31 de octubre de 2025 - 14:14

Cristina Pérez habla de su nuevo libro y su futuro junto a Petri: "No me interesan los títulos, me refugio en mi oficio"

En una entrevista con Los Andes, la periodista y escritora presentó “Mujer samurái”, con paralelos a su vida y rol público junto al ministro de Defensa y diputado nacional electo. Reflexionó sobre poder, críticas y el título de “primera dama” de Mendoza.

Minamoto no Yoshinaka y Tomoe Gozen conforman una pareja de samuráis y amantes que juntos, pero con luchas internas distintas, blandieron sus espadas durante las Guerras Genpei, un enfrentamiento entre los clanes Taira y Minamoto. Es en esta última, la guerrera más destacada de la historia de Japón, que Cristina Pérez encontró un relato, el que más la interpela.

Cristina y Tomoe, la famosa samurái, tienen otras similitudes: ambas poseen cabellera oscura lacia larga, convicciones firmes, oficios de servicio público y, como la autora describió: ella también es “una combinación de poesía y la esgrima de una vocación que la pone siempre al filo".

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La periodista presentó “Mujer samurái: En busca de Tomoe Gozen, la más célebre guerrera de Japón" (Penguin). Su nueva novela está pensada para leerla en forma correlativa pero que también se puede apreciar como varias obras, 32 para ser exactas, en las que se componen los capítulos: cada uno con una reflexión y, la mayoría, culminan con poemas, de firma Pérez, donde reflexiona sobre la vida, la muerte, la pérdida y la búsqueda de propósito.

“Japón en sí mismo es una mezcla de guerra y poesía. Te encontrás con la espada y con la seda todo el tiempo. Entonces yo quise repetir esas dos texturas, más allá de que los poemas, en este caso, son míos”, explicó la autora en una entrevista exclusiva en la que aclaró que cada capítulo puede verse como un cuadro en sí mismo, aunque quizás le cabría mejor la palabra radiografía.

Pérez asegura que no escribe en plano autobiográfico; en cambio, lo suyo es toparse con personajes que la cautivan e investigar sobre sus historias, obra y muerte, como lo hizo con sus novelas anteriores: “Tiempo de renacer”, sobre Simonetta Vespucio una musa y modelo de los artistas del Renacimiento italiano, y “La Dama oscura”, con la vida de Æmilia Bassano Lanyer, la mujer que Shakespeare amó en secreto.

El novelista histórico trabaja a veces estudiando un tiempo e inventando personajes para ese tiempo; y a veces tratando de reconstruir lo incompleto de algunos personajes o los momentos que no se conocen históricamente. Eso es lo que yo trato de hacer”, aclaró.

Para reconstruir la historia de sus personajes en “Mujer Samurái”, la escritora investigó a fondo todo lo relacionado con su temperamento y sus vidas.

A partir de esa base documental, debió también situarlos con precisión en tiempo y espacio: qué hacían en ese momento, qué estaba ocurriendo en el país y dónde se encontraban. Señala que, aunque hay períodos donde la crónica histórica no los menciona, eso no significa que no hayan existido o estado presente, simplemente quedaron fuera del registro. Su objetivo, entonces, es recuperar las conexiones posibles entre figuras de las que sí hay certeza de que llegaron juntas a un punto concreto del pasado y que, más tarde, aparecen conformando un mismo núcleo familiar.

La dedicatoria de Cristina Pérez: "Mi padre estaba peleando por su vida"

Aunque la insistencia sobre lo no biográfico de su escritura continúa latente, es en el inicio de su relato en el vínculo entre su protagonista, Tomoe, y el padre de crianza donde se vislumbra un atisbo de la autora que se completa en la dedicatoria del libro. Allí menciona a su propio padre, Enrique Pérez Sarsa, quien falleció el año pasado.

Cristina Pérez junto a su padre Enrique y Petri.
Cristina Pérez junto a su padre Enrique y Petri.

Cristina Pérez junto a su padre Enrique y Petri.

“Se la dediqué a mi padre porque coincidió con el momento en que la estaba escribiendo: se precipitó un cuadro de salud muy grave en él. Y todo lo que me remite a la lucha que dio hasta el final tiene una connotación que realmente me hizo pensar todo el tiempo en una persona que tiene dignidad y honor. Por eso tal vez resuena esta figura de padre, pero en realidad yo no soy biográfica para lo que escribo. Sí me resonó la lucha, el hecho de que mi padre estaba peleando por su vida”, contó.

