—Vamos a tocar, es un festejo. La excusa de ir a tocar es el festejo de los 36 años de la banda. Así que es una especie de festejo con nuestra gente, los que nos siguen en Mendoza.
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—También está la presentación de un álbum nuevo que están preparando, ¿no?
—Sí. Vamos a tocar temas de ese nuevo álbum, pero todavía no lo sacamos. Eso va a ocurrir más cerca de fin de año, dejaremos que la gente lo escuche y después saldremos a tocar de vuelta. O sea que esta presentación será un poco el repaso de los 36 años y también habrá temas nuevos. Lo que pasa es que una banda que vive tocando por todo el país, como hicimos nosotros durante 36 años, creo que el hecho puntual es que vamos de vuelta a Mendoza a tocar y a compartir con la gente lo que hacemos, lo cual, en la situación que es este país, con lo difícil que es hacer todo, ya es un hecho importantísimo.
—¿Y cómo evaluás estos 36 años?
—Creo que debemos ser de los pocos ejemplos de una banda que trabaja como trabajamos nosotros y seguimos unidos después de tantos años. A mí me llena de orgullo y de felicidad poder seguir juntándome con mis amigos a hacer música, ¿no? Estamos muy felices con el material nuevo que va a salir, muy ansiosos también.
—Tantos años juntos, muchas canciones, mucha música y letras compartidas, ¿cómo es la química entre ustedes?
—Bueno, ya te digo, una cosa es cuando soñás con hacer una banda y vivir de lo que hacés, y otra el profesionalismo y todo lo que trae aparejado el éxito en la cabeza del ser humano. La ambición, la codicia, los egos, hay tantos factores por los cuales las bandas se destruyen. El trabajo humano en grupo es muy complicado. Hay muchas que se llaman banda, pero están dirigidas por una sola persona. Hay un montón de ejemplos, pero no es nuestro caso, así que me parece que es algo muy difícil de explicar, porque es un proceso de vida. En mi caso, por la experiencia que tuve con Sumo, aprendí muchas cosas, sobre todo que tenés que estar preparado si querés hacer una carrera en esto. Es un trabajo, pero llegamos al punto en que es maravilloso poder juntarnos. Nosotros tratamos siempre de componer en grupo. Y eso es algo extremadamente difícil. Los músicos pueden entenderlo. Pero trabajar en el enfoque de darle vida a cada tema, no buscar qué parte puedo tocar yo, sino realmente participar en la música, en la búsqueda del objetivo, es un trabajo que me llena de orgullo. Ahora cómo se hace… Creo que lo primero de todo es nunca perder la comunicación.
—En algunas entrevistas hablás sobre el proceso de componer junto al Bocha Sokol…
—Con Alejandro componíamos temas cuando teníamos 16 años. Tuvimos muchísimas vivencias juntos, pero fueron distintas etapas. Al principio se pudo trabajar de una manera con él y después, a lo último, ya era bastante más complejo. Pero eso era más que nada por cómo estaba él y su historia personal. Pero Alejandro también había nacido en la misma escuela mía que fue Sumo, así que sabía perfectamente de qué hablábamos.
Las Pelotas - PH Micaela Carbonari (3)
De Sumo al legado propio
La historia de Las Pelotas está inevitablemente ligada a Sumo, la banda liderada por Luca Prodan que marcó un antes y un después en el rock nacional en los años ochenta. Tras la muerte de Luca, en 1987, Daffunchio decidió continuar el camino junto a Alejandro “Bocha” Sokol, y así nació Las Pelotas. Desde el principio, el grupo asumió una identidad diferente, con canciones que combinaban crudeza y lirismo, y que pronto se convirtieron en himnos. Discos como Corderos en la noche (1991), Amor seco (1995) y Esperando el milagro (2003) trazaron un recorrido sólido y coherente. El tema “Será”, incluido en este último, les dio un salto de masividad y reconocimiento en todo el país, aunque para Daffunchio el éxito siempre fue un concepto relativo.
—Ustedes surgieron en una época post fundacional del rock argentino. ¿Qué pasó en el rock como expresión en todo este tiempo?
—Es una muy larga historia. Nuestra carrera empezó en la década del 80, con una Argentina devastada por todo lo que había pasado, la lucha interna, la represión, la falta de libertad. Realmente creo que en la década del 80 los músicos tuvimos una especie de batalla épica para poder hacer música. Enfrentarnos a las razzias policiales, nuestro público también, obviamente. Fue una época de lucha. O sea: no fue una época comercial, en que la música se pensaba solamente para llenar estadios y ganar guita y venderte un producto.
En los 80 apareció el concepto en las multinacionales de lo que se llamó el rock latino. Hubo bandas que se prendieron a esa movida como Soda Stereo, Los Enanitos Verdes o Git. Fueron grupos que se abrieron por Latinoamérica, pero ya mucho más transformados en un producto. Chicos lindos haciendo canciones poco comprometidas, con lindos ritmos, con mucha fantasía y bueno, es lo que sucede con estos productos, siempre son un éxito indiscutible y arrasador.
