La confrontación ideológica domina al Mercosur. Las diferencias en tal sentido parecen incidir cada vez más en el funcionamiento del bloque regional. Como ya hemos señalado antes, pocas veces la distancia política entre los referentes principales de los países miembros pasó a ser la principal influencia.
La lejanía existente entre las miradas estratégicas de los gobiernos de Argentina y de Brasil coloca a la organización ante un futuro incierto en cuanto a objetivos y funcionamiento, más allá de la habitual tarea de diálogo y contactos en lo comercial que llevan a cabo las representaciones comerciales y diplomáticas de cada país.
Es sabido que, desde esos niveles fundamentales, que no son otra cosa que jerarquizadas segundas líneas, se busca siempre compensar los efectos de una relación tensa entre presidentes, como en este caso entre Javier Milei y Lula Da Silva, principalmente.
En este reciente evento de Foz de Iguazú los mandatarios no pudieron esquivar la polémica continental derivada de la conflictiva relación entre Estados Unidos y Venezuela. En consecuencia, dejaron en evidencia una vez más sus fuertes diferencias.
Se debe reconocer que fue más confrontativa la posición argentina, expresada por el presidente Milei, quien trató a Maduro de “narcoterrorista” y confirmó su alineamiento con el gobierno republicano del país del Norte. “La Argentina saluda la presión de los Estados Unidos y Donald Trump para liberar al pueblo venezolano. El tiempo de tener un acercamiento tímido en esta materia se ha agotado” ,dijo en duros términos Milei.
Mientras tanto, el presidente Lula Da Silva marcó distancia al decir que “una intervención armada (sobre Venezuela) sería una catástrofe humanitaria”. Y expuso una diferencia política no menor: “El continente sudamericano vuelve a ser acechado por la presión militar de una potencia extrarregional…”. Una expresión bastante poco amigable con la Casa Blanca.
Este fuerte posicionamiento político de algún modo envió a un segundo nivel de trascendencia a otros asuntos, aunque se llegó a discutir sobre lo que se considera manifiesta rigidez del bloque en materia de acuerdos comerciales. Esto de algún modo se apuntala es posturas como la del actual gobierno argentino, que busca su propio convenio comercial con EEUU y denuncia ataduras derivadas de la no diversificación de alianzas del bloque.
Complicó aún más las cosas la nueva postergación del acuerdo de libre comercio con Europa debido a la falta de consenso en aquella zona, en especial por parte de Italia y Francia, influyentes desde todo punto de vista.
En síntesis, lo recomendable sería que se siguiera gestionando la eliminación de restricciones, armonizar las normativas aduaneras y mejorar los corredores logísticos como una forma de facilitar la comercialización entre países y entre éstos y el resto del mundo, objetivo primordial del bloque.
Argentina y Brasil han sido, y son, la fuerza tractora del Mercosur. Por lo tanto, temporales distancias ideológicas entre sus referentes no deberían opacar su funcionamiento.