4 de julio de 2025 - 16:03

La pobreza por ingresos y la sensación de carencia no siguen la misma tendencia

Un análisis del Observatorio de la Deuda Social de la UCA revela cómo el estrés económico no corresponde con la medición tradicional de pobreza.

Entre 2010 y 2024, la evolución de la pobreza por ingresos y la percepción de insuficiencia económica no siempre fueron al mismo ritmo.

Si bien ambos indicadores muestran una tendencia general al alza en los últimos años, hubo momentos en que la pobreza monetaria aumentó mientras el llamado “estrés económico” bajaba, y viceversa.

El informe elaborado por el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA (Universidad Católica Argentina) advierte que la autopercepción de carencia –el estrés económico– puede responder a factores distintos a los puramente monetarios, como el empleo parcial, la inflación, los subsidios o las expectativas económicas.

Por ejemplo, entre 2019 y 2020, la pobreza por ingresos subió del 31% al 35%, pero el estrés económico disminuyó, posiblemente debido al efecto de políticas sociales implementadas durante la pandemia. En cambio, entre 2017 y 2019, todos los indicadores crecieron, aunque con diferente intensidad: la pobreza por ingresos lo hizo de manera más marcada que la percepción de carencia.

Pobreza

Estrés económico: más frecuente y persistente

En todos los años analizados, el estrés económico superó a la pobreza monetaria, con diferencias de entre 10 y 20 puntos porcentuales. A nivel individual, estos niveles son más altos que los observados por hogar, lo cual se explica por la mayor cantidad de personas vulnerables en algunas unidades domésticas.

A partir de 2022, ambos indicadores volvieron a mostrar una suba, aunque el aumento fue más intenso en el estrés económico, lo que refuerza la idea de que el malestar económico puede crecer aun cuando los indicadores objetivos no lo reflejen con la misma fuerza.

Trayectorias familiares: estabilidad, mejora o deterioro

El informe también analiza las trayectorias de los hogares entre 2022 y 2024, identificando cinco grupos: quienes nunca sintieron estrés económico, quienes lo sufren de forma crónica, los que mejoraron, los que empeoraron y los intermitentes.

  • El 56% de los hogares sin carencias materiales se mantuvo sin estrés económico, aunque un número significativo cayó en esa situación durante la crisis inflacionaria reciente.

  • Entre los hogares con más de dos carencias no monetarias, el estrés económico fue más persistente: casi el 40% lo manifestó en los tres años.

  • En los sectores medios bajos, se registró un crecimiento de hogares que comenzaron a percibir estrés económico, lo que refleja un deterioro coyuntural en estos segmentos.

  • Los hogares con niños mostraron una mayor proporción de estrés crónico, en contraste con aquellos sin niños, que presentan mayores niveles de estabilidad positiva.

Pobreza

Pobreza y percepción: no siempre van de la mano

La comparación entre los indicadores normativos de pobreza y el estrés económico muestra que, aunque comparten ciertos patrones generales, no siempre se comportan de forma sincronizada. La percepción de falta de ingresos puede anticipar o retrasar los cambios que luego marcan las estadísticas oficiales.

Este desfase plantea desafíos para las políticas públicas: comprender la brecha entre lo que dicen los datos y lo que sienten los hogares es clave para diseñar respuestas efectivas a las situaciones de vulnerabilidad.

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