“Desarrollamos textiles a partir de residuos agroindustriales. Lo transformamos en un material 100% sustentable, biodegradable y muy similar al cuero. Es resistente y ya se está aplicando en distintos proyectos”, explicó Funes en diálogo con Aconcagua Radio.
En Mendoza, donde la vid marca el pulso de la economía y la cultura, una pyme busca darle un nuevo destino al descarte de la agroindustria. Bio Eleven, fundada por Analía Funes y Gabriela Negri, desarrolla textiles a partir de residuos como el orujo de uva, la chala de ajo y el bagazo de tomate. El resultado es un material biodegradable, con la resistencia y apariencia del cuero, que empieza a ser probado en marroquinería, calzado y accesorios.
La iniciativa se enmarca en un contexto de creciente preocupación por el impacto ambiental de la industria textil, considerada una de las más contaminantes del planeta. “El camino de la innovación es desafiante porque hay que reeducar al consumidor”, señaló la cofundadora. “Existe una tendencia fuerte a buscar alternativas más sustentables, y nuestro material es una opción frente a los sintéticos y al cuero animal”.
El proceso, cuenta Funes, comienza con la recuperación de residuos como el orujo de uva, el bagazo que queda tras la elaboración del vino. Ese descarte orgánico se procesa con una fórmula propia hasta obtener láminas de unos 60 por 80 centímetros, resistentes a salpicaduras y aptas para múltiples usos. “Investigamos mucho para poder escalar este tipo de proyectos. Muchos se quedan en una escala artesanal, y nuestro desafío fue producir de manera industrial”, dijo.
El trabajo no se limita a la innovación en laboratorio. Bio Eleven busca alianzas estratégicas para consolidarse en el mercado. “Ya estamos en contacto con marcas mendocinas y de Buenos Aires que comenzaron a testear el material. Incluso con la empresa que fabrica zapatillas con cubiertas recicladas, con quienes tuvimos reuniones para pensar posibles aplicaciones. También, en un concurso nacional, logramos acercarnos a firmas con proyección internacional”, destacó Funes.
El financiamiento aparece como uno de los principales retos. Hasta el momento, la pyme se sostiene de manera autogestionada, pero sus impulsoras reconocen la necesidad de apoyo externo. “Sí necesitamos capital para escalar y políticas de Estado que acompañen este tipo de emprendimientos. El mundo demanda proyectos sustentables: hoy es imprescindible innovar en esa dirección, tanto para exportar como para sostener empresas viables en el tiempo”, subrayó.
En un escenario donde la sustentabilidad dejó de ser una opción para convertirse en exigencia global, Bio Eleven se posiciona como un ejemplo de cómo la ciencia, el diseño y la economía circular pueden converger para transformar residuos en oportunidades.
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