Omar Ochi: veinte formas de ser visible

Con Cuarenta formas de ser invisible, el autor mendocino, tres veces galardonado con el Premio Vendimia, explora poesía y minificción, tejiendo un universo de amor, tiempo y nostalgia, donde lo lírico y narrativo se entrelazan con destreza.

Me permito jugar con el título del libro con que Omar Ochi ganó en 2020 el Premio Vendimia en la categoría Infanto-juvenil: Cuarenta formas de ser invisible. Y este, junto con los otros diecinueve títulos que ha publicado aseguran su visibilidad en el campo literario mendocino.

Notoriedad merecida, ya que Omar ha obtenido tres veces el Premio Vendimia (en 2010 y 2013, poesía, y en 2020 en Literatura Infanto-Juvenil, como se dijo). Tiene en su haber los siguientes (y sugerentes) títulos: Libro del desierto (2010); la trilogía Edel: el libro de once puertas (2011), Edel II ¿Qué es la vida (2013) y Edel III; Ventanas e historias de renacidos (2019); Quimeras en el aire (2015); Crónicas de hombres celosos (2015); Los cuatro sueños de Malena (2015); Apto para toda piedra (2016); Alenguei, la luna de la luna (2016); Cazadores de estrellas (2016); Las noches de Tilcara (2017); Relatos para leer en la fila de los desesperados (2018); Los caminos del cuervo (2018); Veintidós tesoros para un caminante en la edad del sendero voraz (2019); La tercera máquina del olvido (2020); Cuarenta formas de ser invisible (2020); Laberinto de historias e histerias mal contadas (2022); A las veinticinco de la noche (2022), Simpleza de los mundos complejos (2023) y Aún me dedico a nacer (2023).

Ya desde sus poemarios iniciales asistimos a la conformación un universo coherente y continuado. Se trata de un yo lírico que se autodefine por sobre todo como poeta: las referencias a la creación literaria son constantes, junto con una amplia gama temática que es la de la poesía e todos los tiempos: el amor como afirmación vital y el dolor de la separación; el tiempo y sus mudanzas…, como por ejemplo en este fragmento de Edel II: “Ha pasado mucho tiempo / desde que mi vida soltó tu mano / (¿Cuatro siglos? ¿Dos lunas? / ¿Un año? ¿Cinco minutos?)”, en el que se da una permanente contraposición presente / pasado / futuro: interrogaciones, cuestionamientos por la sustancia de un pasado compartido y un futuro que es enigma: “mi corazón descubre un beso / que ya descubrí en lunas pasadas / y mañana / tendrá un nuevo sabor a ti”. En ese recurrir obsesivo, el poema se vuelve permanente nostalgia, elegía del tiempo que fue.

Otro rasgo recurrente en sus obras poéticas es cierta tendencia a la narratividad, que cuaja, finalmente con Quimeras en el aire; su primer volumen completo en prosa, y en el que encontramos un meritorio aporte a la minificción mendocina, modalidad literaria que crece y se expande al ritmo de la vertiginosa existencia actual. Se trata en este caso de un conjunto de narraciones breves, brevísimas algunas (apenas una línea) y otras un poco más extensas, pero sin transgredir en ningún caso las fronteras genéricas.

Sin entrar en una disquisición terminológica acerca de la denominación más acertada para las formas narrativas breves que componen este volumen de Omar Occhi (microrrelatos, minificción, microcuentos…) es indudable que el autor incursiona con pleno éxito en una de las formas genéricas más genuinas de la posmodernidad (era de las imágenes velocísimas, del zapping, de la hibridación genérica y la canonización del fragmento…) y se somete con eficacia a sus reglas para darles asimismo su torsión personal.

Señalábamos que su talento discurre entre lo lírico y lo narrativo, y esto es especialmente válido en relación con estos textos, en los que se advierte una enriquecedora tensión entre lo narrativo y ciertas pinceladas líricas que se traducen en verdaderos hallazgos expresivos descriptivos cuya síntesis no escatima la belleza expresiva ni la eficacia narrativa, como en Dos muertes: “De pronto, un pájaro negro vuela, rompe el corazón del silencio y, en tan solo un parpadeo, el hombre empieza a morir”.

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