Después de décadas de espera, Gimnasia y Esgrima consiguió el ascenso a la Primera División bajo una lluvia que se volvió símbolo de redención.
Llovió en Vicente López. Llovió como si el cielo también entendiera lo que significaba este día. Con el cielo cayendo sobre once jugadores y una historia entera, Gimnasia y Esgrima de Mendoza tocó el cielo con las manos, porque si algo caracteriza al Lobo mendocino es su capacidad de resistir, de caminar en el barro cuando todo parece cuesta arriba.
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Miles de fanáticos Blanquinegros coparon Vicente López e invadieron la cancha tras el triunfo. Histórico.
Gentileza.
Desde aquellos años en el Parque hasta las noches interminables en el Legrotaglie,el hincha aprendió a convivir con la espera, con ese deseo intacto de ver al equipo en la máxima categoría del fútbol argentino. Cada intento frustrado, cada tarde gris y cada ascenso que se escapó por centímetros fueron moldeando una identidad que hoy encuentra su punto más alto.
En las tribunas, los abrazos fueron una descarga de historia. No importaba el marcador: lo que se estaba viviendo trascendía el resultado. El agua lo empapó todo -el pasto, las banderas, los sueños- pero también lavó los años de desilusión y purificó una historia que, por fin, tuvo su recompensa.
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Gimnasia y Esgrima campeón de la Primera Nacional 2025 y ascenso a la Liga Profesional. Histórico.
Gentileza.
Hoy el Lobo es de Primera, y Mendoza entera llora de felicidad. En cada lágrima hay un recuerdo, un viaje a esas noches frías donde la ilusión resistía. Gimnasia levantó la cabeza y enseñó su “mensana”, esa manera única de ser pueblo, de ser historia, y de volver siempre desde la lluvia hacia la gloria.