer bien, a probar nuevos timbres, a dejar entrar voces distintas. “Quiero ver qué pasa si me saco todo lo que ya hice bien”, confesó alguna vez. Esa inquietud, más que una pose, define su manera de estar en el arte: siempre en movimiento, siempre al borde de lo nuevo.
En esta charla con Estilo, habla de su show pero también de lo cotidiano, de lo que la conmueve luego de tres décadas dedicadas a la música.
- Imagino la emoción de celebrar 30 años con la música en el Teatro Independencia, junto a grandes músicos que te acompañaron en algún momento.
-Totalmente, porque es un un espacio al que yo he tenido la bendición de llegar de diferentes maneras, agrupaciones o propuestas musicales desde chica. Me acuerdo que con unos 14 años pude actuar en ese teatro como parte del coro del magisterio, dirigido por el maestro José Felipe Vallesi, hacía este tipo de presentaciones. Entonces poder celebrar en ese teatro tan amado y que lo hemos podido sostener durante estos 100 años también, tiene un plus muy importante.
-¿Qué recuerdo viene a vos repasando estos 30 años?
-Yo pienso en realidad en la música como algo que me ha acompañado durante toda la vida. Los momentos son desde que mi mamá me regaló un tecladito, y yo iba y me refugiaba en mi habitación con mi hermana, hasta el hecho de que viviera en una familia de artistas. Mi infancia fue muy feliz. Si tengo que hablar de una mirada un poco más profesional, pienso en una Ini jovencita estudiando piano, pero también queriendo estudiar violín, canto, y animándose a decir, “Yo puedo cantar un aria, pero también podría cantar a Silvio Rodríguez". En las primeras agrupaciones formadas en la escuela de música, mi primer grupo vocal que se llamó La Cuerda, que estrenamos en un Cantapueblo en 1995, o mi primera Vendimia que también fue ese año. Han sido tantos los momentos hermosísimos con la música y yo he sido muy inquieta de cantar mucha música: haciéndole coros a los a los alfajores de la Pampa Seca junto con mi amiga Pupi y con la Nancy Ciccioli. Un momento bonito pero desafiante, por ejemplo, cuando era soprano del grupo Parthenia con el que hacíamos música barroca. Después te puedo hablar de la primera vez que decidimos con mi hija armar una banda de música cuyana y cantar juntas, o compartir con mi esposo los últimos 25 años en agrupaciones diversas. Esta mirada de estos últimos 30 años pareciera que solo se basa en lo profesional, pero absolutamente mi vida completa ha sido como atravesada por la música.
-De todos los roles que has desempeñado como compositora, docente, cantante, ¿Cuál sentís que aún te sorprende?
- Creo que creo que el de la docencia, y el de la composición también, porque vengo componiendo desde antes que naciera mi hija, que ya tiene Después me decidí hará 15 años. Después me decidí, junto con mi hermana, a hacer un cancionero que promoviera los derechos del niño porque no encontrábamos canciones con esa temática. Pero recientemente he venido a creer en mis canciones. De hecho, este espectáculo es uno de los primeros en donde voy presentar un set de canciones que he elegido, que todas son mías, en colaboración con otros artistas. Entonces la composición es otra faceta que me sorprende todo el tiempo.
-¿Cuál fue el aprendizaje más fuerte que te han dejado los estudiantes a lo largo de estos años?
- Tremendo. Estudiantes de todas las edades. Uno de los espacios laborales que yo más disfruto es la cátedra “Interpretación III” que llevamos adelante con el Nico Diez, donde vemos música de países limítrofes y Perú. Ese espacio es sagrado por lo que sucede cuando cada uno va encontrando su sonido y su voz, los aprendizajes son inmensos. Yo siento que voy aprendiendo a la par y solo facilitando. Pero he tenido también, por cuestiones laborales, la posibilidad de dirigir distintos coros. Entonces siento que cada persona a la que yo le he podido acompañar en su proceso de amigarse con su voz, o de reconocer que podía cantar, he aprendido algo. Porque la voz es algo tan humano y tan único, que lo que sucede en cada situación con cada estudiante, es único.
-¿Cómo fue tu proceso de construir ese puente entre la cultura tradicional, popular y un lenguaje más contemporáneo que se advierte en todo tu trabajo?
- Me parece que como esa misma inquietud de transitar muchas músicas. Mis abuelos eran españoles, entonces hay algo moro en ese sonido. Todo lo que a uno lo va atravesando y lo asombra. Lo que va sonando nuevo no siempre me no siempre me atraviesa, pero por suerte tengo la devolución también de mi hija, por ejemplo, o de estudiantes más jovencitos, que te hacen mirar a través de sus ojos o escuchar a través de sus voces lo que a ellos conmueve. Entonces, creo que ahí está ese juego que se produce en lo que le sucede al otro, esta suerte de empatía con lo que le pasa al otro con algo. Entonces, me parece que ahí es donde se entrelaza la cosa.
-Fuiste una de las creadoras del colectivo de Las Cumparsitas y Viejas Bonitas, ¿Qué aporte sentís que esos espacios le han dado al mundo del folklore y de la creación femenina?
-Las Cumparsitas vino en pandemia, en un momento súper sensible para todos en el que ya veníamos charlando el tema del cupo femenino en los escenarios. Entonces nos encontramos de manera virtual con más de 400 mujeres de todo el país, entre amateurs y super profesionales. Estaban la cantante Tormenta, Fabi Cantilo por mencionar algunas. No sé si siguen, pero en el primer momento de grandes aportes siento que pudimos darle voz y entidad a la mirada femenina, incluyendo a las diversidades de personas que se sienten femeninas. Ese es su aporte.
