Contar con un trabajo ya no es sinónimo de estar fuera de la pobreza. Un análisis del IERAL, perteneciente a la Fundación Mediterránea, reveló que más del 21% de las personas ocupadas en Argentina no consigue cubrir el costo de la canasta básica.
La combinación de empleo informal, sueldos bajos y condiciones laborales precarias explica por qué millones de trabajadores no logran cubrir la canasta básica.
Contar con un trabajo ya no es sinónimo de estar fuera de la pobreza. Un análisis del IERAL, perteneciente a la Fundación Mediterránea, reveló que más del 21% de las personas ocupadas en Argentina no consigue cubrir el costo de la canasta básica.
Esto representa aproximadamente 4,5 millones de trabajadores. La conclusión es tan clara como alarmante: uno de cada cinco trabajadores en el país es pobre.
El estudio señala que la pobreza “es, en parte, un reflejo del mercado laboral”, y expone cómo la pérdida de poder adquisitivo y la precariedad en el empleo impactan directamente en los ingresos de las familias. Si bien entre los desocupados la pobreza afecta al 58,9%, el dato más preocupante es que también alcanza a una parte significativa de quienes sí tienen empleo.
“Tener empleo tampoco exime de la pobreza, especialmente cuando se trata de ocupaciones precarias o de baja productividad”, explican los autores del informe, Laura Caullo y Federico Belich.
En el caso de los inactivos, el 35,2% se encuentra en situación de pobreza. La cifra asciende al 45,4% entre los menores de 14 años. En este segmento, la Asignación Universal por Hijo (AUH) cumple un rol fundamental: beneficia a más de 4 millones de niños y contribuye a reducir la indigencia, aunque no siempre logra sacar a las familias de la pobreza.
Uno de los aspectos clave abordados en el informe es la calidad del empleo. Los datos evidencian que el tipo de inserción en el mercado laboral influye directamente en la probabilidad de ser pobre. Entre los trabajadores independientes no registrados, el 40,5% vive por debajo de la línea de pobreza, mientras que entre los asalariados informales la proporción es del 37,5%. En contraste, los trabajadores independientes registrados tienen una tasa del 12,3% y los asalariados formales, del 9,7%.
Las diferencias son marcadas y dejan en evidencia que la formalización del empleo actúa como un amortiguador frente a la pobreza, aunque no siempre sea suficiente. Si bien el trabajo formal ofrece mayor estabilidad y mejores ingresos en promedio, hay sectores donde los sueldos siguen siendo bajos. Un caso ejemplar es el del servicio doméstico: a pesar de los avances en términos de formalización, el nivel de vulnerabilidad económica en ese rubro continúa siendo elevado.
La dimensión regional también influye significativamente en el panorama. En las provincias donde predomina el trabajo informal, la proporción de trabajadores pobres es más alta. Tucumán, San Juan, Salta, Santiago del Estero y Formosa encabezan el ranking de informalidad laboral, con más de la mitad de sus empleos fuera del sistema legal.
Estas zonas, caracterizadas por economías poco diversificadas y un alto peso de actividades rurales o de servicios personales, presentan los mayores niveles de precariedad e ingresos bajos.
El informe cierra con una advertencia: no basta con generar más empleo, es esencial mejorar su calidad. “La creación de puestos en sectores de baja productividad puede mejorar las estadísticas de ocupación, pero no resuelve el núcleo del problema, que son los ingresos laborales insuficientes”, remarcan Caullo y Belich.