El preso que no para de aniquilar presos

Con un promedio de un interno asesinado cada dos años (se le adjudican seis homicidios, cinco de ellos cometidos tras las rejas), Diego Casanova tiene bien ganado el mote de “Matapresos”. La semana pasada lo hizo de nuevo. Su frenética carrera criminal en

A Diego Roberto Casanova Trigo (Maipú, 1980), alias el “Gordo Picurú”, ahora alias “el Matapresos”, lo recuerdan en el barrio Tropero Sosa de Maipú como un “pincante” que se dedicaba al delito y que los domingos iba a ver a su querido Deportivo Maipú.

Entró a la cárcel por un robo y salió a mediados de 2004, pero, técnicamente, se recibió de asesino el 14 octubre de ese año. Esa madrugada, Casanova, junto con un secuaz, ingresó a la casa de Mario Federico Quevedo (67) en el barrio México I de Maipú con la idea de llevarse algunos elementos de la casa de la víctima, que vivía sola, era jubilado y dormía en ese momento. Tuvo la mala suerte de despertar en medio del atraco y como "Picurú" y su secuaz no querían testigos, lo mataron a puñaladas. 

Lo curioso, de  acuerdo con lo que registran las crónicas de ese día, fue que los ladrones se tomaron el trabajo de dejar al cadáver sentado en un sillón, con la cabeza gacha, “mirando” hacia la puerta de calle y con una frazada en las piernas. Una nena de  12 años vio ese espectáculo por la ventana y entonces se conoció el hecho.

A las horas, “Picurú” caía detenido en su casa del barrio Tropero Sosa (muy cerca de la de la víctima). Le encontraron elementos pertenecientes a Quevedo y ropa con sangre del jubilado. Estaba “listo”. Lo condenaron a 20 años y fue a parar a la cárcel de Boulogne Sur Mer.


Primer y segundo preso
El 17 de junio de 2006 llegaron al penal de Boulogne Sur Mer los presos Diego Ferranti (32) y Gerardo Gómez (28), ya que ambos habían participado del motín vendimial del año 2000 y habían sido sacados de esa prisión porque sus vidas allí corrían peligro: tanto peligro que ambos fueron asesinados al día siguiente de llegar desde una cárcel de Córdoba. Iban a declarar por la causa del motín pero sus cuerpos aparecieron envueltos en frazadas y agujereados a puñaladas la misma mañana en que los esperaban en Tribunales.

Por el caso, cinco reos fueron acusados: Victor Ramírez, Cristian Tejada, Enrique Montuelle (descuartizadores del interno Sergio Salinas en 2004 en Boulogne Sur Mer), Gastón Lucero y Diego “Picurú” Casanova.

En noviembre de 2010 la Cuarta Cámara condenó a cuatro de los reos a perpetua. Entre ellos, "Picurú".

En una de las varias trifulcas que Casanova ha protagonizado, ocurrida en abril de 2012 en Almafuerte, un preso se cobró parte de las muertes del “Matapresos”: le clavó una faca en el ojo izquierdo y en distintas partes del cuerpo. A Casanova le salvaron la vida en el hospital pero su ojo izquierdo ya era cosa del pasado; a sus alias “Picurú” y “Matapresos” le se agregó el de “Tuerto”.

En su legajo, amén de la cantidad de colegas asesinados, también resalta otro récord: “registra 67 faltas disciplinarias graves en las cárceles, lo cual es muchísimo”, acota una fuente.


Tercer preso
La estadía de "Picurú" en Boulogne Sur Mer -donde ya era un personaje controversial- fue siempre igual. "Es un preso que no habla mucho y que en los recreos se la pasa en cuclillas, mirando a sus colegas con un cigarro entre sus dedos. Es de pocos amigos", refresca un penitenciario.

Su instinto homicida volvió a despertarse el 27 de noviembre de 2006, cuando sorprendió dormido al interno José Manuel Cruz, lo envolvió con una frazada y sin darle tiempo a nada, comenzó a apuñalarlo.

Cruz, que llevaba apenas un mes y medio detenido por un asalto a una pareja a la salida de un boliche en el Acceso Sur, murió en el acto producto de las 20 puñaladas que recibió. Tal como hizo con el jubilado y como con los presos del motín vendimial, "Picurú" arrastró el cadáver hasta las rejas de la entrada del pabellón envuelto en una frazada. Por ese hecho llegó a juicio en 2008 junto con otros dos colegas. Pero la Cuarta Cámara del Crimen sólo halló culpable a Casanova: le dieron 12 años por homicidio simple.

Conforme aniquila a presidiarios, la cantidad de visitas que recibe “Picurú” va en baja. Se sabe que su madre y su padre lo visitaban por separado. Los amigos que tiene en libertad lo abandonaron hace rato.

