Esto lo obligó a vivir con su padre, quien se había convertido al judaísmo y había formado una nueva familia. Esta nueva dinámica fue difícil para él, ya que se sentía ajeno a ella y a las nuevas reglas. “Se pusieron completamente ortodoxos, y yo nunca fui ortodoxo… De repente me hicieron seguir sus costumbres, no me dejaban usar el teléfono ni hacer tareas los viernes porque era Shabat”, contó en distintas entrevistas.
Posteriormente, vivió con una amiga y la madre de esta, quienes lo adoptaron y le ofrecieron un hogar, una experiencia que le permitió desarrollarse personal y económicamente.
Hoy reconoce que dejó atrás las diferencias con su familia que, cierta forma, lo ayudó a ser quies es: “Antes les guardaba rencor, ahora los entiendo o digo: ‘Ya está’. Hay que saber perdonar”, dijo sobre la relación con sus padres en una entrevista para La Nación.
El salto viral y la sesión que amplificó la voz
El primer gran impulso público llegó entre 2018 y 2019: la circulación de su tema Drippin y, poco después, la célebre sesión con Bizarrap que instaló su nombre en audiencias masivas. Aquella colaboración —documentada en la sesión de Bizarrap— no solo sumó reproducciones, sino que funcionó como una tarjeta de presentación de un artista que buscaba diferencias estéticas dentro de la ola urbana. “Ese hook en la sesión de Bizarrap fue como decir: 'No somos iguales'”, se leyó en una cobertura de Clarin, que analizó cómo esa sesión marcó el lugar alternativo que Dillom ya quería ocupar.
“Sin embargo, el cantante, que toca el bajo desde los 9 años, venía trabajando en el ámbito de la música desde 2015, produciendo canciones en FL Studio, en la Villa 31, al que llegó por medio de MH, un pibe que conoció en la plaza donde solía parar. Allí se transformó en el beatmaker y DJ del grupo La 31”, destacó Clarin en una nota relacionada a su presentación de Post Mortem, en 2022.
Esa mezcla de ausencia parental, autodidactismo y consumo musical heterogéneo (desde Ramones y Red Hot Chili Peppers hasta Eminem y 50 Cent) fue la base de un sonido que desde el primer momento se negó a encasillarse: rock, trap, horrorcore y electrónica conviven en su trabajo con cierta naturalidad.
La viralidad no lo transformó en una estrella sin trabajo detrás: fue, más bien, el punto de partida para una carrera construida con contención creativa (su círculo, productores y sellos afines) y estrategias estéticas deliberadas. “A veces parece premeditado y otras veces solo es que tenemos un culo terrible y lo sabemos capitalizar”, aseguró a La Nación.
En diciembre de 2021 publicó Post Mortem, su primer álbum largo, que funcionó como una declaración estética: 18 canciones que mezclan el exceso con la precisión, y que exploran la muerte, el deseo y la autocrítica con guiños cinematográficos. El disco mostró a un creador preocupado por el formato álbum —no solo por singles— y confirmó su interés en la puesta en escena audiovisual como complemento imprescindible de la música. Crítica y público interpretaron Post Mortem como la llegada de un artista que quería mucho más que figurar en playlists: buscaba construir un mundo. “Quise hacer mi versión de Psicosis con tintes pop y punk”, dijo en distintas entrevistas cuando explicó la conceptualidad que atraviesa el proyecto —el guiño a lo cinematográfico no es casual— y eso dejó claras las aspiraciones del trabajo: lo sonoro y lo visual como un solo objeto artístico.
Dillom
Dillom junto al cuadro que Marcelo Canevari y Ornella Pocetti hicieron para el arte de tapa de su disco Post Mortem
Tomas Cuesta-La Nación
Por cesárea: expansión y cruces impensados
En abril de 2024 lanzó Por cesárea, un disco que ratificó esa ambición y añadió una decisión estratégica: colaborar con figuras del vertiente mainstream y de generaciones anteriores. En el álbum figuran participaciones que, además de sumar atractivo masivo, abrieron un debate clásico en la escena: ¿es expansión o concesión? Para Dillom fue —según declaró en charlas promocionales— una forma de probar texturas nuevas sin perder su ADN. El álbum, que incluye trabajos con artistas consagrados, fue interpretado por el público y sus pares como un salto que lo posiciona fuera del circuito estrictamente urbano. “No lo hice para agradar a nadie. Me interesa que mi música llegue a lugares donde antes no llegaba. Si eso implica mezclar mundos, bienvenido sea”, aclaró en una entrevista a Rolling Stone Argentina en 2023.
La recepción fue diversa: hubo quienes celebraron la heterogeneidad sonora y otros que miraron con recelo las colaboraciones pop. En cualquier caso, el movimiento confirmó algo que su carrera viene mostrando desde el inicio: la capacidad de moverse entre nichos y audiencias sin renegar de una marca estética potente.
Cómo suena: una guía para entender su estilo
Musicalmente, Dillom suele trabajar con texturas saturadas —bajos compactos, producción que empuja hacia el exceso y pasajes melódicos donde la voz se vuelve instrumento—. Su lírica combina confesión, sarcasmo y un humor negro que puede incomodar: el tono de muchas de sus canciones es el de un narrador que se mueve entre la ironía y la catarsis.
