Importación de vino fraccionado: ¿cómo competirá la industria local con vinos de Francia, España y otros países?

Javier Milei abrió las fronteras y flexibilizó los mecanismos para importar productos. Esta es la situación de la industria vínica local para salir a competir al mercado.

La industria está preparada para competir y la importación de vinos no es una preocupación.
La industria está preparada para competir y la importación de vinos no es una preocupación.

La apertura de fronteras que puso en marcha Javier Milei desde que llegó a la presidencia facilitando los mecanismos, y en particular eliminando las restricciones para importar, no tomó desprevenida a la industria del vino y si bien a partir de ahora uno podría encontrar en las góndolas etiquetas de otros países, los tiene sin cuidado.

Para los referentes de la vitivinicultura, el avance de la industria ha sido tan significativo, que la competencia con caldos de otras partes del mundo no les mueve la aguja. Además están convencidos que en precio y calidad, los vinos argentinos no tienen competencia.

Por otra parte, las importaciones de vinos no son una novedad porque en realidad, nunca estuvieron prohibidas y de hecho, habitualmente hay ingreso de vino del exterior pero exclusivamente para nichos muy determinados de mercado, como puede ser el de los espumantes.

Desde que Milei asumió en la casa rosada y firmó el Decreto de Necesidad y Urgencia 70/2023, puso en marcha algunas desregulaciones económicas y entre ellas retiró de plano las SIRAS (Sistema de Importación de la República Argentina) con lo cual habilitó el poder comprar en el exterior si temor a que el Estado diga si se puede o no, por cuestiones económicas o por protección de la industria nacional.

Ahora bien, salvo algunas cuestiones netamente administrativas, hay exigencias y sobre todo barreras arancelarias que continúan intactas.

“En términos teóricos si habría un cambio importante, antes había productos que no se podían importar y ahora si. También podemos decir que se ha facilitado un poco la mecánica aduanera, pero en realidad son cambios no muy importantes”, dijo Carlos Clément, fundador y socio gerente de Clément Comercio Exterior.

El especialista en comercio exterior explicó que, el cambio más importante de la gestión Milei “es la sustitución de la SIRA por un sistema estadístico de importaciones. Antes había que solicitar un formulario para que le autorizaran la importación, lo que permitía que el Estado pudiera no autorizar esa importación. Ahora se facilita eso, el Estado no va a decir si o no. Las restricciones que continúan son por cuestiones de salud y medio ambiente”, detalló.

En resumen “los argumentos económicos para prohibir una importación ya no existen, se eliminaron y eso es muy bueno”.

“Si se mantiene la restricción en caso en donde esté en riesgo la salud, por ejemplo que el vino de tal país tiene mucho plomo y hace daño a la salud. En ese caso sí se podría prohibir”, agregó Clément.

En cuanto al resto de los mecanismos que hacen a la dinámica aduanera, “en términos prácticos sigue más o menos igual” y además “en el caso de vino, tiene que pasar por el filtro del Instituto Nacional de vitivinicultura (INV).

Pero así como se borraron las SIRAS del mapa y hay libertad para comprar fronteras afuera, hay instrumentos que siguen más que vigentes, que son los impuestos para importar o las denominadas barreras arancelarias, que no se tocaron.

“Si alguien quiere traer un producto de afuera lo puede hacer, pero tiene impuestos que pagar. En el caso del vino, si es de países fuera de la región, Francia, España, Estados Unidos o cualquier otro, el arancel o derecho de importación es del 20% más un 3% extra. Un 23% en total. Si son del Mercosur o Chile, son países con los cuales tenemos acuerdos y ahí el arancel es cero”, comentó Clément.

Pero además, aquel importador “tiene que pagar el 17,5% del impuesto PAIS, que no es un tributo directamente sobre la importación, sino sobre la compra de divisas para pagar esa compra” y en el caso específico del vino fraccionado “el pago (giro de divisas al exterior) se realiza en cuatro cuotas a 30, 60, 90 y 120 días. Si la botella tiene un costo que de 50 dólares en adelante, el pago se concretará a partir de los 180 días, es considerado como un bien suntuario”, indicó el especialista.

No son competencia

Para la industria vitivinícola, la apertura al mundo que inició el presidente Javier Milei, no es motivo de preocupación y el temor a la competencia no existe.

Rubén Panella, presidente de Fecovita, consideró que importar vinos no tendría sentido alguno ya que “ni en calidad, ni en precio, pueden competir los vinos de afuera con nosotros”.

“Hoy en día la industria nacional es muy competitiva y solo el hecho de ver los precios que están los vinos, no veo posibilidades de importación de vinos de afuera. Podría haber algún producto muy puntual, pero no creo que sea algo generalizado o que tenga competitividad como para competir con la industria nacional”, afirmó.

Panella también recordó que en los tiempos de la covertibilidad en la década de 1990 “se vieron algunas importaciones de algunas botellas de vinos europeos, pero realmente nunca el vino importado tuvo desarrollo en Argentina, ni siquiera en el uno a uno, porque la calidad de nuestra industria es muy buena y los precios son muy competitivos y de una excelente calidad que hace muy difícil que tengamos el ingreso de vinos afuera”.

Pablo Asens, bodeguero sanrfaelino y ex vicepresidente de Coviar aseguró que “actualmente la importación de vina en Argentina no está prohibida. Está totalmente permitida en lo que respecta a vino fraccionado y espumante. Hay total libertad para ingresar al país pagando los aranceles que corresponden pero estamos hablando de que lo máximo que se importa al país son unos 400.000 litros por año y especialmente lo que es espumante, hablamos de champán francés o cava española, pero es un nicho de mercado muy puntual”.

Según Asens “el consumidor argentino no es una persona que esté buscando vinos del exterior, creo que nos sobran bodegas, nos sobran oasis vitivinícola, nos sobran varietales y calidad de vino como para poder tener un consumidor más que satisfecho” por lo que “no nos preocupa esta liberación de las importaciones”.

En cuanto a vino a granel “en algunos momentos se han generado ciertas controversias porque se ha autorizado la importación de vinos a graneles en momentos, pero porque ha habido un stock muy bajo en Argentina y se ha requerido la importación de vino para poder suplir la demanda en el mercado interno. Esto ha pasado creo que dos veces los últimos 20 años, entonces no es algo que se repita con asiduidad”, remarcó.

Para Fabián Ruggeri, presidente de la Asociación de Cooperativas Vitivinícolas (Acovi), el único motivo que podría considerar preocupante es “si el vino viene subsididado e ingresa con total libertad (sin aranceles), ese sería el problema más complicado”.

De la importación a la exportación

Ramiro Barrios, especialista en comercio exterior de Bodegas de Argentina, sostuvo que la industria vitivinícola es “una economía regional netamente exportadora” que tiene “una balanza comercial positiva”.

“Se exportan 800 millones de dólares frente a 200 millones de dólares de importaciones” por lo que el foco está en cómo volver a recuperar los mercados que se perdieron durante el transcurso del 2023.

“No tenemos que olvidar que Argentina perdió 27 puntos en volumen, es decir que una de cada cuatro botellas se perdió en el mercado externo, es una caída drástica, y en el mercado interno se perdió más del 10%, con lo cual estamos viviendo una crisis actualmente”, afirmó.

“Todos sabemos que es vino no es un commodity y lo que se pierde no se recupera, el espacio que una botella pierde en góndola se lo dan a otro país y eso va a tardar mucho tiempo, mucho esfuerzo para volver a recuperarlo”, concluyó.

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