El árbol es siempre una prioridad

Los árboles de calle, los árboles que están frente a las casas son imprescindibles, pero en ocasiones algunos están tan maltrechos que su erradicación e inmediato replante es necesario, con el aval de ingenieros agrónomos o forestales.

Imagen ilustrativa.
Imagen ilustrativa.

Los árboles son nuestra riqueza, nuestro patrimonio provincial y por ellos adoptamos medidas para que crezcan lozanos, armónicos y para que sigan brindando su frescura y protección en los cálidos veranos mendocinos.

Los habitantes responsables hacen los mayores esfuerzos para protegerlos y favorecer su crecimiento en las mejores condiciones porque, sin su cobijo, la vida sería poco menos que imposible en los meses del estío.

Sin embargo, ocurre que en muchas partes de la ciudad capital y el Gran Mendoza hay ejemplares que se encuentran en muy mal estado y se convierten en un riesgo para los vecinos. En otras, por su crecimiento amorfo, las raíces se ensañan con las veredas, las acequias y, en ocasiones, con distintos sectores de las viviendas familiares. En esas ocasiones, los particulares no siempre encuentran respuestas rápidas por parte de los municipios, donde en sus planteles siempre debería haber un ingeniero agrónomo o forestal, quienes tendrían que llevar a cabo los procedimientos necesarios para lograr la reposición de esos ejemplares malogrados con árboles jóvenes y más adecuados a la urbanización de los barrios de nuestros distritos.

Comprendemos que los ingenieros de las reparticiones sean cautelosos en el descarte de forestales; nos identificamos con la corriente que señala que lo último que hay que hacer es cortar un árbol. Pero, volvemos al caso del ejemplo que dio motivo a esta reflexión editorial: el punto en que el perjuicio es mayor a los servicios que brinda el árbol.

Además, lamentablemente, en muchos sectores del Gran Mendoza no pasa agua por las acequias y esa realidad no permite a los ciudadanos regar los jardines exteriores, y entonces los forestales tienen todas las de perder y siempre habrá posibilidad de que muchos se sequen irremediablemente. Peor cuando son muy grandes y las raíces destrozan las acequias.

No pocos propietarios de inmuebles plantean que forestales en esa situación de envejecimiento y mal estado sanitario, les causaron serios perjuicios y debieron invertir en el arreglo de dependencias interiores. Pero esos trabajos y mejoras se pueden llevar a cabo y solucionar el inconveniente.

El punto álgido de éste es cuando algún ejemplar o parte del mismo caen sin menor aviso y dañan y hasta eventualmente causan el fallecimiento de potenciales víctimas.

El criterio es seguir protegiendo el arbolado público como regla de oro porque, como dijimos al inicio de este comentario, nuestra provincia sería otra y muy inviable, sin esa cubierta verde que tanto nos caracteriza en el país y hasta en el exterior.

Entonces, abogamos por el cuidado a ultranza del patrimonio ecológico e insistimos en que se sigan adoptando las mejores prácticas en el rebaje, limpieza, poda, renovación y desbrote del arbolado público y, sobre todo, proveyendo el riego, un factor que merecería un editorial aparte.

En los lamentables casos en los que ya no se pueda defender al aliado vegetal, los servicios municipales que intervienen en su administración deben movilizar ágiles procedimientos en la solución de las situaciones anómalas y producir rápidas reposiciones para que no queden lugares sin sombra como, lamentablemente, se observa en varios sitios de la ciudad, con vacíos medioambientales muy preocupantes.

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