Fue una tarde perfecta. La más esperada. Pasaron más de dos décadas y, por fin, el tren volvió a encontrar su andén: Godoy Cruz regresó al barrio, a su casa, al Feliciano Gambarte. Ese estadio mítico que late entre las calles del corazón tombino volvió a llenarse de fútbol, de hinchas y de historia.
Desde la costanera se podía ver cómo el viejo coloso se colmaba otra vez. Y cómo, desde allí, la tribuna estallaba de emoción con el ingreso del equipo de Solari. La postal se completaba con las calles de Balcarce y sus alrededores pintadas de azul y blanco. No era solo un partido. Fue una peregrinación.
Godoy Cruz volvió al Gambarte. Todo es alegría:
Godoy Cruz - Feliciano Gambarte (7)
Y en ese regreso, hablar de camisetas es hablar de memoria. Porque volvieron todas. Las más nuevas, relucientes, con los colores vivos y modernos. Y las otras, las que ya tienen años encima, con el escudo gastado y el número algo borrado, pero intactas en su valor emocional. Camisetas heredadas de padres a hijos, de abuelos a nietos. Camisetas que pasaron de generación en generación, como si fueran una bandera más del club.
Había camisetas que contaban historias. Como las de arquero, que en la espalda parecían revivir el legado del Chalo Pedone, símbolo de los viejos Nacionales, o la del eterno Seba Torrico, ídolo del Tomba y figura en otras canchas, pero con el escudo del Expreso tatuado en el alma. Petroli, el actual dueño del arco, carga también con ese linaje.
No faltó la del Morro García, uno de los grandes íconos contemporáneos. La del uruguayo inolvidable, que entraba al área como un toro y hacía temblar la popular con sus goles. Esa camiseta, aunque nueva, ya es sagrada. Cada vez que alguien la usa, es como si volviera a gritar un gol.
También apareció, claro, la del "Cachorro" Abaurre, el máximo goleador de la historia del club. Otro nueve que dejó su marca en la red y en la memoria colectiva. Camisetas y colores. Y más camisetas sostenidas por niños que nunca lo vieron jugar pero que lo conocen como si fuera un mito.
La bodega lució llena, como en los viejos tiempos:
Godoy Cruz - Feliciano Gambarte (2)
Y en el medio de la cancha, imposible no recordar a otro símbolo silencioso, elegante y querido: Nicolás Olmedo. Volante central de perfil bajo, líder sin estridencias, capitán con temple. Su camiseta también apareció en la tribuna, sostenida por quienes no se olvidan de esa etapa dorada que lo tuvo como eje. Olmedo fue parte de un Godoy Cruz competitivo, respetado, que jugaba de igual a igual en todas las canchas.
Y entre todas esas casacas, tambien la inconfundible. Mito viviente del club: Daniel “el Gato” Oldrá. Formador, entrenador, referente absoluto. Hoy al frente de Instituto de Córdoba, pero con un ojo , y seguro el corazón, en lo que pasa en la Bodega. Su camiseta, su legado, siguen en el aire.
Godoy Cruz - Feliciano Gambarte
Ramiro Gómez
El Loco Julio también estuvo allí presente, en esos " trapos sin tiempo", en recuerdos, en murmullos. Bandera eterna de la fidelidad, de esos que están sin estar.
Este regreso al Gambarte fue más que un partido. Fue un acto de pertenencia. Y en esa multitud diversa ;niños, mujeres, ancianos, familias enteras, las camisetas hablaban solas. Gritaban historia, nombres, goles y emociones. Porque cuando con este Tomba que hoy juega en casa, también juegan todos los que alguna vez defendieron sus colores.