—En los shows de esta gira celebrás los veinte años de tu disco Esta mañana y otros cuentos. ¿Qué tiene ese disco que lo hace importante en tu trayectoria?
—A decir verdad es un pretexto para festejar algo. No soy muy afín a las efemérides ni a los festejos, pero en este caso fue un disco bisagra en el conocimiento y la difusión de mi música. Lo grabamos en Madrid en un formato similar al de los MTV Unplugged, que ahora tiene una especie de revalorización con el Tiny Desk y otros formatos. Fue un disco grabado en vivo, cien por ciento, en dos horas, en un estudio de televisión, con todos los músicos y artistas invitados tocando en simultáneo.
A partir de ese trabajo me cambió la vida: la profesional, la personal y la familiar. Todo mi entorno se transformó mucho desde ese momento. Las giras se multiplicaron, crecieron las escuchas, y en esa época todavía existían las descargas ilegales y la piratería. Pero visto con la perspectiva de 20 años, es un disco cuyas canciones siguen muy vivas, muy vigentes. Envejecieron bien, o mejor dicho, maduraron.
Queríamos usarlo como pretexto para nombrar la gira y celebrar. Es una gira que resume pasado, presente y también futuro, porque incluye canciones del nuevo disco que está a punto de salir. Es, de alguna manera, un recorrido por todas las épocas en un mismo concierto.
—Ese nuevo disco que está por salir, ¿ya tiene nombre?
—Sí, ya está terminado. Sale en noviembre, entre el 11 y el 18, estamos definiendo la fecha exacta. Se llama Serenata en mi mayor para un amor y un atardecer. Es un disco de canciones inéditas, de estudio.
—¿Y cómo será este show celebratorio de los 20 años de Esta mañana y otros cuentos?
—Como te decía, es un concierto que incluye muchos elementos de aquel disco: la gran mayoría de las canciones están presentes, aunque no seguimos el mismo orden que tienen en el disco. Preferimos para el show un orden abierto y armado en base a lo que a lo que el guion del concierto necesitaba. Y es un recital bastante nutrido, bastante completo, donde también hago muchas canciones que escribí para otros artistas y que fueron parte de Por boca de otro, un disco posterior,
Es un show muy completo, con mucha energía. Estoy acompañado por toda mi banda, Los Brillantes, e incluso por mi hijo mayor, Iván, que hace un año y medio forma parte de la banda. Lo estamos disfrutando muchísimo.
—Justamente: hablás de Por boca de otro, de tu faceta como compositor para otros artistas. ¿Cómo es ese proceso creativo? ¿Escribís pensando en la voz o el estilo del otro?
—Al principio sí -te estoy hablando de hace muchos años-, cuando empecé con ese oficio de escribir para otros estaba más obsesionado con hacer algo “a medida”. Con el tiempo -y un puñado de canciones que se hicieron muy populares y siguen siéndolo-, al fin entendí que lo importante es que la canción sea buena. Si está bien construida, si transmite, si la letra y la melodía funcionan, entonces sirve para cualquier voz o estilo. Eso lo fui comprobando y aprendiendo con el tiempo, como dije. Fue un poco esa la maduración en mi trabajo y me empezó a enseñar que pasa más por ahí la cosa.
Tenemos que pensar que un compositor cuenta con los mismos elementos que cualquier otro compositor. Unos pocos elementos: las doce notas de la escala, los acordes que se forman con ellas (que no son muchos tampoco los que se usan) y las palabras. Sin embargo, la combinación de esas tres cosas puede resultar mágica. Y eso, hasta ahora, ninguna inteligencia artificial ha podido imitar.
—¿Y hay canciones que sentís muy propias, que sólo querés cantar vos?
—No, en absoluto. Eso sería no entender cómo funciona la música popular, en la que sucede todo lo contrario y en la que justamente hay mucha circulación de boca en boca. Las mejores canciones son aquellas que han tenido muchas versiones, que han sido cantadas en muchos idiomas, de las que hay remixes, versiones en cumbia, en cuarteto, en balada. Son las canciones más interesantes y las más ricas y las más poderosas a su vez, porque quiere decir que no están restringidas a algo personal, sino que la gente o el público o incluso otros artistas las hicieron propias. Las mejores canciones son las que tuvieron muchas versiones, en distintos estilos e idiomas. Cuantas más vidas tiene una canción, más poderosa es.
Esa es justamente la finalidad de este género, ¿no? No es un género estanco, como puede ser el de las artes plásticas, en las que uno pinta un cuadro y ese cuadro está ahí y listo; hay que verlo, disfrutarlo, interpretarlo y punto. No, la canción es un género mucho más vivo.
No podemos pretender que Bach haya intentado que solamente se escuchen las interpretaciones hechas por él, y creo que eso es algo clave para que la música sea justamente clásica. O como las canciones de los Beatles, que han sido interpretadas de millones de maneras diferentes y ahí están la magia y el poder de esas canciones.
La música popular es un arte vivo, no estático. Las grandes canciones sobreviven porque otros las reinterpretan. Eso es lo que las vuelve clásicas.