Cristina Pérez, ¿"primera dama" de Mendoza?: "No me interesan los títulos, me interesa lo auténtico"

Otro vínculo que se explora en el relato es el de la madre, de crianza, de la joven samurái quien la interpela por los mandatos que una mujer, más de fines del 1100, debe asumir: devoción al esposo, al soberano y a los dioses. Ser esposa y madre, servir en la corte o consagrarse como religiosa en un convento.

“Las mujeres han tenido a lo largo del tiempo mucha influencia en las familias. Al final del libro te vas a encontrar con una de gran peso histórico que termina teniendo influencia en el primer shogunato y en su triunfo. Son mujeres muy fuertes, pero también con un rol limitado a lo que se esperaba de ellas”, contó Pérez.

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Tomoe es descrita como una comandante, alguien que daba órdenes, pero sabía recibirlas, dirigía milicias y que tenía la destreza para ocupar esos roles. Trayéndolo a la actualidad Cristina señaló que el avance de las mujeres en espacios de poder y pone un ejemplo reciente. Hace apenas una semana, Japón tuvo por primera vez en su historia a una mujer como primera ministra. Un país que, remarca, probablemente haya sido de los más rezagados en reconocer socialmente al género en cargos de tan alto nivel jerárquico.

Creo que todas las mujeres rompemos algún mandato. En mi caso es bastante público que nunca sentí que tuviera que pedir permiso. Tomé mis decisiones a pesar de las aprobaciones o de las críticas. Pero no pienso eso, porque sino no hubiese podido hacer nada en mi vida. Cuando me pasan las cosas o tomo decisiones, no estoy pensando ‘¿esto es un mandato o no?’. Yo voy y lo hago. Después alguien me dice: ‘Che, mirá que esto era un mandato’, y yo quizá no lo tenía en cuenta”, analizó.

Y continuó: “Me pasé la vida decidiendo por lo que creía que quería, por lo que implicaba mi vocación. Y desde muy joven, porque trabajo desde chica. Hoy me doy cuenta de que, si no hubiera sido así, uno de los que eventualmente te levanta el dedo para juzgarte después está cuando vos te sentís frustrada porque no intentaste lo que querías. Los jueces tendrían que vivir más su vida”.

Sobre mandatos, y esta demanda que Tomoe enfrenta por parte de su madre sobre la “devoción a su esposo” es inevitable interpelar sobre un rótulo que empezó a resonar en Mendoza en referencia a la figura de Cristina como esposa de Petri, a quien se lo proyecta, incluso, como un futuro candidato a gobernador.

Cristina Pérez y Luis Petri

— A muchas mujeres se las suele vincular con lo que hace su pareja, más aún en la política. En Mendoza algunos medios ya la mencionan como “primera dama”.

— Yo trato de ser responsable. Primero porque tengo mi historia personal: la gente me conoce hace muchos años, tengo 35 años de carrera. Segundo, el trabajo de mi marido, el de político, es muy delicado, porque hay que comprometerse con la gente y eso es de por vida. Él también tiene una carrera que atraviesa toda su vida. Entonces, tengo respeto a lo que significa el poder que te pueden dar los medios o los votos.

El respeto me hace ser consciente de los precios que a veces tenés que pagar: la gente puede dudar, ponerte a prueba, exponerte a la crítica. Y en ese sentido trato de ser sobria.

A mí no me interesan los títulos, me interesa lo auténtico. Soy consciente de que pueden hablar de mí por lo que hace mi marido, por lo que hago yo o por cómo se combinan ambas cosas.

Pero trato de refugiarme en mi oficio de la manera más responsable posible. No estoy conectada con los títulos, ni con los premios ni con los laureles del rating: el rating hoy está, mañana no.

— Además del oficio, hay algo del rol público en ambos...

Sí, tengo que reconocer que por el rol que tenemos los dos, que es tan público, es inevitable que la gente saque conclusiones, pregunte, confíe o dude, te ponga a prueba, le guste o no lo que hacemos. Pero uno tiene que hacer su vida más allá de la mirada ajena, porque si no, no puede vivir.

