Tristán Casnati, autor y director teatral detrás de obras como “Rosas, el amante” o “La otra”, de nuevo parece haber dado en la tecla con “Ego. Un virus mutante”, puesta que va promediando el tercer mes desde su estreno y con una gran recepción entre el público.
“Ego. Un virus mutante” se presenta todos los sábados a las 22 hs en Teatro en Casa, Delgado 272, de Ciudad (reservas 2616481664). Estilo entrevistó al dramaturgo para conocer algo más sobre esta apuesta teatral que viene despertando interés y adhesión en el publico mendocino.
—¿De qué se trata Ego, un virus mutante?
— Es la historia de un viajante de comercio que está como obsesionado con su éxito profesional, con su vida, digamos, más individual que otra cosa. Pero atraviesa una crisis de divorcio, está viajando de pueblo en pueblo, por la provincia de Mendoza. Y bueno, en uno de esos pueblos se encuentra con un ser inesperado, que tiene otra concepción de la vida y le va enseñando la posibilidad del nosotros.
—Sí, el texto es mío. Un poco que es por procesos personales también, porque el ego está tan de moda. Y la verdad que, cuando yo era chico, no existía, no se hablaba de ego. Eso después vino con los años, se empezó a hablar de ego. Obviamente que el concepto existía, pero no tanto como parte del discurso social y popularizado. Entonces, bueno, me causó curiosidad, investigué, y se terminó plasmando en una obra de teatro.
—Hay un aspecto abrumador del ego, para las personas y en la vida social…
—Exacto, exacto, limitante. Porque es un aspecto de la personalidad que se reduce a la supervivencia, que es fundamental, obviamente, porque sin ego no sobreviviríamos, pero también es cierto que, una vez asegurada la supervivencia, uno va aprendiendo a vivir en sociedad y a incorporar al otro. El ego siempre es yo, yo, yo, es una operación mental que siempre se refiere a uno mismo. Entonces calcula, clasifica, es utilitarista, siempre se está fijando en lo que le conviene. En determinadas situaciones es obvio que es necesario, pero una vez asegurada la sobrevivencia también empieza la posibilidad del otro. Y en definitiva, como más genéricamente, del amor. Porque el ego está siempre más anclado en el miedo Y cuando incorporás al otro en tu mirada aparece todo lo que tiene que ver con el amor, con el nosotros, con la compasión, con el perdón.
—¿Sentís que esta obra tuya confronta con la situación que está viviendo por ejemplo la Argentina en este momento?
—La Argentina y el mundo, sí, obvio. En la Argentina imperan el sálvese quien pueda y él me salvo yo. Nadie llega a fin de mes. Entonces no hay demasiado espacio para el otro. Y bueno, vamos a estar eternamente en la imposibilidad de una solución colectiva, que nos incluya a todos.
—Sos autor o coautor de ya unas cuantas obras de teatro que, en general, versan sobre personajes o situaciones de Mendoza. ¿En qué lugar ubicarías “Ego” dentro de tu obra?
—Sí, es cierto que yo me he interesado por una mirada, digamos, de la argentinidad a nivel colectivo, sin hacer teatro político directamente. Porque esta mirada colectiva de la posibilidad de un nosotros también está presente en otras obras mías. Hay un hilo conductor. La dicotomía y la posibilidad entre el yo y el nosotros, o entre el algunos y el todos. Se me viene a la mente rápidamente que hice una obra sobre Rosas, donde la dicotomía era entre Buenos Aires sola o Buenos Aires y el interior incluido. Y en eso radicaba el conflicto de la obra.
—En esta obra trabajás con varios teatreros de mucha trayectoria…
—Sí, como Jorge Fornés, un prócer del teatro mendocino o Juanjo Cáceres, un viejo iluminador de muchas vendimias. Y la verdad que, hablando de actores, también un reconocimiento a Pablo Díaz, que es un actor de un inmenso talento, formado prioritariamente en Buenos Aires con los principales maestros del teatro nacional. Y Verónica Jorge, que es una maravilla actoral, una campeona de la espontaneidad. Me ha ido muy bien con ellos, estamos muy contentos.
—Pensando en el doble rol que desempeñás, autor de la obra y también director, cómo llevás esa dualidad, la del director que debe traducir a escena su propio texto…
—De dos maneras: el autor te ayuda porque vos ya sabés lo que querés decir. Pero en el otro rol tenés que abandonar al autor. Porque cuando la obra empieza a crecer por sí misma, y sobre todo incorporando la creación de los actores, que es espontánea, que surge de la improvisación, de su propia creatividad o de su propia concepción de las cosas, se enriquece y hay que saber respetarlo. Si vos te apegas exclusivamente al texto, la obra se empobrece. El teatro es una creación colectiva, principalmente con los actores. En un momento hay que abandonar al autor como si fuera otro que uno ni siquiera conoce.
—Justamente ahí hay también un desapego del ego…
—Claro, sí. Para mí ha sido un gran aprendizaje. Y creo que dirigir teatro es un gran aprendizaje para abandonar el ego, porque, justamente, al tratarse de una creación colectiva tenés que darle espacio a la creatividad de los otros. Y esa es la única manera de que sea jugoso el asunto. Yo he tenido muchísima suerte porque trabajo con dos actores que son unos capos y que han propuesto infinidad de cosas que a mí jamás se me hubieran ocurrido.
“Ego. Un virus mutante”
Actúan. Verónica Jorge y Pablo Díaz
Diseño de luces. Juan José Cáceres
Fotografía de estudio. Carina Ortigala
Gráfica. Bel Casnati
Asistencia general. Jorge Fornés
Texto y Dirección. Tristán Casnati
Funciones todos los sábados a las 22 en Teatro en Casa (Delgado 272 Cdad Mza)
Reservas 2616481664