—Te decía lo de post fundacional porque ustedes tomaron casi inmediatamente la posta de músicos como Charly, Spinetta, Gieco, Nebbia…
—Sí, sí, bueno, los he conocido a todos. Tuve el gusto de conocerlos al Flaco y a Gieco. De hecho hicimos con Las Pelotas —poca gente lo sabe— una versión de La colina de la vida que es impresionante, yo cada vez que la escucho me asombro del laburo, que León me reconoció. Para mí también son próceres y, claro, nosotros agarramos la bandera y seguimos. Ahora la sensación es también de un cierto grado de frustración, de darse cuenta de que fue una batalla que no salió bien para nosotros…
—¿Una batalla que se perdió?
—De alguna manera. Igual no me doy por vencido. Sigo creyendo que hay gente que está buscando el otro lado. Pero sí, el sistema se ha devorado a los músicos, indudablemente, la gran mayoría; no digo todos, pero esta cosa, estos estadios con los mega shows y las redes sociales, el invento, la fabricación, porque es todo fabricado. Nosotros sí somos generacionales, todo se hacía de carne y hueso, de gota de sudor y de latido de corazón. Ahora vos podés tener un éxito estando en el living de tu casa sin haber tocado nunca en vivo. A mí lo que más me preocupa son los pendejos, te voy a ser honesto. Al que sea grande no lo vas a cambiar ni nada. Pero nosotros, nuestra generación, no ha sabido quizás transmitir las cosas que sentimos… O la realidad que uno siente es muy distinta. Me parece que en el arte se trata de conectarse con otros lugares, ¿no? No solamente enfocados en el sexo, en las ganas de garchar y en lo linda que está la mina, y todas estas cosas. Viste que hay una cosa muy bananera en la música latina.
—¿Y en la música nueva, en los músicos de las nuevas generaciones hay alguno que rescatés?
—Indudablemente hay artistas que son indiscutibles. No voy a generar polémica con respecto a eso, me parece fantástico. Creo que los pendejos tienen un desafío mucho mayor al que tuvimos que vivir nosotros, que es el éxito instantáneo y llenar estadios y bancársela a esa, ¿no? Porque vos podés hacerte millonario, pero si no estás preparado para eso te quema el cerebro. A mí lo que más impresión me da con respecto al presente y al futuro es que nuestra generación escuchaba sonido analógico y escuchaba los discos y el sonido puro. Hoy en día escuchás todo en MP3 por un teléfono y puede estar tocando una máquina o podés estar tocando vos que da lo mismo. Antes cuando hacías un show en vivo era ir a ver cómo tocaba el músico y compartir con el músico su arte, y hoy en día es más la parafernalia. No estamos lejos de que el ser humano sea reemplazado por inteligencia artificial y robots. Y bueno, si vos pensás que Spotify saca 150.000 temas por día nuevos, de los cuales se calcula un 30% están hechos por inteligencia artificial... Es grave, el tema es muy grave.
—Las Pelotas mantuvo siempre un perfil político y social muy definido…
—Te diría un perfil humano muy definido también. Creo que uno como artista tiene que ser uno mismo y, tengas el éxito que tengas, luchar por lo que vos querés y hacés. Siempre fue para nosotros la descarga, la terapia que generaba poder escribir temas en los que ibas para adelante o tratabas de compartir sentimientos con la gente sobre este mundo de mierda que nos toca vivir. Eso obviamente que tuvo y tiene un costo anticomercial. Antes de que Las Pelotas tuviera éxito masivo, que fue con el disco Esperando el milagro (2003), con el tema Será, nosotros ya teníamos muchísimos años de carrera y habíamos tocado con los Rolling Stones como diez veces. Y no fuimos nunca un producto pasatista. Me siento muy orgulloso de eso, y feliz porque además muchísimas de las cosas que sentía cuando tenía 20 años las sigo sintiendo ahora.
—Y sobre la situación de Argentina hoy qué pensás…
—Amo Argentina. Siento en mi corazón hermandad con todo el país, pero no puedo dejar de sufrir. Hay provincias que están mejores que otras. Pero lo que es inconcebible es que vivamos lo que se está viviendo. Tenemos la desgracia de tener una clase dirigente espantosa, de cuarta, realmente con un nivel bajísimo de seres humanos, corruptos, ladrones, mentirosos, hipócritas. Son semi estrellas, ¿viste? Estrellas del espectáculo. Les encanta. Uno que vive en el mundo del espectáculo los ve actuar y sabe que son actores que estudian cómo poder hablar en los medios, cómo poder ser simpático, cómo sacarse fotos con chicos o con jubilados, pero uno sabe que no les importa nada.