23 de agosto de 2025 - 06:00

Alejandro Conte: "Me gusta meterme con temas escabrosos"

Estreno. El director presenta esta noche "Un montón de brujas volando por el cielo", una obra de la dramaturga chilena Carla Zúñiga que combina humor negro, ironía y reflexión sobre la condición femenina

El teatro mendocino se prepara para recibir una propuesta que combina lo corrosivo del humor negro con la potencia de una mirada feminista y contemporánea. Un montón de brujas volando por el cielo, escrita por la reconocida dramaturga chilena Carla Zúñiga, subirá a escena el sábado 23 de agosto a las 21.30 en el Foro Nuevo Cuyo (Entre Ríos 372, Ciudad, Mendoza). La obra —coproducción entre el director Alejandro Conte y las actrices Susana Rivarola y Karina Vizcaya— propone un universo en el que dos mujeres se enfrentan por la presidencia de un club de fans, para luego descubrir que detrás de la rivalidad laten la soledad, las heridas personales y la necesidad de sororidad.

La dirección está a cargo de Alejandro Conte, uno de los nombres importantes del teatro independiente mendocino. Actor, dramaturgo, director y docente, Conte ha construido una trayectoria marcada por la militancia cultural y la apuesta a un teatro comprometido. Ganador en 2024 de la Comedia Municipal de Mendoza con una obra que aborda el tema de los desaparecidos desde el humor, se ha caracterizado por trabajar con temáticas intensas y muchas veces dolorosas, pero abordadas con una mirada irónica y provocadora. Su estilo, como él mismo lo define, se apoya en un “humor negro mordaz”, que le permite hablar de cáncer, suicidio o represión sin solemnidad, con un pulso que interpela al espectador desde lo incómodo. “Soy un obrero militante del teatro”, suele decir, y en ese rol se mueve entre la escritura, la puesta en escena, la actuación y la docencia, siempre con un fuerte compromiso político y social.

Con motivo del estreno de Un montón de brujas volando por el cielo, Conte dialogó con Estilo sobre la obra, el humor como herramienta escénica, la situación actual del teatro independiente y su propia manera de concebir la práctica teatral.

—¿De qué trata Un montón de brujas volando por el cielo?

—Es una obra de Carla Zúñiga, una chilena dramaturga y directora que la viene pegando muy fuerte hace un par de años allá en Chile y acá en Argentina también. Ha ido a varios festivales, una dramaturga muy querida por la comunidad artística. Un montón de brujas es la historia de dos mujeres que se disputan el fan club de un cantante ya fallecido en un accidente trágico. Toda la obra va orbitando en relación a esa historia, de quién va a ser la presidenta de ese fan club, porque están justo en momentos de elecciones. En el medio de todas estas discusiones de la presentación de candidatura, van suscitando un montón de historias de estas dos futuras presidentas y del resto de las que son parte del fan club.

—Hay obviamente una reflexión sobre la condición femenina…

—Siempre, es el tema de la obra. En el medio de la condición femenina, de la sororidad y la competencia entre los sororos. Y una de las cosas que tiene como importante es el humor, tiene un humor negro que es tremendo. Se trata el tema del cáncer con humor negro, se trata el tema del suicidio con el humor negro.

—El estreno de Un montón de brujas coincide con el aniversario de Sandro, un modelo de ese hombre adorado por las mujeres.

—Es una mezcla entre Sandro, Gardel y Elvis Presley. Hemos jugado un poco con eso, para que el espectador pueda decidir de quién se trata.

—¿Qué es lo que tiene que tener una obra de teatro para llamarte la atención?

—El humor, a mí el humor me gusta mucho. Calígula es un dramón, pero también me gusta cuando hay una tragicomedia o algo que se maneja con humor negro, un humor muy mordaz, o muy irónico, con historias que subyacen, que no están en la superficie, sino en las profundidades. De hecho gané la Comedia Municipal, y ahí arranco el mes que viene con una obra que trata el tema de los desaparecidos con humor. Me gusta meterme con temas muy escabrosos y que el humor sea el eje. Si es humor negro o está signado por lo policial, más me gusta.

—¿Qué me podés decir de las actrices de la obra?

—Dos tremendas. Con la Susana Rivarola hace mucho que vengo laburando. Es una actriz a quien yo quiero porque conceptualmente es actriz, es escenógrafa, utilera, es vestuarista. Tiene una estética y una mirada estética que siempre me acompaña. Y la Karina Vizcaya es una actriz de la hostia, que hace muchos años está en el medio y hace muchos años que yo quería laburar con ella. Siempre me gusta buscar gente con la que no he trabajado nunca.

—Sos un hacedor hiperactivo, tenés varias obras en marcha. ¿Cómo hacés para llevar a eso?

—Porque soy independiente, porque no tengo otra cosa. Estoy ahora con una nueva obra que se desarrolla en una cárcel de mujeres. Voy regulando los ensayos para poder cumplir con todo. Duele, duele, lo independiente duele, pero a su vez te otorga esa amplitud.

—¿Y cómo está el tema del teatro independiente acá en Mendoza?

—El Teatro Independiente nunca fue independiente en realidad, porque siempre depende de alguien. Siempre depende de un subsidio, de alguna fundación o de alguien que te colabora, de un mecenas. Lo que sí puede ser independiente es desde lo ideológico, no desde lo comercial o desde lo económico, porque quien te subsidia o quien te da dinero para producirlo, nunca te baja línea del tema que quiere que trates o cómo tratar un tema o cómo abordar un tema. Desde ese lugar sí lo es y eso es buenísimo. Y eso existe.

—Igual siempre hay productores que bajan línea.

—Sí, claro. Acá hay productores que bajan línea, que te dicen “Voy a abordar este tema de esta manera”. O te dan una obra y te dicen, “Quiero producir esta obra”. Y la obra es una bajada de línea. Lo que está pasando ahora con Francella y con esa mirada, ¿no? En Un montón de brujas también hay una clara bajada de línea. Del feminismo, de cómo está el feminismo hoy. Hay una clara bajada de línea del feminismo en los tiempos que corren.

—¿Y cómo está el teatro en este momento?

—Está en crisis. En una crisis muy profunda, porque más allá de la situación que está viviendo con el Instituto Nacional del Teatro, al borde de ser cerrado, el resto del país, las provincias no están colaborando mucho. En Mendoza hay un discurso que va en consecuencia o correlativo a lo que dicen los teatristas, pero en el hacer, en el hecho, es mentira. Hay un doble discurso. Entonces, estamos en una crisis muy profunda, que tenemos que sortear. Pero en su crisis el teatro tampoco deja de producir. El Instituto colaboraba mucho a la circulación, a la visibilización, a trabajar también con los espectadores, a producir espectadores, a colaborar para que el teatro llegue a rincones de difícil acceso.

—¿Te considerás un puestista, un dramaturgo?

—Yo creo que soy un obrero del teatro. Me parece que es la mejor definición. Y el obrero que puede escribir, que puede dirigir, que puede actuar, que puede bailar, que puede crear una puesta de luces. Y un obrero militante del teatro. Nunca he dejado de militar, desde que tengo uso de razón. Un militante de la corriente nacional de la militancia, del peronismo de centro izquierda, digamos. En los espectáculos de humor que hago, en una escena básica le meto militancia. Porque es imposible disociarse, no es que soy militante solamente en un aspecto y en el otro no.

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