El goce es más importante y gratificante que el deseo pues implica plena entrega al momento presente con sensación de vivacidad por el disfrute consciente mientras el deseo proyecta ese disfrutar a un futuro más o menos lejano y está imbuido de ego lo que lo convierte en el síndrome de esperar para comenzar a vivir (“disfrutaré cuando me jubile”, “cuando cambie de trabajo”, “cuando mis hijos crezcan”).