12 de diciembre de 2025 - 14:44

Estrenó la Comedia Municipal y es una obra de teatro imperdible: cómo es la "La oposición de Marte"

Mau Funes escribió la Comedia Municipal de este año, que estrenó el jueves y sigue en cartelera, en el Quintanilla.

Todos los años, la Comedia Municipal Cristóbal Arnold nos propone una cita obligada con el teatro mendocino. Y este 2025 no es la excepción: el jueves pasado, en el teatro Quintanilla estrenó "La oposición de Marte", obra escrita por Mau Funes y dirigida por Alejandro Conte, que fue la elegida en la 21° edición de este certamen.

Se trata de una pieza que combina teatro clásico, thriller, humor negro, melodrama y poesía en torno a la pregunta más esquiva de todas: ¿de qué está hecha nuestra identidad? Habrá funciones este 12, 13, 14, 18 y 19 de diciembre, siempre a las 21.30, en el Teatro Quintanilla, y promete continuar la temporada en enero. Las entradas ($10.000 o dos por $16.000) están disponibles en Entradaweb.com.ar.

La sinopsis nos anticipa que "es la historia de tres primos hermanos reunidos por la muerte de la madre de uno de ellos, después de muchos años de no verse. En este encuentro reaparecen historias de su infancia que los persiguen hasta el presente. Signados por un evento astronómico se va develando en tono casi melodramático y con tintes de thriller policial una historia sobre la identidad. El entretejido familiar y los secretos bien guardados se van deshilvanando en una trama de aparentes desencuentros donde estos seres surfean deseos confusos, miedos y hasta la idea de cometer un crimen".

Actúan María Franca Amato (Zelda), Antón Deputat (Cristian), Franco Crosta (Miguel), y Clara Furlán de Paz y Andrés Agustín Díaz en los roles de Koken.

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Una obra de teatro inclasificable

Funes escribió el texto hace casi una década, en un momento en que las discusiones sobre género, sexualidad y memoria atravesaban la conversación pública con una intensidad distinta a la actual. Esa resonancia social fue, según él, la chispa inicial, pero no el punto de llegada. "La oposición de Marte" se zambulle en un terreno híbrido, donde conviven el artificio, el absurdo, lo coloquial y lo trágico, y donde los personajes transitan un camino que desdibuja los límites entre lo íntimo y lo político.

“La primera pregunta que yo me hice —los disparadores— fueron netamente técnicos de la dramaturgia: cómo lograr cosas técnicamente en una dramaturgia”, explica el autor a Los Andes. “Una de las preguntas que me hacía era cómo lograr un espectáculo donde hubiera, al principio, un muy claro protagonista (que es un personaje femenino) y cómo ese protagonismo puede ir cambiando, a medida que avanza la obra, hacia otros personajes”.

Ese desplazamiento del foco dramático convive con otra inquietud clave: el choque de géneros, tanto teatrales como sociales. Funes lo formula sin rodeos. “Hay un personaje que es trágico —como Medea— que se encuentra con personajes que son de una comedia. Entonces, ¿cómo convive un personaje que tiene una interioridad y un decir muy barroco con unos personajes que le dicen “ehh, ¿cómo andás?”? Me parecía lindo ese juego–choque entre géneros teatrales”.

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Funes recuerda que comenzó a escribirla en un contexto donde las preguntas sobre género e identidad estaban a flor de piel: “Yo creo que en el momento de escribir la obra eran importantes discusiones que parecían saldadas en ese momento: la importancia de los discursos de que no haya crímenes de lesa humanidad, esos discursos que en ese momento decíamos 'sí, sí, está saldada esta discusión, nadie puede estar a favor de que haya torturas'. Y hoy eso se ha relativizado. Y lo mismo respecto a las identidades sexuales; lo mismo respecto al agua, hoy, en Mendoza. Lo que trataba, en todo caso, de decir la obra es aportar una capa más de sentido, complejizar ese discurso; aportar una mirada nueva para ver de un modo más renovado el asunto. Hoy hay, socialmente, algo como la posverdad y estos discursos de ultraderecha, que han venido a cuestionar algunas preguntas que parecían obvias”.

"La oposición de Marte" toma entonces ese rumor social y lo traslada a los años ’90, una década en que la información llegaba por fragmentos, donde todo sabía a mito urbano, donde convivían las noticias y la televisión en un mundo sin respuestas inmediatas. Ese marco no es inocente. “Hoy, con Google, tenemos la sensación de que podemos tener acceso a toda la información, y en ese momento nos iba llegando la información, nos íbamos enterando de las cosas. Entonces hay algo de eso, de que esté situada en otra época, que también acompaña esa sensación que yo quería transmitir”, apunta Funes.

En escena, el planteo se condensa en una historia familiar, que parece mínima pero no lo es. Tres primos —Zelda, Cristian y Miguel— vuelven a verse después de años. La excusa es fúnebre: la muerte de la madre de uno de ellos. Pero nada es lo que parece. Entre silencios incómodos, recuerdos perturbadores, pulsiones desordenadas y preguntas que ya no pueden seguir escondidas, emerge un secreto familiar.

Conte, en la gacetilla de prensa oficial, lo define como una suerte de destino inevitable, potenciado por el fenómeno astronómico que da nombre a la obra. “Es la excusa para ir contando una historia que necesita estallar. Un encuentro que se debía dar sí o sí, una verdad familiar escondida que funciona casi como una tragedia griega”, sostuvo. “Hay algo del destino, de lo inevitable que el fenómeno astronómico potencia. Como si el universo conspirara para obligar a estos personajes a enfrentarse entre sí y con la verdad”.

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Ese choque entre lo cósmico y lo cotidiano se despliega con una puesta cargada de humor negro, coreografías y quiebres de tono. Conte —quien ya había dirigido la Comedia Municipal en 2006 con "La Nona"— no quiso erigir algo solemne y asfixiante. Para eso funcionan los Koken, interpretados por Clara Furlán de Paz y Andrés Agustín Díaz: dos figuras que rompen la tensión manipulando objetos, moviendo escenografías, interviniendo la escena con un espíritu lúdico.

“Son como personajes de Wes Anderson”, dijo el director. “Su aparición permite que el drama no se hunda, que respire. A veces son cómplices del público, a veces juegan con los actores. Generan un espacio donde podemos reír incluso en los momentos más duros”.

En esa imprevisibilidad, en ese vaivén permanente entre los géneros, radica la inquietud esencial del dramaturgo. Funes lo expresa así: “Empecé yo preguntándome por los géneros teatrales, cómo hacerlos convivir; y también empezaron a aparecer esas preguntas por la identidad en general. ¿Cómo está construida nuestra identidad? ¿Qué somos? ¿Es necesario definirnos? Así como yo me digo: ¿es necesario que una obra sea una comedia o una tragedia? Bueno, no”.

La obra, por supuesto, también sufrió de cambios. "La escribí hace un montón de tiempo pensando en representarla con mis amigos. Pasaron 10 años, y mis amigos quedaron viejos para los personajes", bromea el autor.

"Entonces se la pasé a Ale Conte con la intención de que él la dirija. Le encantó y, bueno, tuvimos todo el proceso de participar de la Comedia. Un proceso que fue también muy hermoso: poder convocar a un elenco y ver quiénes se sumaban. Yo, en ese sentido, no tenía absolutamente a nadie en mente y, por lo que también he hablado con Alejandro, él tampoco. Yo medio que he ido conociendo a Ale trabajando juntos en este proceso creativo, porque nosotros no hemos trabajado en otros", reconoce.

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