Un gobierno de todos contra todos

El viernes pasado, en el acto por el centenario de YPF, Cristina Kirchner, desplegó una amplia batería de críticas contra el Poder Ejecutivo.

Alberto Fernández 
Cristina Fernández de Kirchner
Pablo Gonzalez
Acto YPF
Foto Federico Lopez Claro
Alberto Fernández Cristina Fernández de Kirchner Pablo Gonzalez Acto YPF Foto Federico Lopez Claro

La crisis política del Gobierno nacional se agiganta semana tras semana. De manera sorpresiva, y pocas horas antes de iniciar la gira internacional para asistir a la Cumbre de las Américas en los Estados Unidos, el presidente Alberto Fernández le pidió la renuncia a uno de sus más leales colaboradores, el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas.

El viernes pasado, en el acto por el centenario de YPF, Cristina Kirchner, desplegó una amplia batería de críticas contra el Poder Ejecutivo. El tema clave fue la licitación por los caños para el gasoducto Néstor Kirchner. Como la ganó una de las más importantes empresas privadas argentinas, ella le demandó al Presidente que entendiera que ni él ni sus funcionarios se pueden reunir amigablemente con ciertos empresarios y que debía saber usar la lapicera: para ella, símbolo del mando presidencial.

Así, curiosamente, quien es juzgada por el presunto direccionamiento de la obra pública a favor de un “capitalismo de amigos” durante sus anteriores presidencias, buscó sembrar sospechas sobre un supuesto direccionamiento de la obra pública durante la actual gestión, pero a favor de las grandes empresas, cuyos intereses, para el relato kirchnerista, van en contra del pueblo que sus apologistas dice representar. La respuesta inmediata de Fernández fue tibia, pero la posterior de Kulfas fue contundente: en una entrevista radial, aseguró que el pliego de la licitación lo escribieron los funcionarios de Enarsa que responden a Cristina Kirchner; por lo tanto, quienes usaron la lapicera, de modo tal que permitieron que se adjudicara la obra a una empresa en particular, serían los cristinistas del sector energético y no los albertistas del gabinete.

Acaso no conforme con las repercusiones de sus declaraciones, desde Desarrollo Productivo alguien cometió la torpeza de distribuir por WhatsApp un off the record a distintos medios, que replicaban las palabras de Kulfas. Un off the record es la declaración extraoficial que un periodista consigue de un funcionario bajo la condición de que este no revelará su fuente. Es una comunicación “punto a punto”, informal, que se da en medio de un diálogo. No puede ser nunca una especie de comunicado de prensa sin firma, que una repartición pública entrega a varios medios de manera simultánea.

La contraofensiva kirchnerista no se hizo esperar. Primero, Enarsa denunció la operación y refutó su contenido. Luego, Cristina Kirchner replicó y amplificó la cuestión a través de su cuenta de Twitter. Es difícil creer que Kulfas haya hablado sin contar con un guiño presidencial. Pero es imposible pensar que Fernández podía defenderlo de un ataque en el que la vicepresidenta se involucró de modo tan directo.

Este escandaloso sainete de ribetes tragicómicos muestra como si fuera una radiografía la estructura del poder real en la Argentina, pues pese a que Cristina Kirchner insinuó corrupción en la obra pública durante el gobierno de Alberto Fernández (al cual ella también pertenece), la respuesta dura pero defensiva del ministro Kulfas, le costó la cabeza a él y sólo a él, ya que el presidente no tuvo la fuerza para defenderlo, pese a que Kulfas defendiera al gobierno de Fernández. Es muy grave que el poder sea administrado de modo tan deforme.

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