-Con Viejas Bonitas, ¿cómo fue la experiencia?
-Con las viejas bonitas sucedió otra cosa. Fue anterior a la pandemia y fue un entrecruce muy divertido, y hermoso entre el flamenco porque estaba la Mariela Contreras, más roquero, popero que aportaba la Paulita Neder, el folclore de la Anabel Molina y de la María Eugenia Fernández. Fue muy poderoso eso, al punto que empezamos a cantarnos las canciones y a validarnos entre nosotras, fue muy fuerte. Pero también dejar asentada la mirada de la perspectiva de género, que yo ya la había tenido porque tuve la suerte de vivirla de una manera super inocente allá en los comienzos en el 95, con la formación de la banda de salsa de mujeres que nos llamábamos La Sonaja, en la que compartimos también la música con la Clonti Benegas.
-¿Hay algún ritmo de algún país que no hayas incorporado y que tengas ganas de hacerlo?
- En el show hay música caribeña, de la banda de salsa que teníamos con las chicas, música colombiana con aire de cumbia. Incluso, al final, voy a invitar a estudiantes que han transitado por la cátedra en los últimos años y que ya son músicos consagrados, y algunos más nuevitos que van a subirse a cantar en el escenario, vamos a hacer una canción de Víctor Jara, todos juntos. Va a estar variadito, no me quedo mucho afuera.
-¿Alguna vez compusiste un tema para vos misma que hasta ahora el público no conozca?
-Sí, sabes que me emocionas con esa pregunta porque tiene que ver también con esto de empezar a pensar en darle validez a la voz que uno tiene. Hay una canción que se llama Mía soy. Nunca la grabé y la vamos a estrenar el sábado. Al comienzo lo que yo quiero es cantar un poco al público, así que voy a estar con la caja ahí fuera de micrófono. A ver que quienes quieran sumarse a cantar conmigo unas coplitas para ya entrar en lo que produce el canto, la alegría, dejar que su voz salga, se amplíe un poco la frontera de las palabras. Pasan cosas bonitas en el cuerpo cuando uno canta, y quiero que la gente esté con esa hermosa sensación para disfrutar del show.
Quién es Ini Ceverino
Inés “Ini” Ceverino no nació con un instrumento en la mano ni con un destino preconcebido: su camino hacia la música fue gradual, hecho de escuchas, de ensayos, de buscarse en cada melodía. Hija del paisaje cuyano, fue allí donde aprendió que cantar es tanto un acto íntimo como un modo de pertenecer. Con los años, ese canto se tornó militancia, educación y memoria.
Ya en sus primeros años participó del Coro Universitario de Mendoza, un espacio coral que alimentó su voz con disciplina, armonía y escucha colectiva. Más tarde formó el Grupo Vocal Parthenia, donde ejerció roles como soprano, flautista e incluso exploró la viola da gamba en arreglos “renacentistas y barrocos”, mezclando lo clásico con lo nuevo. (Ese sello de mestizaje definiría buena parte de su estética).
Con el tiempo, Ini extendió sus fronteras artísticas: incursionó en el rock local con bandas como Alfajores de la Pampa Seca, participó en proyectos de música caribeña y Brasileña (como La Sonaja y Mambembe), siempre con la raíz como brújula.
En 2019 lanzó Canto Libre, un disco que recoge una parte de ese recorrido latinoamericano: incluye canciones como “Canción del Api”, “Canto a Osaín”, “Pajarito en Sol” y “Tirineni Tsïtsïki”, entre otros temas propios y de autores que la inspiraron.
Su otra obra solista más conocida lleva el nombre Tango, un vínculo hacia los géneros que también moldearon la música argentina.
Pero para Ini, la música nunca fue un refugio solitario: su vínculo con lo colectivo es una marca indeleble. Fue fundadora de Viejas Bonitas, un grupo vocal femenino que partió como un concierto y se convirtió en proyecto de vida. Junto con otras autoras y compositoras —Perla Argentina Aguirre, Inés Bayala, La Charo, entre otras— impulsó el colectivo Las Cumparsitas, generando un espacio de encuentro, visibilidad y debate para mujeres músicas.
Ese compromiso no quedó en el escenario: ejerció como docente universitaria, aportando a la formación de generaciones de cantantes y músicas. Desde hace casi veinte años lidera la Cátedra de Interpretación III de la Licenciatura en Música Popular de la UNCuyo, un lugar que ella misma decidió sostener como un puente entre la creación y la enseñanza.
El arte de Ini es esa tensión constante entre la memoria y el riesgo. Al anunciar su próximo disco, titulado Latinoamérica Mujer, ha confesado que surgió como homenaje a las mujeres que abrieron caminos —Violeta Parra, Mercedes Sosa, Chabuca Granda— y como “abrazo a quienes rompen moldes” en la música.
Hoy, con treinta años de trayectoria, su voz sigue siendo testigo y batalla: no solo de lo que ya fue, sino de lo que está por venir. En cada concierto, en cada aula, en cada canción, ella canta y enseña: recuerda y proyecta. Esa tensión —entre el canto como raíz y el canto como búsqueda— es lo que hace que Ini Ceverino siga siendo una referencia viva en la música de esta tierra.