Desde los primeros años de vida, el lenguaje se construye en interacción con otros: en cada gesto, palabra, canción y conversación compartida. En ese proceso, los libros ocupan un lugar privilegiado. Leer con los chicos desde la primera infancia no solo estimula la imaginación y el vínculo afectivo, sino que también potencia de manera decisiva el desarrollo del lenguaje.
Un espacio para escuchar, hablar y pensar juntos
Cuando un adulto le lee a un niño pequeño, no está solo contando una historia sino que está estimulando el desarrollo del lenguaje para que sea rico y expresivo. Cada palabra pronunciada, cada pausa y entonación, se convierte en una oportunidad para ampliar el vocabulario, estimular el pensamiento, la imaginación y fortalecer la comprensión. Las imágenes invitan a nombrar, describir y anticipar lo que sucederá. Así, el libro se transforma en una excusa para el diálogo y juego lingüístico. Por eso, comenzar a generar estos espacios antes de la etapa de la alfabetización, es muy necesario para sentar las bases sobre las cuales el niño desarrollará sus habilidades comunicativas. Pero además, esos momentos compartidos también fortalecen el vínculo adulto-niño, y favorecen el desarrollo de habilidades emocionales: los cuentos permiten nombrar miedos, alegrías, dudas, imaginar otras miradas y puntos de vista y abren el espacio para expresar los niños sienten mientras aprenden a comprender lo que sienten otros.
Por eso, la lectura en voz alta antes de dormir, en una tarde de lluvia o durante un viaje, no es un simple entretenimiento sino que puede transformarse en un espacio para construir lazos profundos y desarrollar aprendizajes que quedarán guardados, no solo en la memoria sino también en el corazón.
La cantidad y variedad de palabras que un niño escucha en sus primeros años impacta directamente en su desarrollo cognitivo y en su futuro desempeño escolar. Por eso, leer en voz alta desde edades tempranas es una de las formas más efectivas de favorecer el aprendizaje del lenguaje. Los libros amplían el universo de experiencias: permiten conocer palabras que no aparecen en la vida cotidiana, estructuras sintácticas más complejas y distintas formas de narrar, que impacten en el desarrollo del pensamiento.
Diversos estudios recientes (como el de PrevInfad, grupo perteneciente a la Sociedad Española de Pediatría) dan cuenta de que los estímulos cognitivos y afectivos tempranos, sobre todo los relacionados con el lenguaje, tienen una influencia determinante en el posterior desempeño escolar de los niños. Por eso, pediatras y psicólogos recomiendan hablar con los niños desde su nacimiento, mirarlos a los ojos, contarles historias, cantarles y todo cuanto estimule el lenguaje. Cuantas más palabras escuchan los chicos, más herramientas adquieren para pensar, imaginar y comunicarse.
Leer, conversar sobre lo leído, jugar con las rimas o las repeticiones, contribuye adesarrollar la conciencia fonológica, una habilidad clave para aprender a leer y escribir y para organizar otros aprendizajes.
Algunas recomendaciones para hacer del momento de lectura, un espacio rico para el aprendizaje de los niños:
1. Leer con emoción
Usar distintas voces, tonos y gestos ayuda a captar la atención y a que los chicos perciban los sonidos del lenguaje. Las onomatopeyas y repeticiones favorecen el reconocimiento de patrones sonoros.
2. Nombrar lo que se ve
Pausar la lectura para comentar las ilustraciones, señalar objetos o preguntar “¿qué ves aquí?” es una buena práctica para estimular la producción verbal y el aprendizaje de nuevas palabras.
3. Repetir las lecturas favoritas
Volver una y otra vez al mismo cuento no es aburrido para los niños pequeños: es aprendizaje. Las repeticiones fortalecen la memoria verbal y la comprensión de estructuras narrativas.
4. Conversar sobre la historia
Preguntar “¿qué creés que pasará?”, “¿por qué está triste este personaje?” o “¿qué harías vos?” promueve el pensamiento inferencial y la expresión de ideas propias.
5. Crear un pequeño ritual lector
Dedicar unos minutos cada día a leer juntos —antes de dormir, después de la merienda— convierte la lectura en un momento esperado y afectivo. Esa constancia deja huellas duraderas en el lenguaje y en el vínculo.
Leer: un acto de amor
Compartir libros en la primera infancia no busca solo adelantar aprendizajes escolares, sino nutrir la curiosidad, el pensamiento y la comunicación. Leer juntos es ofrecer palabras para nombrar el mundo y las emociones.
Un libro es una invitación a descubrir, imaginar y decir. Y cuando se lee en compañía, las palabras se convierten en la forma más bella de acompañar el crecimiento de los niños.