Pero más allá de la fórmula sonora, hay una estrategia comunicativa: Dillom trabaja su imagen como parte del relato. En entrevistas ha resumido su posición de forma cruda y con humor: “Hago… música”, dijo al definir su rechazo a las etiquetas y su aspiración de pensarse como autor más que como un rapero de una corriente determinada. Esa autodefinición ayuda a entender por qué sus proyectos no solo suenan, sino que se piensan y se muestran.
Los colectivos y la construcción en comunidad
La carrera de Dillom también es la historia de un entramado: sellos, colectivos y nombres que encuentran en la sinergia la manera de profesionalizar la movida. Bohemian Groove y agrupaciones como Rip Gang o proyectos satélites fueron fundamentales para sostener giras, producciones audiovisuales y una circulación simbólica que elevó a la escena a otro nivel. Más que solista, Dillom aparece como la punta visible de una generación que aprendió a combinar autogestión y ambición estética. “Somos como una familia. Nadie nos decía qué hacer, y eso nos permitió experimentar sin miedo”, explicó en una entrevista con Rolling Stone Argentina en 2023.
Esa red permitió, además, que la música se convierta en producto cultural exportable: giras internacionales, shows en ciudades como Ciudad de México con reseñas que halagaron su energía en vivo, y la posibilidad de tejer cruces artísticos con músicos de otros registros.
Sin polémica no hay paraíso
En la era del artista-influencer, Dillom no esquiva la exposición. En 2024 se viralizó un episodio donde el músico confrontó a un simpatizante del dirigente Javier Milei en un vuelo, un hecho que mostró cuánto puede influir una acción fuera del escenario en la conversación pública sobre un artista. Más allá de la polémica puntual, el episodio confirmó que Dillom ya tiene la condición de figura pública cuyo gesto se vuelve noticia. “No me interesa polemizar, pero tampoco quedarme callado. Soy una persona que dice lo que piensa. Si eso molesta, no es mi problema”, explicó tras el episodio.
Su manejo de la provocación —letras que rozan lo escatológico o lo perturbador, estética andrógina, comentarios que generan debate— funciona como recurso identitario que no evita el conflicto sino que lo usa como parte de la puesta del show.
Lo que deja y lo que puede venir
Dillom acumula logros que para su edad son notables: discos con reconocimiento, nominaciones en premios relevantes, colaboraciones cross-generacionales y presencia internacional en festivales y salas. Pero su saldo más importante puede no ser cuantitativo: es el efecto modelo. Su carrera demostró que, en la Argentina, la escena urbana puede producir artistas con narrativa visual y sonora compleja, capaces de cruzar al mainstream sin abandonar el riesgo.
La mirada hacia adelante incluye posibles cruces internacionales —se mencionaron colaboraciones con artistas de España y movimientos electrónicos— y la certeza de que su obra seguirá moviéndose entre el exceso y la precisión, la provocación y la fractura cuidadosa. Si algo queda claro es que Dillom apuesta por la obra y por mantener un proyecto estético coherente: no se conforma con hits; quiere dejar marcas.
Dillom: éxitos y letras que encienden escenarios
Dillom atraviesa un momento de plenitud en su carrera. El trapero argentino ha logrado consolidarse como una de las voces más potentes de la escena urbana, combinando reconocimiento nacional e internacional, llenos de boletería y discos nominados. Pero en ese ascenso, su actitud provocadora también ha generado debate, especialmente tras sus críticas abiertas al presidente Javier Milei.
Giras, shows y reconocimiento
Uno de los hitos más recientes de Dillom fue el anuncio de su primer concierto en un estadio grande: el 11 de septiembre de 2025 se presentó en Vélez Sarsfield con su show “Por Cesárea: Irreversible”, para cerrar la era del disco Por Cesárea. Fue la primera vez que tocaba en Vélez, y significó un salto considerable en su carrera.
Antes de esto, ya había agotado localidades en recintos emblemáticos de Buenos Aires: dos shows en el Luna Park y otros dos en el Movistar Arena. Además, su gira lo ha llevado por países de Latinoamérica y Europa, incluyendo presentaciones en Ciudad de México.
Una de las más controvertidas fue en Cosquín Rock este año, cuando cambió la letra de la canción “Buenos Tiempos” y repitió al menos tres veces: “El día que muera morirá Milei”, para apuntar contra el presidente. El hecho no pasó inadvertido y corrió como reguero en redes sociales, despertando adhesiones y rechazos en distintos sectores.
Un dato clave: en abril de 2023 despidió la gira Post Mortem con un Movistar Arena colmado, con alrededor de 15.000 personas en ese show. También su álbum Por Cesárea le valió nominaciones importantes: nominación a los Latin Grammy y cinco nominaciones a los Premios Gardel. Estas cifras y reconocimientos muestran que Dillom no sólo genera atención en redes o con polémicas, sino que tiene capacidad real de convocatoria, el respaldo concreto del público y el reconocimiento de artistas de la talla de Santiago Motorizado o Fito Páez.