De todos modos, la última visita que registra en su legajo corresponde al 15 de mayo de 2015. Hace más de un año que nadie viene por él.


Cuarto preso
Hacia 2010, ya con fuertes condenas sobre sus espaldas -una perpetua y otras de 20 y 12 años-, Casanova habitaba en la cárcel Almafuerte. El sábado 24 de abril de ese año, "Picurú" compartía su celda del módulo tres con dos presos más. A las siete de la mañana, dos de ellos comenzaron a gritar que un reo tenía convulsiones.

Cuando un guardia llegó y abrió la puerta se dio cuenta de que todo era una trampa: entre los tres -el que aparentemente tenía las convulsiones se levantó de piso sin más- tomaron de rehén al guardiacárcel. Luego, llegaron cuatro penitenciarios más que corrieron la misma suerte. Todo parecía indicar que comenzaba un motín, pero no fue así.

Casanova y uno de sus secuaces ("todos visiblemente empastillados", según declararon testigos), le quitaron la llave a uno de los rehenes y se fueron directo a la celda donde estaba Darío Vega González, a quien le dieron muerte de diez facazos. Vega González, condenado por una terrible violación, falleció en el acto.

Una vez concluida la faena, tuvo lugar una especie de paso de comedia: "los tres presos pedían cosas sin sentido hasta que de a poco comenzaron a liberar a los penitenciarios y lo que parecía un motín quedó en apenas un asesinato", dijo una fuente judicial en su momento. "Todo lo que querían era matar al preso", coincidieron.

El jueves 22 de marzo de 2012, la Cuarta Cámara del Crimen condenó a Diego "Picurú" Casanova (junto con sus secuaces Mario Lorca y Sergio Barroso Olivares) a la pena de reclusión perpetua por el crimen del preso Vega González y la privación de libertad de los cinco penitenciarios en aquella extraña revuelta en la cárcel Almafuerte. Así, "Picurú" sumaba su segunda perpetua.

La estadía en el sistema penitenciario de Casanova es un dolor de cabeza para las autoridades. Según ellos, el sujeto es un psicópata irredimible “que en cualquier momento puede ocasionar una tragedia”. De hecho, el matar a cinco presos le ocasiona un gasto extra al Estado porque las familias de los asesinados tienen un juicio civil ganado de antemano en todos los casos.

“En Mendoza no hay un  lugar de encierro para Casanova. Ni siquiera un psiquiátrico como El Sauce. En Buenos Aires existe el programa Prisma (Programa Interministerial de Salud Mental Argentino), pero para eso, el preso debe ser considerado inimputable, y eso lo hace la Justicia no el Servicio Penitenciario”, dicen desde la cárcel.

El Prisma cuenta con psicólogos, psiquiatras y trabajadores sociales dedicados a atender a pacientes con conflicto con la justicia y el padecimiento de una enfermedad mental.

Quinto preso
El domingo de la semana pasada, a la noche y en una celda de máxima seguridad de Almafuerte, "Picurú" estaba con su compañero de encierro, Andrés Florentino Peñaloza (22), un condenado a 17 años por homicidio y secuestro. "Llevaban 45 días de convivencia y fue Peñaloza el que pidió estar con él porque para muchos Casanova es un interno que ofrece seguridad", contó una fuente penitenciaria.

La convivencia llegó a su fin el domingo 29 de mayo pasado por la noche: nadie sabe por qué, pero el "Matapresos" volvió a honrar su alias y atacó con una barreta metálica que había sacado de una de las patas de las camas y la emprendió a golpes contra Peñaloza.

“La cabeza de Peñaloza tenía la forma de un maple de huevos, pero de color rojo, rojo por la sangre”, dijeron quienes llegaron primeros a la celda. El asesino presentaba la ropa ensangrentada y su mano derecha con heridas producidas por la fuerza que utilizó para dejar sin sesos a su compañero de celda.

El caso -el quinto muerto a manos del “Matapresos”- es investigado por la fiscal de Luján, Mariana Pedot. De momento, Casanova está en una celda de contención y según dicen desde el penal, “actúa como si nada hubiera pasado”.

En una entrevista con uno de los psicólogos, horas después de que matara a Peñaloza, “Picurú” le preguntó al médico: “¿No sabe cuándo me van a sacar de acá? Porque yo mañana tengo visita y todavía no he lavado mi ropa, mire cómo estoy, todo sucio...”, le decía al psicólogo mientras le mostraba su ropa enchastrada con la sangre de Peñaloza.

El “Gordo Picurú” tiene 36 años de edad. Lleva un promedio bastante parejo de un preso asesinado cada dos años de encierro. Según las estadísticas, para 2018 se espera su próxima víctima.

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