Yo sé ocupar la escena cuando me corresponde en referencia a mi carrera y también sé correrme del escenario cuando se trata de cuestiones que tienen que ver con mi marido y su compromiso con la gente.

La gente nos elige de maneras distintas: a él desde la política —acaba de ganar una elección y eso le da aún más responsabilidad— y a mí cuando me cree para dar noticias u opinión.

Al igual que los samurái, Cristina se muestra lista, con 35 años de carrera en los medios, y más que cómoda y acostumbrada de vivir al filo de la espada o las críticas, en su caso. En su vínculo replica la misma actitud combativa que Tomoe y su amado Yoshinaka, quienes enfrentaron juntos adversidades de la vida así como las vicisitudes de sus oficios que en el caso de la escritora y el ministro son opuestas a la de los protagonistas.

Sobre estas similitudes entre su pareja y la de “Mujer samurái”, explicó: “Nosotros somos luchadores los dos. Desde muy chicos peleamos por lo que creemos, en nuestras vocaciones y elecciones de vida. Además, tenemos las mismas extracciones de vida, venimos de familias de clase media, con un fuerte arraigo en las ideas del mérito, el esfuerzo, la identidad, el amor por lo que hacemos. Compartimos valores y los dos tenemos mucho carácter para defender lo que creemos y hacemos. Desde ahí se nos puede ver como dos personas fuertes que pelean juntas en la vida. Pero, bueno… nuestras tareas son distintas. Estamos en dos lados diferentes del mostrador”.

La muerte, el gran misterio de la vida

Otra cualidad que comparte con Tomoe, que viene con el oficio periodístico, es el trato constante, casi diario, con la muerte.

"Bushido" es el histórico código de conducta samurái y también resulta clave para entender esta percepción social sobre la muerte. Este conjunto de valores promueve el desapego frente a la vida y al final de la existencia, y coloca en el centro virtudes como la lealtad, el honor y la valentía, incluso cuando implican llegar hasta la muerte. Esa mirada cultural, forjada durante siglos, todavía resuena en la concepción de la “muerte honorable” dentro de la sociedad japonesa.

“Uff…la muerte es el gran misterio de la vida ¿no?”, interpela. Y agrega: “En la cultura japonesa, es muy especial. Para la casta samurái, hay momentos donde la vida es más dolorosa que la muerte. Lo determinante en sus vidas es la muerte, y por momentos es buscada, casi como inmolarse en nombre del honor. Para nosotros, esa cercanía se va evaluando a lo largo de la vida con la misma angustia existencial de cualquier ser humano”, aclaró.

La misma Tomoe vio perecer varias vidas entre sus manos, pero hay una particular que en la narrativa la impacta como si el puño de la espada la hubiera atravesado a ella, y en la que su propia existencia carece de sentido pero hay algo que la trasciende: ella tiene que contar esa historia, por un simplemottivo. Es la única que puede llevarla a la memoria colectiva.

Mientras que la autora recuerda uno de los episodios que más la marcaron en su trabajo: estar en una lancha junto a bomberos que buscaban el cuerpo de un joven que había caído al Riachuelo y al Reconquista. “Lo encontramos nosotros”, recordó y evocó a cómo quedó petrificada, incapaz de poner en palabras la sensación de trasladar el cuerpo sin vida de ese chico. También menciona otro momento crítico, los días en que tuvo que observar desde una terraza el cráter que dejó el atentado a la AMIA, sin poder bajar a la calle, como cronista de la devastación y del silencio posterior al horror.

“Ellos están preparados para matar o morir; viven en el filo de la espada. Si pienso en mis primeras coberturas policiales en la calle y es quedarte con la imposibilidad de comprender, porque la muerte nunca deja de ser un misterio. Y después el dolor enorme cuando la muerte es cercana: un desgarro. Sentís que las personas que amás, cuando se van, no se terminan de ir. Quedan en tu ser, en tu alma”, sintió.

El karma y el precio del poder

Para los samuráis hay algo aún peor que la muerte y es el karma y la certeza de este: algo que atraviesa el relato de la novelista sobre la guerra del Genpei. Lo llaman “go” y es el principio de causa y efecto de las acciones que establece que los actos, palabras y pensamientos de una persona generan consecuencias futuras en su vida.