—Tenés también una veta literaria. ¿Te inspirás en poetas o escritores cuando componés?
—Disfruto mucho de la literatura y la poesía; son una forma de nutrir el género. La canción es, en definitiva, palabras cantadas, y las palabras son muy importantes. Creo que la poesía se ha ido perdiendo un poco, pero forma parte de una tradición enorme, sobre todo en nuestra música: los poetas del tango, del folclore, de la canción española…
Me parece un desperdicio que las palabras sean solo un relleno para una melodía. La canción necesita de la poesía sino se empobrece. En algún punto siento que hay mucha música dando vuelta que se ha olvidado de la poesía y muchas veces hasta se ha olvidado de la música. Pero, bueno, hay ciertas cosas que uno sigue manteniendo y que y que nos han enseñado nuestros maestros directos, como Charly, el Flaco Spinetta, Fito Páez, Andrés Calamaro, Bob Dylan. O sea: la palabra es muy importante para la canción.
—¿Y hay algún poeta en particular que te haya marcado?
—Soy muy de Borges. No porque use directamente elementos borgianos, sino porque me alimenta el alma. Disfruto cómo combina las palabras, cómo genera imágenes. También me gusta Cortázar, y en general la literatura. Me inspira, me entrena a disfrutar del lenguaje. El uso de la combinación de las palabras, como te decía. Al final son pocas las palabras que uno usa. Hay millones de palabras que no suenan bien dentro de una canción, sin embargo cuando encontrás la combinación justa se generan imágenes infinitas
—¿Cambió tu manera de escribir a lo largo de los años?
—Sí, fui buscando distintos caminos. No es lo mismo empezar una canción desde la letra que desde la música. Con el tiempo fui estudiando y probando distintas técnicas. Obviamente que no componía de la misma manera cuando empecé, tenía una forma más desenfadada al principio, porque en todos los principios también pasa eso. Después uno también se va cargando con cierta auto exigencia de mejorar o de no componer la misma canción que ya compuso. Y cuando vas extendiéndote en el tiempo y en los discos y la obra se va se va haciendo cada vez más grande, es difícil no reiterarse, pero a su vez es interesante también mantener una coherencia.
No sé si en esencia cambié, pero sí evolucioné. Al principio componía de una manera más espontánea; con los años uno se vuelve más exigente, busca no repetirse. A medida que la obra crece, mantener la coherencia sin caer en la reiteración es un desafío.
—¿Hay artistas con los que te gustaría hacer algo en conjunto y todavía no se dio?
— Colaboré con la mayoría, pero no lo pienso de esa forma. Es un área que dejo un poco al fluir de lo de lo que va pasando, de lo que va aconteciendo, de la gente que voy conociendo, de la gente que me van presentando, de la gente cercana, con la que voy generando cierta empatía o amistad o lo que sea. Lo dejo al devenir de lo que va ocurriendo en mi vida y en mis viajes también. Y las colaboraciones surgen de manera natural, por afinidad, por coincidencias. No tengo una lista de “artistas deseados”. Mi obsesión pasa por escribir la mejor canción posible y hacer el mejor concierto.
—¿Y entre los artistas argentinos actuales, hay alguno que te resulte especialmente interesante?
—Sí, hay mucha música muy buena en Argentina siempre. No, no sé si me pondría a nombrar, pero sí, hay cosas que están buenísimas. Creo que la música argentina está muy viva. Todavía hay mucho por hacer y por mejorar y por seguir expandiendo. Me gusta lo que hacen Dillom, Conociendo Rusia, Cato y Paco. También hay mucha gente menos conocida que hace cosas geniales. Y, por supuesto, La Grecia, la banda de mi hijo, que es una gran banda de rock and roll. La música argentina está muy viva y sigue creciendo.
Una utopía marcada en el nombre
—Vi que tus nombres de pila son Ernesto y Fidel. ¿Venís de una familia de izquierda?
—Sí, claro. Me llamo Roberto Fidel Ernesto. Y la verdad que llevo esos nombres con mucho orgullo. Mis padres eran de izquierda y nací en una época en la que todavía había sueños y utopías compartidas. Había menos individualismo y más sentido colectivo. Me parece algo muy hermoso ese sentimiento. Mis padres fueron parte de una juventud que soñaba en común por dejarnos a nosotros un mundo mejor, más justo, más ecuánime, más humano. Más allá de los aciertos o errores, esa intención de soñar en común me parece hermosa.
—¿Creés que ese espíritu puede volver?
— Hay muchos ciclos y todo, evidentemente todo es muy complejo. Ojalá que sí, yo creo que hay mucha gente que sigue sintiendo de esa manera y que hay muchos jóvenes también que sienten de esa manera. Lo que pasa es que también la situación del mundo va adormeciendo ese sentimiento y te obliga al individualismo, al sálvese quien pueda, porque si no quedás afuera. Te obliga, porque si no te morís de hambre y no tenés para darle de comer a tus hijos. Hay sobre todo en la juventud, me parece, un sentimiento utópico que ojalá, con el tiempo siga vivo y crezca.