Basándose en la convicción de que todos los seres sintientes tienen uno y que no necesariamente es siempre malo. Sobre el suyo, Cristina respondió: “Yo trato de ser buena persona, y creo que eso tiñe nuestra vida, la ensombrece o la ilumina de maneras impensadas porque te llena el corazón. En ese sentido, no hago o no cosas por ‘karma’, no creo que sea algo que lo determine todo. Pero sin duda, cuando accionas conscientemente intentando hacer las cosas de una manera, no es lo mismo que hacerlas sin pensar en las consecuencias. Eso es lo más cerca que puedo estar del karma”.

Una escena impactante de la novela en la que un poderoso tirano agoniza rodeado de un ejército de hombres dispuestos a morir por él, pero incapaces de salvarlo en ese momento final. Allí se revela la paradoja del abuso de poder: quien se creyó invencible termina absolutamente impotente ante la muerte. En ese punto Cristina se refirió al “ura”, que en japón es el precio de los excesos y del abuso de poder.

"La imagen que devolvió el encuentro de Milei con los gobernadores muestra que tuvo muchos aprendizajes en este tiempo"

— Hablando de ese personaje: la novela refiere a los tres tesoros del trono que simbolizaban el valor, la sabiduría y la benevolencia de un monarca, que en ese caso son copas vacías. ¿Las ves en el actual presidente, Javier Milei?

—No, Milei ha sido elegido por los argentinos. Y creo que la fragilidad que tuvo hasta hace un par de días muestra cuán necesitado estaba incluso de revalidar su mandato, porque estaba asediado por su debilidad parlamentaria, por las pocas bancas que tenía. Y, a pesar de tener una personalidad carismática y por momentos de estrella de rock, creo que Milei era híper consciente de la necesidad de más votos. De manera tal que eso es todo lo lejano a un monarca que tiene prerrogativas de sangre, que no necesita que lo elijan.

En el caso de Milei, inclusive su fortaleza política durante la primera parte de su mandato —antes de la elección de medio término— fue por la popularidad. Él tenía que magnificar su presencia para hacerse fuerte políticamente, porque tenía una fragilidad, por momentos estremecedora, en el Congreso. Que lo hemos visto todos en estos meses.

Javier Milei y su última reunión con los gobernadores.
Javier Milei y su última reunión con los gobernadores.

Javier Milei y su última reunión con los gobernadores.

—¿Y en referencia a los valores, que se mencionan como de un monarca pero podrían ser para cualquier líder?

—La imagen que devolvió el encuentro del presidente con los gobernadores muestra que tuvo muchos aprendizajes en este tiempo. Yo divido un antes y un después entre la elección de medio término en Milei. Creo que es consciente, en este momento, de la necesidad de dejar atrás, en muchos sentidos, al outsider para ser el hombre de Estado. Con todo lo que, como liberal, puede tener de reservas y de tomas de distancia con respecto al rol del Estado. Pero es ineludible en un presidente.

Veo al presidente más como un hombre de fe que como un hombre monárquico. He tenido la suerte de hablar muchas veces con él, y creo que los que lo relacionan con lo monárquico no lo conocen. Es más un hombre que cree en Dios.

Nuevas historias y su libro más personal

Cristina Pérez siempre se sintió atraída por lo recóndito y que nunca sabe cuándo aparecerá una nueva historia. No se trata de una elección racional; para ella, una historia debe ser lo suficientemente poderosa como para poder trabajarla durante mucho tiempo, expandiéndola, y al mismo tiempo generar un deseo profundo de contarla y de recrear ese mundo.

Además, todavía está viviendo este libro. “Lo llevo en mí, me lleva a un lugar espiritual y filosófico muy personal”, aseguró y destacó la influencia de la filosofía oriental, que le enseña a estar firme, en calma y lista para la vida.

Por ahora, disfruta de lo que esta obra le dejó: un signo de pregunta abierto, que en algún momento se revelará de manera inesperada y la llamará a contar otra historia. Entre todos sus libros, confiesa que este es quizá el que más se acerca a sus propias filosofías y a sí misma, una combinación de poesía y de la disciplina de una vocación que la mantiene siempre al filo. Sabe que otro relato llegará cuando menos lo espere, y ese misterio es, para ella, lo más fascinante.

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